Desprotegidos

La inseguridad campea en el país. Se profundiza. Hay récord de homicidios desde que existen registros en Uruguay. La población se siente desprotegida, los policías se sienten que están con las manos atadas y el delincuente siente –y razona– que tiene todo por delante para acometer sus crímenes. Y desde el gobierno no llegan señales, por más buena tecnología y preparación con que cuentan las fuerzas del orden en la actualidad. Si no hay una política de combate a los malvivientes, difícilmente puedan servir todos los implementos más modernos. Pero la política va en otro sentido, de “prevenir el delito”, tratando de disuadir al delincuente para que no lo cometa. Un claro ejemplo es la actual disposición del ministerio del Interior de que los móviles policiales circulen siempre con las luces de emergencia encendidas. De esta forma el delincuente sabe a la distancia por dónde viene el patrullero, y se abstiene de delinquir por un momento. Como es obvio eso no alcanza para disuadirlo completamente: solo sirve para que la Policía se evite el trabajo de perseguirlo y detenerlo.
Y los números cantan. Desde el 1° de enero de 2018 hasta la tarde del 22 de noviembre hubo 351 homicidios en todo el país, según datos manejados por la Fundación Propuestas (Fundapro). Todo un récord de muertes en Uruguay y aún falta más de un mes para culminar este 2018.
En 2017 fueron asesinadas 283 personas en Uruguay y en 2016, 268 individuos, cifras menores respecto a 2015 cuando se registraron 293 homicidios, según datos del Observatorio Nacional de Violencia y Criminalidad del ministerio del Interior. Pero, como salta a la vista, este número ya ha sido superado por el actual conteo que, seguramente, se incrementará de aquí a fines de año.
“Tenemos más de un muerto por día y es probable que el cierre del 31 de diciembre indique que en este año hubo más homicidios que días”, declaró el director de Fundapro, Guillermo Maciel. La organización estima que la tasa de homicidios pasó de 8,1 de 2017 a 10,3 en lo que va de 2018. No obstante, Fundapro estima que al final del año se llegará a una tasa de 11, de acuerdo al propio Maciel.
En el espectro regional, nuestro país avanza hacia el abismo de la violencia generalizada. América Latina es una de las regiones más violentas del mundo pero presenta realidades dispares. En términos históricos, Uruguay siempre presentó niveles de criminalidad moderados. No obstante, según los nuevos números, Uruguay se está acercando a países como Paraguay y se está alejando de los mejor posicionados de la región como Argentina y Chile. Venezuela, con su profunda crisis, es la nación que presenta las peores cifras y es un espejo en el que no queremos vernos reflejados –aunque dentro del partido de gobierno haya muchos que no lo vean tan mal–.
Pero hablemos de un caso de éxito del que quizá se puedan tomar algunos aspectos para mejorar y encarar esto como corresponde. Ese caso de suceso es el de Nueva York, donde los tiroteos en Manhattan o los asaltos en Central Park forman parte cada vez más del pasado. La ciudad pasó de ser una pesadilla violenta a modelo de seguridad.
Acá los números también cantan. La ciudad más poblada de Estados Unidos tuvo 290 homicidios en 2017 según datos oficiales, la cifra más baja desde 1951, cuando comenzó a llevar registros comparables. Si se miden con 2016, los asesinatos en Nueva York cayeron 13,5%, y si se equiparan con el nivel de población, la tasa de homicidios de 2017 fue de 3,4 cada 100.000 residentes, bien lejos de los 30,7 que hubo en 1990, y 3 veces menos que en Uruguay. “Esa caída no la experimentó ninguna otra gran ciudad”, comentó Franklin Zimring, experto de la Universidad de California en Berkeley y autor del libro “La ciudad que se hizo segura: lecciones de Nueva York para el crimen urbano y su control”, en una entrevista con BBC Mundo. Más aún, en esta metrópoli de 8,5 millones de habitantes también bajaron los tiroteos, los asaltos, los robos y los arrestos.
¿Cómo lo lograron? Uno de los cambios que acompañó la mejora de la seguridad en Nueva York estuvo en el incremento de al menos 35% en la cantidad de policías en la ciudad entre 1990 y 2000, cuando superó los 53.000 funcionarios según datos oficiales. Se trató del mayor aumento numérico de policías que hubo en esa década en cualquier ciudad de Estados Unidos con más de 250.000 habitantes. La diferencia fue más significativa en algunas áreas: el número de policías de narcóticos creció más del doble en Nueva York esa década.
Claro que una mayor cantidad de policías en las calles está lejos de garantizar una baja del crimen. Pero en el caso de Nueva York, eso fue acompañado por un cambio clave a nivel tecnológico. Entraron sistemas computarizados para que el jefe de policía supiera dónde se desplegaban los uniformados, dónde se cometían los crímenes y qué impacto tenía el despliegue policial en las tasas de criminalidad.
Policías y tecnología ha sumado la policía uruguaya, y en ese sentido se va por buen camino. Lo que ha hecho hincar el diente a las fuerzas de seguridad de Nueva York ha sido la estrategia para atacar el crimen. Hay quienes asocian el fenómeno a la “tolerancia cero” o la “teoría de las ventanas rotas” que autoridades de la ciudad reivindicaron en el pasado. Pero no se puede reducir 83% la tasa de homicidios yendo a barrios marginales en declive; se debe acudir donde están ocurriendo los homicidios. Y eso es exactamente lo que hicieron, dicen los expertos. Ni más ni menos. En esta misma línea acabaron con los puntos de venta de drogas que había en diferentes espacios de la ciudad, lugares que contribuían a la violencia y aumento de homicidios.
Y estamos hablando de una ciudad que triplica en población a Uruguay. No puede ser que, con un poco de voluntad, no se pueda lograr vivir en paz y estar protegidos.