Solicitada

LA BANCARIZACIÓN, LAS TARJETAS Y EL BROU
Desde la aprobación de la ley progresista de “inclusión financiera”, bien llamada en el decir popular como bancarización, se han sucedido a nivel nacional y departamental acontecimientos diversos al respecto. Lo primero que merece crítica es su carácter compulsivo. Va contra el uso del dinero en efectivo y obliga el uso de las tarjetas de plástico, crédito o débito. En lo particular, no estoy en contra del uso de las tarjetas, las uso desde hace más de 25 años. Pero las uso cuando yo quiero y como me conviene. No cuando al señor presidente de la República, su ministro de Economía, el abanderado de “la misión tarjetas” señor Vallcorba y el directorio del “Banco Polgar” me lo impone. Y nada tendríamos que objetar hoy si su uso fuera voluntario, o sea, optativo de acuerdo con la circunstancia en que me es necesario el uso de mi dinero.
Desde que comenzó la discusión parlamentaria de esta ley, la oposición formuló críticas muy concretas y acertadas que iban al fondo del asunto. Esta ley reporta grandes ganancias a los bancos. Se les ha dado una regalía a los mismos bancos que hasta hace unos años todos los sectores de la izquierda nacional decían que eran los tentáculos opresores del imperialismo, el capitalismo, la oligarquía y otros demonios maldecidos.
Obligar a cobrar los salarios a través de los bancos significa que todos los empleadores depositen la masa dineraria del pago de sueldos, salarios, aguinaldos y licencias en un banco, con el tiempo suficiente para que los trabajadores puedan cobrarla en tiempo y forma en un cajero mediante una tarjeta. El senador José Carlos Cardoso, del Partido Nacional, expuso en aquellas discusiones parlamentarias que esa masa dineraria representaba unos 30.000 millones de dólares, que irían a guardarse en las arcas de los bancos, desde donde saldría fraccionada hacia los bolsillos de los trabajadores. En una palabra: la suma de los saldos que se demoren en cobrar en un mes y los sucesivos meses produce un fondo dinerario que esos bancos usarán en su beneficio. O sea, van “a jinetear la plata”. Su plata. Que su patrón está obligado por ley a depositarle en el banco. Una montaña de plata que antes no les ingresaba en esa desbordante cantidad.
Cuando era presidente el señor José Mujica, hizo una gira por EE. UU. y fue a visitar a las megaestrellas “del imperialismo y el capitalismo salvaje mundial”. Allá por Wall Street anduvo a los abrazos con David Rokefeller y George Soros. Y parecería que además de recibir “aceite” para que Uruguay se convirtiera en un campo experimental sobre cómo drogarse con marihuana en forma legal, también trajo como “insumo” para el frente político “progresista” la receta de la bancarización obligatoria para todos nuestros trabajadores.
Por ahora, el resultado es que aumentó el consumo de droga y los bancos, ¡totalmente agradecidos! Si esos bancos fueran de capitales nacionales, la cosa sería distinta. Pero el único banco nacional que queda es el Banco de la República, que si fuera eficaz y eficiente, podría decirse que gran parte del negocio queda entre nosotros.
Pero no se distingue por ser eficaz ni eficiente y lamentablemente juega al achique. Por lo tanto, estamos ante una entrega obsequiosa a los bancos extranjeros para que hagan un formidable negocio, con por lo menos la mitad de la plata de los trabajadores. Unos 15.000 millones de dólares. La banca extranjera lucrando a costa de los trabajadores uruguayos. ¿Qué diría Emilio Frugoni?
Además de lo anterior, está el gran negocio de las innumerables tarjetas de crédito y débito, de las que muchas son de los bancos que aplauden “entarjetando a un pueblo”, junto a cooperativas que no se distinguen por su espíritu solidario. Si usted compra con tarjetas y cuando le viene la liquidación mensual, paga el total, no tiene problema. Pero el peor negocio que se puede hacer con las tarjetas es dejar saldos sin pagar. Algunas de ellas, con letra microscópica, le indican las tasas de interés que cobran sobre lo que deja sin pagar.
En pesos anda alrededor del 80% y en dólares, del 8%. Los bancos (y algunas cooperativas), que a esos intereses leoninos no conseguirían clientes, se los cobran a cientos de miles de tarjetas sobre los saldos impagos, que se convierten en cada vez más difíciles o imposibles de pagar. Y si ven que usted zafó, lo llaman para ofrecerle nuevamente plata para volver a tenerlo de rehén. Un comunista me dijo un día que eso era “el debe” más grande que tenía el Frente Amplio en el Gobierno.

El BROU local

Si la intención de la ley fue que la gente no ande con el dinero encima, aquí se consiguió a medias. La flamante sucursal de la nueva terminal tiene un patio con puerta directa a la calle donde están los cajeros y buzoneras para depósitos con y sin sobre. Casi siempre hay cola y si va a hacer un depósito sin sobre, tiene la plata en el bolsillo… o en la mano. Anda con el dinero encima y a la vista.El local de la sucursal del BROU tiene una puerta de acceso que da a ese patio y la guardia policial está dentro de la sucursal. O sea que en el patio donde está la cola no hay guardia. Si va a mediodía a depositar, tenga en cuenta que la provisión de dinero a los cajeros la hacen en horas de atención al público y las pantallas, mientras eso pasa, le piden perdón en inglés, o sea que la mayoría no sabe que le dicen. Mucha gente que no sabe cómo funcionan las máquinas entra a la sucursal a preguntar, de modo que en la mesa de “informes” se forma cola. La funcionaria de informes, a su vez, tiene que salir a explicar en el patio cómo hacer mayoritariamente los depósitos. Eso sí, sacaron dos máquinas que eran para obtener los últimos movimientos de cuentas. Nunca anduvieron. ¿Serían de adorno?
Y para completar, le cambiaron los números de cuenta a todos los clientes. Además, los estados de cuenta dejaron de tener la columna de los saldos. Se perdió uno de los datos importantes, porque usted se va sin saber lo que le queda en la cuenta. Mal diseñado quizás. ¡Lástima que las innovaciones de software costaron 110 millones de pesos!
Ing. RamónAppratto Lorenzo