Riqueza natural y cultural

Uruguay cuenta 15 áreas integradas al Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP) a lo largo de todo el territorio nacional. En estos lugares se prioriza la conservación de las áreas naturales y el desarrollo, promoviendo el uso responsable de esos espacios y la preservación de su riqueza natural y diversidad biológica así como sus valores culturales asociados.
El Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP) está cumpliendo diez años y se ha transformado en una herramienta fundamental para conciliar el cuidado del ambiente –en particular de la diversidad de paisajes, ecosistemas, especies y elementos culturales– con el desarrollo económico y social del país, apostando a generar oportunidades para las comunidades locales y la sociedad en su conjunto a través de la recreación, el turismo, la educación, la investigación y el desarrollo de actividades productivas compatibles con la conservación.
Las quince áreas que integran el sistema son el Paisaje protegido Quebrada de los Cuervos (Treinta y Tres), Parque Nacional Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay (Río Negro), Parque Nacional Cabo Polonio, Paisaje protegido Laguna de Rocha, el Parque Nacional San Miguel y Área de manejo de hábitat y especies Cerro Verde e Islas de La Coronilla (estas cuatro en Rocha), Área de manejo de hábitats y especies Laguna Garzón (Maldonado – Rocha), Paisaje protegido Valle del Lunarejo (Rivera), Paisaje protegido Localidad Rupestre de Chamangá y Monumento natural Grutas del Palacio (estas dos en Flores), Área protegida con recursos manejados Montes del Queguay (Paysandú), Área de manejo de hábitat/especies Rincón de Franquía (Artigas), Área protegida con recursos manejados Humedales de Santa Lucía (Canelones, Montevideo, San José), el Área de manejo de hábitats y especies Esteros y Algarrobales del Río Uruguay y el Parque Nacional Isla de Flores (Canelones, Montevideo).
En conjunto, suman 279.516 hectáreas, es decir, menos del 1% del territorio nacional (0,878%) entre superficies terrestres y marinas. No obstante, esta baja cobertura de superficie, el porcentaje de “ecorregiones” integradas es del 86% del total del país, el de unidades de paisaje supera el 90%, los ecosistemas amenazados integrados alcanzan el 44% y el porcentaje de especies prioritarias para la conservación representadas llega al 38% del total. Esto significa que a pesar de ser todavía un sistema pequeño, la representación de elementos significativos es muy alta fruto, como señala el SNAP, de un trabajo que se hace con criterios científicos y metodologías modernas y adecuadas. En estos días el SNAP inició en el área Protegida de Montes del Queguay la conmemoración de la primera década de existencia del sistema con una plantación de ejemplares de especies de la flora nativa en los alrededores del Centro de Visitantes del área protegida Montes del Queguay. Se trata de especies de árboles que se encuentran en la zona (como el timbó, ombú, arrayán, canelón, ibirapitá, espinillo, chalchal, guayabo, viraró, pitanga, arazá, higuerón, palo amarillo y coronilla), los cuales además del aporte que en sí mismos significan, contribuyen a la puesta en valor de las raíces indígenas de la zona, convirtiéndose entonces en elementos simbólicos de una memoria natural que recuerda el pasado y los primeros pobladores de los referidos montes.
Estas acciones, aunque pequeñas, son significativas y contribuyen a la sensibilización y puesta en valor de la riqueza de las áreas protegidas a la vez que significan un llamado de atención respecto a la necesidad de cuidarlas.
En este sentido, cabe señalar que en la última década han sido importantes los avances en materia de consolidación de las áreas protegidas del país, no solo a través de la incorporación de nuevas áreas en diversos lugares del territorio nacional sino también con el establecimiento de vínculos con las comunidades locales y el trabajo de puesta en marcha de planes de gestión.
El Sistema, que acaba de cumplir 10 años, se ha venido fortaleciendo como una herramienta significativa para la conservación de los ambientes naturales, lo cual no es incompatible con ofrecer múltiples posibilidades de disfrute y recreación en conexión con la naturaleza durante todo el año para visitantes ávidos de actividades vinculadas con el turismo de naturaleza, el deporte y la recreación.
Un claro ejemplo lo tenemos justamente en Montes del Queguay donde no solo hay emprendimientos productivos en el área sino que el Ministerio de Turismo ha realizado inversiones importantes –por ejemplo mediante la construcción de un Centro de Visitantes– que contribuye a dotar a la zona de infraestructura necesaria para recibir turistas. A su vez, la población local también ha sabido desarrollar una oferta de servicios turísticos que involucran al área protegida como uno de sus atractivos principales para aquellos turistas que buscan vivir experiencias asociadas al disfrute y el conocimiento de la naturaleza o la práctica de deportes en espacios naturales.
No es fácil que la población de un lugar se involucre fuertemente en causas vinculadas con temas como la ecología y la diversidad biológica cuando el tema en cuestión no conlleva directamente una amenaza o peligro contra el bienestar humano. Sin embargo, fue la comunidad de Guichón la que impulsó el ingreso al SNAP y buscó apoyo para que se hicieran estudios académicos y científicos que evaluaran esa posibilidad, gestiones que finalmente dieron su fruto y hoy esta área es una de las ofertas más atractivas del turismo en nuestro departamento en complementación con el termal, también presente en la zona.
Evidentemente queda mucho por hacer todavía para la consolidación de los planes de gestión y manejo en todas las áreas protegidas, dotando a los guardaparques de los instrumentos necesarios para su trabajo diario y la atención de emergencias y continuar con la sensibilización de las comunidades locales y los visitantes para el desarrollo de actividades compatibles con la conservación. También será necesario desarrollar instrumentos de fortalecimiento de los actores sociales locales y la atención a temas ambientales referidos al cambio climático o la contaminación generada por el uso productivo de suelos y territorios cercanos que puedan afectar cursos de agua, los cuales constituyen nuevos e importantes desafíos cuya atención no se puede postergar en aras de la preservación de la biodiversidad y el patrimonio natural y la optimización de las acciones humanas para un desarrollo sostenible.