Futuro incierto

La guerra civil en Siria, cuyos efectos se han expandido más allá de las fronteras del país, se ha exacerbado por un mundo desestabilizado donde el caos y la incertidumbre se asemeja al final de la guerra fría. Líderes autoritarios en ascenso, alianzas occidentales endebles, instituciones internacionales desbordadas, movimientos populistas que parecen socavar la democracia. El conflicto lleva ya más de siete años con consecuencias nefastas: una nación destruida, una emigración imparable, una economía colapsada y cientos de miles de muertos.
Hace una semana tuvo otro capítulo, que involucró a las potencias de Occidente que no le encuentran la vuelta a esta crisis. Un ataque químico en Duma volvió a disparar las tensiones. De ese modo, Estados Unidos, Francia y Reino Unido bombardearon el 14 de abril tres sitios que, según ellos, servían al programa de armamento químico del régimen de Bashar Al Asad, al que acusan del ataque con gases tóxicos del 7 de abril en Duma, que en aquel momento era el último bastión rebelde cerca de Damasco.
El régimen de Asad, armado y sostenido por Rusia, negó cualquier responsabilidad en el ataque que dejó más de 40 muertos, según los rescatistas. Pero, para los occidentales, el poder sirio cruzó una “línea roja”. Una misión de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) enviada a la zona para investigar está bloqueada en Damasco, por el momento.
Tras haber presentado sus bombardeos como un “éxito”, los occidentales afirmaron querer reactivar la acción diplomática para llegar a una “solución política” al conflicto, que ha dejado desde 2011 más de 350.000 muertos y forzado a millones de personas a abandonar sus hogares, todo bajo la “bendición” del presidente ruso, Vladimir Putin. De cualquier modo, esos ataques “no cambiarán el curso de la guerra civil en Siria”, consideró Joshua Landis, director del Centro de Estudios de Oriente Medio de la universidad de Oklahoma.
Washington y París aseguran tener pruebas de la utilización de agentes químicos y por ello efectuaron esos bombardeos como represalia. “Los tres dirigentes (estadounidense, francés y británico) dijeron que no intentaban cambiar el curso de la guerra ni alterar la relación de fuerzas en Siria. La cuestión no versa sobre el hecho de matar a gente si no de cómo los matan”, subraya Joshua Landis.
Las potencias occidentales solo querían “recuperar su prestigio”, criticó por su parte el opositor Yasin Al Haj Saleh. Para él, Siria es “un símbolo mundial de injusticia y aniquilación y el régimen sigue a salvo, sin ninguna perspectiva de que le vayan a pedir que rinda cuentas”.
El analista de política internacional español Jesús Torquemada ahonda en esos puntos y habla de una farsa en torno a este ataque, que sirvió sobre todo para hacer barullo. “Mucho ruido y al final no ha pasado nada. Todos han cumplido con el guión escrito, nadie ha cometido errores. Tanto los rusos como los sirios estaban avisados del ataque y eso explica que no haya habido víctimas, a pesar de que han sido lanzados más de 100 misiles, y los sirios, aparentemente, no han sufrido graves destrozos militares”, asevera. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, “dice que ha cumplido la misión, que supuestamente era enviar a Asad el mensaje de que no debe utilizar armas químicas. Pero también le ha servido a Estados Unidos para probar nuevos misiles, lo mismo que ha hecho Francia. Trump saca pecho, y lo mismo hace el francés Macron, que se presenta a sí mismo como un líder mundial contra las armas químicas”, añade en ese sentido.
En la ONU, los occidentales presentaron una resolución ante el Consejo de Seguridad, que aborda por primera vez de forma simultánea los aspectos químico, humanitario y político del conflicto. Moscú, que empleó 12 veces su veto desde 2011, la acogió con reservas. La intervención de Rusia en Siria desde 2015 dio un giro a la situación y permitió a las tropas de Asad recuperar el control de más de la mitad del territorio, donde viven dos tercios de la población del país.
Tras la reconquista total de la extensa región de Guta Oriental, el régimen se concentra en los reductos del sur de la capital que siguen en manos del grupo yihadista Estado Islámico (EI). Si el régimen derrotara al EI en su bastión emblemático de Yarmuk, Asad pasaría a controlar el conjunto de la capital y de sus alrededores por primera vez desde 2012.
“Para que una iniciativa diplomática funcione, el equilibrio sobre el terreno debe cambiar, si no, el régimen, apoyado por Rusia e Irán, predominará”, apuntó Nabil Khoury, experto estadounidense del Atlantic Council, a la AFP. “Así las cosas, ni siquiera con los últimos bombardeos, Occidente se ha hecho un hueco en la mesa de negociaciones”.
No hay consenso sobre lo que se debió haber hecho al comienzo de la crisis de Siria ni sobre lo que debería hacerse ahora. “Se extienden los debates acerca de si un primer enfoque con más fuerza habría dado un mejor resultado. En Siria hay demasiados intereses en juego como para que las respuestas sean fáciles”, aseguró un análisis del New York Times hace un tiempo. Y desde entonces las cosas no han cambiado y la incertidumbre crece.