Desborde sindical, sin medir consecuencias

Episodios como la “revuelta” popular contra sindicalistas que ocupaban la única estación de servicio de Santa Clara de Olimar, y dejaron sin combustible al pueblo justo cuando se desarrollaba un evento de amplia convocatoria en la comarca; el reclamo grabado y viralizado en Internet de una trabajadora zafral del frigorífico de Salto intentando ingresar a trabajar mientras era detenida por un líder sindical con trabajo seguro y de mínima dedicación en la Intendencia de ese departamento; o la exclamación del intendente de Montevideo –exlíder sindical — de “me tienen podrido” ante la medida de ocupación del sindicato Adeom capitalino del piso en que tiene su escritorio en el Palacio Municipal, son perlas de un collar que tienen como detonante común desbordes sindicales por medidas de fuerza que conllevan un desprecio hacia el trabajador que no comparte sus intereses y hasta por el ciudadano común.
No es nada nuevo, por cierto, en el Uruguay, donde lejos de un “aggiornamiento” respecto a por donde pasan los ejes de la economía y del bienestar de los pueblos, que es la asociación capital-trabajo, la productividad, la distribución de la riqueza como producto del esfuerzo y políticas sociales basadas en atender necesidades pero sobre la base de la contrapartida de aporte del beneficiario para salir de la marginación, hay un sindicalismo que se apoya en maniqueísmos ideológicos congelados en las reivindicaciones de la década del 1960.
Es decir, en la revolución cubana, en la “histórica” lucha propiciada por el marxismo entre los buenos y los malos, en la premisa de que los empresarios son todos explotadores, de que del primero al último de los productores agropecuarios son oligarcas que “esconden la leche” y a los que hay que sacarles sobre la base de la lucha sin cuartel las riquezas que acumulan en bienes y en los dólares depositados muchas veces en el exterior. El mismo sindicalismo que va a Venezuela a abrazarse con Maduro y darle el “respaldo” del pueblo uruguayo, a un gobierno dictatorial que condena al hambre y la miseria a su propio pueblo, para imponer una “revolución” que se pretende importar en nuestro país. Ese sindicalismo que al quitarse la máscara para la foto del abrazo caribeño, demuestra que no busca ni quiere el bienestar del trabajador, porque “cuanto peor, mejor” para alcanzar el objetivo de la dictadura “buena”, esta que llevó al despeñadero a todos los países que la han probado, incluido a la otrora poderosa Venezuela, de la que hoy quedan jirones.
En las últimas horas, como una muestra más de este escenario en el que se manifiesta con dureza la irracionalidad en la relación capital-trabajo y los obstáculos para la creación de la riqueza de que depende la economía, tenemos la situación que se ha dado en la cooperativa láctea Conaprole, donde el sindicato ordenó trabajar a reglamento y con ello enlentece el ritmo normal en los procesos industriales y de venta. El mismo sindicato que impide que la principal industria láctea nacional le entregue a PILI los litros de leche que desesperadamente necesita para poder funcionar, extorsionando a la empresa montevideana para que, si decide ayudar a nuestra industria local, tome decenas de empleados que no necesita.
“No permaneceremos impasibles ante la prepotencia sindical y defenderemos a la Conaprole de todos los uruguayos con todas nuestras fuerzas y las medidas que sean necesarias”, expresaron las gremiales que nuclean a los productores de leche, mediante un comunicado dirigido a la población,
En el documento las mencionadas instituciones señalan iniquidades existentes entre los ingresos que obtienen los empleados de Conaprole y los tamberos, un punto que pocos tienen en cuenta y que por supuesto, al sindicato lo tiene sin cuidado.
Los productores dan a conocer datos sobre remuneraciones e ingresos de los funcionarios de la cooperativa y a los tamberos que remiten diariamente, que es una expresión de la paradoja y desequilibrio en cuando a condiciones de trabajo, beneficios y riesgos. Los 2.000 funcionarios de Conaprole tienen un salario de ingreso de $40.290, salario promedio de $53.720,3 y jornada laboral diaria correspondiente a 6 horas 50 minutos efectivos de trabajo. Otros beneficios son el aporte a la caja de auxilio propia por encima de los aportes al BPS, fondo de retiro, licencias especiales, régimen de pago por antigüedad muy superior al laudo del sector. Son los funcionarios mejor pagos del sector lácteo y por ello es casi nula la rotación laboral, teniendo un 100% de estabilidad en el trabajo. En los últimos cuatro años el crecimiento de los salarios fue del 34%.
A su vez, en el caso de las 2.000 familias de productores –esos a los que tildan de “patrones” y muchas veces critican porque andan en “4×4”– 20% de los remitentes están con sus matrículas en saldo deudor, 50% de los productores cobran $30.000 al mes y con eso deben afrontar su manutención y gastos de los establecimientos. En todos los casos, los productores trabajan los 365 días del año, sin licencia, aguinaldo o salario vacacional. Para subsistir en los últimos años han debido endeudarse fuertemente, estando comprometido hoy un importante porcentaje del producto bruto del sector (más de U$S 300 millones de deuda), en tanto más de 300 productores han debido abandonar el sector en los últimos años.
A ello se agrega que cada año deben enfrentar los riesgos climáticos y la volatilidad de los precios internacionales y como factor agravante de la ecuación, en los últimos cuatro años el precio de la leche al productor no ha aumentado.
Ante “esta situación de profunda inequidad y que, de profundizarse, compromete las bases mismas del sistema cooperativo en cuya fortaleza se basa Conaprole, las gremiales lecheras exigen al directorio de Conaprole no acceder a las exigencias de un sindicato que parece no entender la grave situación por la que atraviesa la lechería uruguaya, que ya ha ocasionado el cierre de tres plantas industriales con la pérdida de más de 600 puestos de trabajo directos y tiene en una profunda crisis a otras tres plantas al día de hoy”, apuntan las gremiales.
Más allá de que en este tipo de conflictos entre partes interesadas, cada uno defiende sus intereses e intenta llevar agua hacia su molino, es evidente que en este escenario los funcionarios de las plantas lácteas de esta empresa –muy bien pagos comparativamente en el escenario laboral del Uruguay– dependen y se apoyan en quienes trabajan duramente e invierten capital de riesgo para producir, en las verdes y las maduras.
Como lo hacen también a lo largo y ancho del país miles y miles de cuentapropistas y titulares de empresas unipersonales que no gozan de los beneficios mencionados en el comunicado, que se financian precisamente con lo que aportan los sectores reales de la economía de la forma que sea. De lo que se trata pues, es de poner las cosas en sus justos términos y no “tragarse la pastilla” de los eslóganes de la reivindicación de la lucha entre los buenos y los malos, entre explotadores y explotados, sino de que el ciudadano asuma con apertura mental que nada se logra sin el aporte en esfuerzo de cada uno en el ámbito que sea, de tratar de entender y negociar con la contraparte.