Vuelta gloriosa

París fue una locura desde el mismo momento en el que la selección de Francia consiguió la Copa del Mundo en Moscú. Y esa locura infinita no cesó sino que, por el contrario, fue creciendo a medida que pasaron las horas.
Y tuvo su punto más alto cuando la selección de Didier Deschamps aterrizó en el Charles de Gaulle proveniente de Rusia, y el capitán Hugo Lloris apareció con el trofeo, seguido por el entrenador.
Cientos de miles de personas acompañaron el recorrido realizado por la delegación, que se sumó a los festejos en un ómnibus de dos pisos.
Carros de bomberos, aviones bordando el cielo con los colores de la bandera francesa. El lento desfile, cargado de adrenalina y festejo a través de los Campos Elíseos colmados por una multitud, fue creciendo en intensidad. Y cerca del Arco del Triunfo, el plantel se subió a un ómnibus descubierto para festejar igual que hace 20 años, cuando Francia se consagró campeona del mundo por primera vez.
El desfile terminó en el Palacio del Elíseo, sede del gobierno nacional. Allí, el presidente Emmanuel Macron, que ya había festejado con los jugadores tras el partido en Moscú, recibió a los futbolistas, que más tarde continuarían los festejos en un hotel parisino.
El plantel (el más joven en disputar una final desde el de Argentina en 1978) recibirá, en fecha a determinar, la Legión de Honor, la más alta distinción francesa, según lo definió Macron, tal y como sucediera con los campeones de 1998, entre los que figura el hoy técnico del combinado campeón en Rusia.
Instituida por Napoleón Bonaparte en 1802, la Legión de Honor es una de las distinciones más conocidas en el mundo, y las entrega el jefe de Estado por “servicios excepcionales” a la Nación, y para recompensar a los ciudadanos (y extranjeros en muchos casos) que se destacan en diversas actividades, entre ellas el deporte.
Como campeones
Más de 100 mil personas recibieron a la delegación de Croacia en Zagreb, donde el seleccionado que se quedara con el vicecampeonato, la mejor posición de los cuadriculados en un Mundial, fueron considerados prácticamente como campeones por parte de los hinchas.
El avión que trasladó a la delegación desde Moscú fue acompañada por dos aviones caza de la Fuerza Aérea croata desde el mismo momento en el que ingresó al espacio aéreo del país. Los jugadores, liderados por el capitán Luka Modric, designado mejor jugador del Mundial, bajaron del avión tras los pasos del entrenador Zlatko Dalic y del presidente de la Federación, Davor Suker, quien portaba una gran bandera nacional.
Una alfombra roja se desplegó para que pasaran los nuevos héroes del país con destino al ómnibus que los trasladó al centro de Zagreb.
En la plaza central se hizo una parada, en medio de 100 mil personas que acompañaban a la delegación.
Los croatas estaban maravillados. La ciudad se paralizó para ver de cerca a los vicecampeones del mundo, a quienes estuvieron tan cerca de lo que ellos consideraban un milagro.
Lo pequeño del país, su dura historia, los pocos meses de trabajo de esta selección, son tan solo algunos puntos que aumentaron todavía más el sentimiento de patriotismo de los croatas.
“En 100 años se hablará todavía de lo logrado por estos jóvenes”, dijo más de un veterano mientras celebraba el segundo puesto junto a los futbolistas, dejando en claro como se considera este segundo escalón mundialista.
Al igual que los jugadores franceses, los croatas serán condecorados por la presidente Kolinda Grabar Kitarovic, quien siguió al equipo a lo largo de todo el Mundial, lo que llamó la atención del mundo entero más allá de su efusividad: se tomó licencia sin goce de sueldo, y se pagó todos los gastos. Tras la final, compartió momentos con los dos planteles finalistas, Macron y el presidente ruso, Vladimir Putin.