“No comamos bombones”

“Nos pasamos por las partes dos plebiscitos para votar ese mamarracho. Los que impulsaron la ley no escucharon a nadie, ahora deberían hacerse cargo de haber conducido ese desastre”, dijo el entonces senador Eleuterio Fernández Huidobro, en abril de 2011, cuando tuvo que votar por disciplina partidaria un nuevo proyecto para anular la Ley de Caducidad, luego que el tema fuera saldado por la ciudadanía en dos consultas populares (1989 y 2009). Y antes de renunciar a su banca, remató: “Nos vamos de esta casa a multiplicar nuestra militancia. No comamos bombones que adentro lo único que tienen es una trampa”.
Ahora, la historia vuelve a repetirse pero con la aprobación en la Cámara de Senadores del proyecto de ley que permite el voto a los uruguayos radicados en el exterior. Sin embargo, el 25 de octubre de 2009 se plebiscitó en esas elecciones presidenciales, una reforma constitucional a fin de modificar esa realidad, a la que nuevamente la ciudadanía negó los votos necesarios para su aprobación. Una muestra más de que la izquierda –al menos buena parte de ella, la que “manda” de verdad, aunque sean minoría– es demócrata cuando la democracia le es funcional, y no tienen descaro en pisotear la decisión popular si los votos no acompañan sus objetivos.
Aunque se han preocupado por aclarar que, en caso de aprobarse, la iniciativa no se pondrá en práctica en las próximas elecciones de 2019, vuelve a aplicarse nuevamente en apuro legislativo con la imposición de una mayoría con mano de yeso, que desconoce la posición de los constitucionalistas consultados acerca de la necesidad de mayorías especiales para aprobar modificaciones electorales. La fuerza política en el gobierno busca con desespero su prolongación en el poder y sostiene –por lo bajo– un axioma autoimpuesto y es que los compatriotas residentes en el exterior son afines al oficialismo, por tanto, allí encontrarán los votos necesarios para su permanencia. La oposición, por su lado, especula con lo mismo. No obstante, las consideraciones especiales son otras y atraviesan la Carta Magna, tantas veces desatendida.
Es que con relación a este proyecto, ya hubo varios intentos: un proyecto consular presentado en el año 2000, una reforma constitucional del entonces senador socialista José Korzeniak en 2004, una recolección de firmas impulsada por el entonces legislador Carlos Pita y los dos plebiscitos mencionados. En 2005, cuando el gobierno frenteamplista asumió el gobierno, presentó en el Parlamento una iniciativa que habilitaba el voto desde el exterior y resultó negativo. Aunque tenía las mayorías, el oficialismo no llegaba a los tres quintos necesarios para las modificaciones de un régimen electoral. Es decir que, a pesar de los reiterados intentos, resulta negativa, sin embargo, hay que insistir. Y si claramente la historia se repite, entonces las palabras del presidente Tabaré Vázquez recuerdan aquella ocasión cuanto citó al Papa Benedicto XVI: “las mayorías no siempre tienen razón”. Y en este Parlamento se ejercita como una gimnasia, porque el “pueblo” es “pueblo” si es de izquierda, los otros son solo adversarios que no cuentan.
El proyecto interpretativo que votaron los senadores, modifica los artículos 77 y 81 de la Constitución, donde expresa que “el hecho de residir fuera del país no obsta al ejercicio de los derechos y obligaciones inherentes a la ciudadanía” y crea una comisión honoraria que elaborará un proyecto e informe normativo, para analizar alternativas jurídicas que instrumenten el voto de los uruguayos en el exterior y así lo remitirá al Parlamento.
Ahora la oposición va por la presentación de un recurso de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte de Justicia. De hecho, a fines de julio el constitucionalista Ruben Correa Freitas, se mostró contrario al primer artículo del proyecto de ley, en tanto se interpreta “algo que no es necesario interpretar”. Y fue más allá, en tanto en la versión taquigráfica, el experto precisó que la iniciativa “le quiere hacer decir a la Constitución lo que la Constitución no dice. Es claramente una disposición que la modifica en ese aspecto y por ello considero que es una norma claramente inconstitucional”.
Ante tantas consultas e iniciativas presentadas que no resultaron aprobadas a lo largo de los años, parecía que el asunto estaba laudado. No obstante, aparece ahora en el anteúltimo año de la gestión de Vázquez, en el marco de una Rendición de Cuentas que no promete nada sino que quita recursos, donde la generación de empleo –que debería ser el tema preocupante– no se aborda ni en las tapas. Es un año de investigadoras parlamentarias sobre irregularidades en ASSE con negociados en la salud y una estafa al Fonasa, el procesamiento sin prisión del exvicepresidente Raúl Sendic y la polémica sobre el uso de las tarjetas corporativas. El excesivo acomodo en distintos ámbitos del Estado, cuando esa forma de acceso a los cargos públicos en otras administraciones se cuestionaba duramente; el incremento de las cifras de la delincuencia o, mejor dicho por el senador José Mujica, de los “burgueses apresurados” que no tienen complejos de tirotearse en cualquier lado, aunque eso le lleve la vida a trabajadores que esperan un ómnibus para ir a sus trabajos. O de las polémicas que genera el nuevo Código de Proceso Penal, que aparece como el origen de todos los males, cuando el oficialismo impulsó y aprobó las reformas que hoy se cuestionan desde el Poder Ejecutivo.
Y así se pueden detallar varios escenarios a los que urgía sacar del foco de atención y mantener a la audiencia entretenida con otro tema, como si los mencionados no alcanzaran para darse cuenta que esta maniobra de distracción manosea –otra vez– a la Constitución de la República.
En Paysandú, junto a la región litoral y el norte del país, preocupa el desempleo y la alta informalidad. Esa realidad que se vive a varios kilómetros de distancia de donde se cocinan “las prioridades”, nos hacen sentir en una republiqueta que desoye el mandato popular y legisla a su antojo, con palabras rimbombantes y ansias de protagonismo de legisladores y legisladoras, que entran en competencia a ver quién tiene el discurso más alto.
Pero, yendo al fondo de la cuestión, si le preocupa tanto al oficialismo el voto de los uruguayos en el exterior, deberían cuestionarse las razones por las cuales hay compatriotas que se siguen yendo, incluso vuelven a irse aquellos que retornaron con la esperanza de las posibilidades que brindaba el país de la “década ganada”. Porque así la vendieron aquellos que prefieren “comer bombones” a pesar de las trampas.