“La Sociedad vive mejor en términos económicos cuando al agro le va bien”, señaló Luis Giménez

El país genera la mayor parte de las divisas a partir de dos grandes fuentes: el turismo estival y las exportaciones de productos agropecuario y derivados. En general, para el ingeniero agrónomo Luis Giménez “la población no tiene conciencia de que una parte significativa de las divisas generadas en el sector agropecuario son derramadas a la sociedad”.
“En forma directa a los involucrados en el proceso productivo, es decir a los productores agropecuarios y trabajadores del campo y también a las personas que trabajan en los servicios asociados (como los bancos que prestan el capital para la producción, las personas que trabajan en el transporte y almacenamiento de los productos e insumos del agro, en las cooperativas y empresas agropecuarias que venden insumos y compran productos, en los servicios técnicos agronómicos, contables, veterinarios, en las empresas que venden maquinarias y repuestos, en las estaciones de servicio que venden gas oil, lubricantes, etc. etc.)”, mencionó a EL TELEGRAFO el responsable de cultivos de verano de la Estación Experimental “Dr. Mario A. Cassinoni (Eemac) de Facultad de Agronomía.
Además, entiende que “por otra parte el sector derrama divisas en forma indirecta a la sociedad, principalmente a partir de lo que recauda el Estado de las exportaciones agropecuarias y de los impuestos al sector, que luego el propio Estado vuelca a la sociedad en políticas públicas (educación, vivienda, salud, etc.). Y cuando a estos sectores directos e indirectos vinculados al sector agropecuario les va bien económicamente, la economía del país en general crece (basta ver los 10 años en los que los precios de los productos agropecuarios fueron altos 2004-2014)”.
Enfatiza en que “hay un derrame de divisas potente al resto de la sociedad no vinculada al sector, este derrame cuando es elevado produce aumentos en el consumo, en las inversiones y en el trabajo. Las políticas públicas pasaron a ser robustas (se pueden ver en los presupuestos de los años anteriores en educación, salud y vivienda) y los que menos tienen reciben mejores servicios”.
Al reflexionar sobre qué deberíamos hacer después de las dos últimas zafras de soja en el país, explicó que “los cultivos de verano realizados mayoritariamente en secano se han transformado desde hace 16 años ya, en los de mayor importancia en área sembrada y la soja en particular desde hace 15 años es el cultivo más importante económicamente del país y uno de los rubros que provoca los ingresos mayores por exportaciones conjuntamente con la carne vacuna, la celulosa, la leche y el arroz”.

¿Qué sucedió?

El docente e investigador, sostiene que en las dos últimas temporadas agrícolas 2016 y 2017, “se produjeron algunos fenómenos que parece bueno relacionar y reflexionar como país”.
De acuerdo a las estadísticas oficiales del MGAP-DIEA en el año agrícola 2016 “se sembraron 1.089.000 hectáreas de soja, se produjeron 3.212.000 toneladas de grano y se logró un rendimiento nacional de 2.951 kilos por hectárea, siendo este rendimiento de soja el más alto de la historia desde que se tienen registros oficiales del cultivo, es decir desde hace 55 años”.
Recordó que en la temporada 2017, “las estadísticas fueron muy distintas, excepto en la superficie sembrada que fue similar al año anterior, se sembraron 1.098.600 ha de soja, se produjeron 1.334.000 toneladas con un rendimiento promedio de 1.214 kg/ha”.
Este rendimiento de 2017 no es el más bajo de la historia, “porque hay registros de 301 kg/ha en el año 1964, pero sí es el rendimiento más bajo de la historia “nueva” de la soja en el país, que se instaló a partir del año 2001, en que hubo cambios significativos en el cultivo hasta terminar transformándose en el más importante del país y de la región, ya que la soja también es el cultivo de mayor área e importancia económica de Argentina, Brasil, Paraguay y Bolivia”, dijo. Y no solo eso, “esta región del Cono sur de América latina sumada, es la que produce el mayor volumen de grano de soja del mundo, superando incluso a Estados Unidos que es el país de mayor producción mundial”.

Como explicar los resultados

Giménez aclara que entre las temporadas 2016 y 2017 “no hubo cambios tecnológicos significativos que argumenten estos resultados, se continúa utilizando la misma tecnología en relación a variedades, fertilizantes, agroquímicos para el control de malezas, plagas y enfermedades”. Asimismo, agrega que no hubo cambios en la región de siembra “y por ende en los suelos sobre los que se realiza soja, continúa siendo el litoral del país la región en que se desarrolla más del 80% del cultivo y tampoco se destacan cambios en los productores agrícolas”.
Manifestó que la soja crece y desarrolla su ciclo entre los meses de noviembre y abril aproximadamente. “Se constató que durante los meses de noviembre hasta enero inclusive, en las dos temporadas analizadas, las precipitaciones fueron relativamente similares en Paysandú, incluso en enero que es el mes más cálido del año, las lluvias en Paysandú fueron superiores en la temporada 2017 que en la 2016. La gran diferencia estuvo en el mes de febrero, en la temporada 2016 las precipitaciones de febrero fueron cuatro veces superiores al promedio, sumaron 462 mm y en cambio en la temporada agrícola 2017, en febrero de 2018 llovió sólo 10 mm”.
El técnico subrayó que “habitualmente durante el mes de febrero, se ubica el periodo más crítico de la soja, es decir la etapa del ciclo más importante en la determinación del rendimiento. En la temporada 2017 en Paysandú y en el resto del país, esa etapa se desarrolló prácticamente sin agua en el suelo, además en el mes de marzo también llovió muy poco, 50 mm, y las sojas de segunda ubican el periodo crítico en el mes de marzo. Pero el problema central estuvo en febrero, esto es lo que justifica este magro rendimiento promedio nacional de apenas 1.214 kg/ha.”.
Por tanto, para Luis Giménez “faltaron en la producción nacional aproximadamente 1.100.000 toneladas de soja, en relación a los rendimientos promedio de 2.100 kg/ha que tuvo el país en los últimos 10 años. Si comparamos con el año 2016 faltaron casi 2.000.000 de toneladas de grano, pero esta comparación es errónea, ya que es muy difícil en secano, volver a repetir estos rendimientos. Y si hacemos los números estas lluvias escasas principalmente de febrero de 2018 provocaron la falta actual de más de 450 millones de dólares en el país (esta cifra depende del precio que se tome la tonelada del grano de soja que es relativamente variable entre meses)”, dijo.
En una economía chica como la uruguaya, “450 millones de dólares es mucho dinero”, indica, “y es a nuestro entender uno de los factores que explica la situación económica actual del país. La escasez de dinero circulante, las escasas inversiones, las bajas en el consumo, la menor inversión del Estado (rendición de cuentas mediante) que recauda menos y eso resiente las inversiones en educación, vivienda, salud, esto no parecen ser decisiones políticas programadas, ya que el gobierno es el mismo, por tanto la explicación más firme es la falta de producción producida por la sequía”.
Sostiene que la tendencia descendente de la economía “es notoria desde hace unos años y esto también tiene que ver bastante con la soja, pero no por baja en la producción, sino en este caso por un descenso del precio internacional que varió desde 2013 a 2018 de U$S 500 a U$S 330/ton, respectivamente”.
Y en relación a la última sequía “mostramos los números de la soja”, expresa el profesional, “pero también hubo daños en otros sectores agropecuarios como la lechería, la ganadería y otros rubros agrícolas. Pero hablamos de la soja porque hay sostenidamente más de 1 millón de ha. de soja en el país y la economía nacional y de la región actualmente dependen mucho de la producción de este grano”, expresó.