Si al país le va bien, a los trabajadores les va bien

El ministro de Trabajo y Seguridad Social, Ernesto Murro, seguramente debe sentirse muy contrariado. Un secretario de Estado proveniente del ámbito sindical, con sus inicios en el gremio de la madera (Soima), hoy modera su discurso ante un colectivo al que conoce demasiado bien, como es la interna sindical, y a la vez, debe sostener un mensaje de corrección política porque integra el Poder Ejecutivo.
Es que el viejo refrán se confirma y como “no hay peor astilla que la del mismo palo”, es un cuesta arriba diario y mucho más, en un año con Consejos de Salarios.
Ayer cuestionó las medidas adoptadas por la Unión Ferroviaria, que la semana pasada dejaron sin efecto la inauguración del tren que unirá Montevideo con Empalme Olmos.
Ahora preocupa que la primera medida sindical sea el “piquete”, así como también se lamenta que tras la firma de “un buen acuerdo”, los trabajadores de Conaprole y la empresa se volvieron a distanciar. Es que Murro creyó que “cuando firmamos el acuerdo las dificultades estaban resueltas”.
Antes había dicho que hay empresarios y dirigentes políticos que no quieren negociar ni reconocer derechos laborales e incluso aseguró que agrandan el problema del desempleo con fines políticos y pedirle más cosas al Estado. Si esto fuera así, entonces los números del Instituto Cuesta Duarte, que integra el Pit Cnt, están “inflados” cuando asegura que el desempleo en Paysandú está cercano al 12%, con una informalidad del 32% o en Salto por encima del 14% y el informalismo arriba del 36%. Y una preocupación que se manifiesta en las movilizaciones, cuando reclaman mayores inversiones en obras públicas ante una realidad obvia, al menos a nivel local. Sin embargo, los discursos presentados en Montevideo durante las últimas movilizaciones, estuvieron exentos de una visión panorámica de la región porque el mensaje fácil y tribunero se enfocó en los gobiernos actuales de Argentina y Brasil. Son frases que, sin duda alguna, arrancan los aplausos dela hinchada presente. Claro que no hubo alusión alguna a la etapa kirchnerista, ni a las investigaciones judiciales por una corrupción generalizada ni al entramado de coimas que llega hasta la expresidenta Cristina Fernández.
En el aspecto nacional, la veta que se sigue de manera continua –y aún da resultados, pero quien sabe hasta cuando– es la costumbre de agitar fantasmas con respecto a la clase dominante que representan los partidos tradicionales, con quienes “todo está en peligro”. Y la continua falsificación de la historia reciente –que también da buenos réditos– hasta que alguien se resuelva a parar la mano porque se habla de regímenes que nadie quiere, como si fueran a reinstalarse mañana.
La infantilización de las reseñas, la falta de madurez en algunos reclamos y la maldita costumbre de referirse a la historia como un planteo de los buenos contra los malos, lleva a que ni el gobierno amigable entienda qué es lo que quieren. Y que, más temprano que tarde, aburran de tal manera que no haya una respuesta multitudinaria en las movilizaciones, tal como ocurre a nivel departamental. O faltan liderazgos, o no convencen los resultados de las movilizaciones o es muy difícil hacerle un paro al Frente Amplio, pero las movidas no son como antes.
Por eso, cada vez más inversiones uruguayas se instalan en la región, como por ejemplo Paraguay. A una hora y media por avión, encuentran la posibilidad de diversificarse en distintas áreas y el empresariado lo sabe, porque está allí desde al menos una década. La embajada uruguaya tenía una lista con 53 empresas compatriotas en 2016, pero dos años después se contabiliza el doble de inversiones.
¿Y cuáles son los atractivos? En primer lugar el consumo, porque no es una población envejecida, y en segundo lugar no los “matan” con los impuestos. La presión impositiva se basa en el denominado “triple 10”, distribuido en 10% de IVA, 10% de impuesto a la renta empresarial y el restante en impuesto personal.
Todo esto sin problemas con los sindicatos, y donde ganar dinero todavía no está mal visto, tanto por empleados como por el Estado. Y aunque no sea una panacea porque seguramente alguien gritará que hay flexibilidad en el mercado de trabajo o desregulación laboral, dicha realidad ha planteado un escenario competitivo para empresas y trabajadores. De hecho, la Corporación Nacional para el Desarrollo firmó en setiembre del año pasado un convenio para extender sus servicios en Paraguay.
Por eso es necesario salir de la burbuja, dejar de vivir en un mundo paralelo y someter la cantinela al detector de la realidad que invisibiliza de manera continua y adrede a las pequeñas y medianas empresas, sobre las cuales pesa la mayor carga fiscal, no tienen exoneraciones ni se encuentran en zonas francas, pero son la principal fuente de empleo en el país. Rompe los ojos que no expanden sus inversiones porque la incertidumbre es grande y los costos de funcionamiento que exige su principal socio, o sea el Estado, le impiden mayores ganancias.
Sin embargo, el discurso sigue centrado en “las cuatro por cuatro”, cuando claramente es intencional ese reduccionismo habitual para zanjar cualquier discusión entre el capital y el trabajo. Y es más fácil aún centrarse en el ámbito privado, cuando el Estado incrementa sus funcionarios públicos y, por tanto, eleva el gasto que deben pagar todos los uruguayos. Porque aunque se diga que se incorporaron efectivos policiales o nuevos docentes, en todo caso ni mejoró la seguridad ciudadana ni los resultados educativos. Incluso se deben sumar los contratados, las oenegés compañeras, las empresas públicas que funcionan bajo el derecho privado con salarios astronómicos y una larga lista de favores que se pagan con el ingreso a la función pública.
Por eso es discutible el eslogan que asegura que “si a los trabajadores les va bien, al país le va bien”, en tanto no son miembros separados que actúan con independencia. Ambos forman un mismo cuerpo y poner la carreta delante de los bueyes, nos muestra otros resultados.