Desempleados

Ingenieros, científicos, médicos, profesionales diversos, personas especialistas en distintas actividades, se siguen yendo del país porque acá no hay empleo. Jóvenes y no tan jóvenes se han ido, y otros se lo siguen pensando y proyectando. Es la realidad de esta nación cara y llena de impuestos, ahorcada por un Estado enorme que los últimos gobiernos no han dejado de engrosar. Un gasto fiscal que se ha ido por las nubes y que lo único que ha hecho el gobierno para paliar la situación –sin éxito–, ha sido aumentar la carga impositiva a los ciudadanos.
Según estudios, cerca de 20.000 jóvenes abandonaron el mercado de trabajo en los tres últimos años, al tiempo que no hay proyectos serios para mejorar la educación, punto clave también para avanzar y asentar bases sólidas de crecimiento y puestos de trabajo. Jóvenes desalentados, sin esperanza de encontrar un empleo, analizan como único remedio irse de Uruguay. Al tiempo que los empresarios –socavados a su vez por sindicatos que no miran más allá de sus narices– cierran por culpa de los altos impuestos y costos.
La tasa de desempleo (7,9% a junio pasado) se estabilizó hace ya varios trimestres y dejó de aumentar, pero esto no responde a una estabilidad laboral ya que los puestos de trabajo siguen cayendo: la tasa de empleo viene descendiendo ininterrumpidamente desde 2014. O sea que las personas dejan de buscar trabajo (aunque alguno pueda hacerlo para seguir capacitándose o estudiar). Algo, por cierto, dramático.
La tasa de empleo del segundo trimestre del presente año se ubicó en el 57,1%, similar a la del trimestre anterior pero inferior en 7 décimas a la del mismo período de 2017. Tras alcanzar un pico máximo en 2014, la ocupación viene descendiendo trimestre a trimestre y puede estimarse que se han perdido aproximadamente 45.000 puestos de trabajo desde entonces, considerando promedios anuales móviles, señaló un informe de esta semana de El País.
Otro reporte, divulgado por Deloitte, asevera que el 40% de los empresarios cree que el año próximo reducirá su plantilla laboral. Los márgenes de ganancia van en picada y no quedará otra que recortar personal para seguir en pie, en un contexto de mayor inflación y negociaciones de salarios que nunca son para abajo, porque “siempre hay margen” para aumentar. Ya hay firmas que han enviado trabajadores al seguro de paro o directamente los han despedido. Y los que no, ni piensan en abrir puestos de trabajo y mucho menos reponer las vacantes.
Según el monitor de mercado laboral de Advice, en el primer semestre los avisos de reclutamiento de personal cayeron 17% respecto al mismo período del año pasado. “El contexto no es muy favorable para negociar aumentos de salarios que no estén vinculados a una mejora en la productividad de la empresa. Hoy en día la preocupación de las empresas privadas es que con una economía más lenta, sus márgenes de ganancia están cayendo”, dijo con mucho tino la economista Laura Raffo en Telenoche, quien añadió que la inflación y la suba del dólar le han restado poder de compra a los consumidores. Por ende, hay menos consumo, menos dinamismo en la economía.
El despilfarro del gobierno populista de José Mujica se está pagando incluso en la generación de puestos de trabajo. La bonanza no aprovechada desembocó en los últimos fallidos ajustes fiscales que, ante un diagnóstico correcto, se ha errado en la medicina para sanar el dolor. Cuando se introduce más impuestos y más tarifas a familias y empresas que ya están en dificultades, lo único que se hace es agravar las dificultades. Cuando uno comprime la inversión en una economía, está perdiendo empleo, entonces se agrava el problema en lugar de resolver la problemática.
Lo que uno llega a pensar es que realmente no hay voluntad para torcer esta realidad. Y se busca el camino fácil de sobrecargar a la población para sostener lo insostenible. Es necesario bajar impuestos, bajar tarifas, para generarle mejores márgenes a las empresas para que no despidan trabajadores –e incluso para que tomen más personal– y generar a su vez alivio al presupuesto familiar para que no reduzcan el consumo y que la economía siga marchando.
Ahora que el economista Ernesto Talvi se puso de moda con el lanzamiento de su precandidatura en el Partido Colorado, vale la pena recordar algo que dijo en entrevista con EL TELEGRAFO el año pasado, respecto a cómo controlar el gasto. Propuso que de los 30.000 vínculos laborales que terminan por año en el Estado, por jubilación, muerte, renuncia o finalización de contrato, 8.000 no se repongan por un período de seis años. Esto le ahorraría al país entre 700 y 800 millones de dólares al año.
“De manera que al final de ese período se llegue a tener la plantilla laboral que había al final del primer gobierno de Vázquez, que entendemos es la necesaria y la que el país puede financiar. Y no una plantilla de funcionarios engrosada en 50.000, como ocurrió durante la administración anterior sin que se perciban mejores resultados en ningún rubro, como educación o seguridad”, dijo. Esto tendría un efecto hacia el resto de la economía. Empresas con menos impuestos y más margen para absorber personal y generar puestos de trabajo. Pero, como en muchas cosas, falta voluntad política. Y en este sentido, el Pit Cnt ayuda poco, por cierto.