Espacio público y “ciclo” inclusión

La necesidad de disminuir la congestión vehicular y los accidentes de tránsito en zonas urbanas así como de contemplar los diferentes modos de movilidad de la población está enfrentando a varias ciudades latinoamericanas a importantes desafíos en cuanto a la creación y rediseño de infraestructuras para los sistemas de transporte, encaminándose hacia soluciones más equitativas e inclusivas así como de mayor seguridad y eficiencia en cuanto a recursos económicos, energía y sustentabilidad ambiental.
La bicicleta se ha convertido en uno de los medios de transporte más recomendados por las campañas de promoción de salud, dado que favorece el ejercicio físico, permite un desplazamiento ágil y favorece el cuidado del medioambiente.
En Uruguay existe poca información sobre el uso de este medio de transporte por parte de la población y los estudios existentes se concentran en Montevideo –que posee un parque de bicicletas públicas y 36 kilómetros de bicisendas- y el área metropolitana.
En este sentido, la Encuesta de movilidad del área metropolitana de Montevideo 2016, identificó que en la capital un tercio de las personas realiza viajes a pie y en bicicleta (movilidad activa), mientras que dos tercios hace viajes motorizados (auto, moto, ómnibus) y que fuera de Montevideo existe una mayor proporción de viajes en moto (cinco veces superior) así como de viajes en bicicleta (tres veces superior).
En lo que respecta a siniestralidad vial, de acuerdo a las últimas estadísticas oficiales, es más seguro circular en bicicleta que a pie o en moto: en 2017 los ciclistas lesionados en accidentes en Uruguay fueron apenas un 5,2% del total de lesionados, en tanto que hubo un 11% de peatones, un 20% de conductores de autos o camionetas y un 61% de motociclistas.
Paysandú no cuenta con parque de bicicletas públicas en forma permanente, no obstante, se han desarrollado experiencias interesantes como el servicio de préstamo de bicicletas “Bicis en la costa” desarrollado el verano pasado en el marco de la temporada de playas a partir de una idea de la Policía Comunitaria para poner en circulación bicicletas que se encontraban en la Seccional Segunda y la recuperación de las mismas por parte de la Intendencia.
Como se recordará, 15 bicicletas se pusieron a disposición de la población usuaria de la costa sanducera, prestándose hasta por dos horas mediante presentación de documento de identidad. En otras oportunidades, como durante la Semana de la Cerveza, las mismas también fueron utilizadas para realizar recorridos turísticos organizados desde la Dirección de Turismo.
Otra actividad que también tuvo por protagonistas a las bicicletas fue “Paysandú a pedal”, que en el marco de las actividades de promoción de prevención de accidentes de tránsito realizadas durante el último “Mayo Amarillo”, organizó un circuito en bicicleta en la zona costera con paradas para conocer historia y características de sitios turístico y patrimoniales como el Club Remeros, el Obelisco y la costanera sanducera.
Más allá de estos eventos, circuitos y paseos en bicicleta que apuntan a promover hábitos saludables y facilitar la oportunidad de conocer y recorrer la ciudad de una forma alternativa, existen en nuestra ciudad centenares de personas que utilizan diariamente la bicicleta -por opción o necesidad- como medio de transporte para sus desplazamientos cotidianos con motivo de trabajo, estudio o con fines de ejercicio físico.
En lo que refiere a esto último, Paysandú cuenta desde hace un año aproximadamente con una muy buena ciclovía paralela a ruta 90 desde su intersección con ruta 3 hasta el kilómetro 7, la cual constituía una aspiración ciudadana de al menos la última década. Se trata de un espacio que ha logrado su propósito en cuanto a apropiación por parte de sus usuarios, siendo muy utilizado para la recreación y por quienes gustan de caminar o andar en bicicleta en esa zona aunque es fácilmente comprobable que quienes practican el ciclismo como ejercicio o por motivos deportivos, continúan utilizando la ruta 90 en busca de más largos desplazamientos.
En tanto, quienes usan la bicicleta para ir al trabajo, a estudiar o hacer las compras deben desplazarse por la vía de tránsito general dada la ausencia de bicisendas o ciclovías en la planta urbana propiamente dicha. Además, continúan padeciendo una serie de dificultades, como por ejemplo la falta de espacios adecuados para el estacionamiento.
Si bien no es posible decir que la bicicleta se masifica como medio de transporte a nivel local y tampoco se conocen estudios al respecto de su uso real, es posible observar bicicletas en circulación en forma permanente. Como lo hemos señalado en otras oportunidades desde este espacio, Paysandú está en falta en cuanto a infraestructura para el ciclista pero a su vez esto representa una oportunidad de mejoramiento del espacio público.
La experiencia internacional indica que la existencia de dicha infraestructura contribuye a la reivindicación del espacio de tránsito del ciclista, que tiene derecho a ser respetado como tal por los demás actores del sistema del tránsito.
Son varias las ciudades latinoamericanas que están trabajando fuertemente en la construcción y ampliación de ciclovías para dar respuesta a demandas de la población que cada vez más incorpora el ejercicio en su vida o aspira a una movilidad más económica y más amigable con el medioambiente.
En algunas de ellas, como Buenos Aires –que tiene 250 kilómetros de ciclovías-, Rosario, Santiago de Chile, San Pablo o Bogotá poseen programas gubernamentales de fomento del uso de bicicletas y están trabajando en los distintos aspectos de infraestructura y logística necesaria que debe acompañar este cambio en la movilidad de las ciudades que representa, también, un cambio cultural.
Quizá sea el momento de repensar esta cuestión en una ciudad que, como la nuestra, viene incluyendo cambios significativos en materia de tránsito -con el establecimiento de calles preferenciales, ampliación de la zona azul y reubicación de paradas de motos- en un contexto en que la atención de la diversidad de los modos de transporte requiere de políticas inclusivas que contribuyan a la mejora de las condiciones de movilidad y habitabilidad del espacio público.
Las soluciones pocas veces son sencillas pero muchas son posibles. En este sentido, la sintonía entre las agendas de los organismos públicos y la consideración de los hábitos y expectativas de la población, así como la exploración de la posibilidad de acuerdos público-privados podrían ser un camino hacia soluciones viables.