Más fuerte que nunca

El índice de Libertad Humana, una medición global basada en las libertades individuales, se dio a conocer hace algunos días en Washington y ubica a Venezuela con la peor nota en América Latina y una de las más bajas a nivel mundial, solo por encima de Siria.
La medición utiliza 79 indicadores de libertad personal, civil y económica en un ranking de 162 país y releva la libertad de expresión, culto y asociación. Mide, además, las libertades de las mujeres, criminalidad y violencia, además del Estado de derecho. En este sentido, Venezuela tiene 4,2 puntos sobre 10 y quedó en el lugar 161 o casi al fondo de la tabla.
En contraste, los países más libres son Chile (puesto 32), Costa Rica (37), Uruguay (43), Panamá (46) y Perú (47). Más abajo se encuentran Argentina (107) y Brasil (123).
En Cuba, luego de la era castrista, con el actual presidente Miguel Díaz-Canel se firma el Decreto 349 que requiere a los artistas la obtención de un permiso especial para desarrollar sus actividades en espacios públicos o privados y a casi 60 años de su revolución –con bloqueo o sin él– no ha resuelto la pobreza, marginación y prostitución que padecía una porción de la población desde épocas de Fulgencio Batista.
Este panorama descrito por el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, se suma a las denuncias de falta de atención sanitaria, medicamentos y alimentación. Sin dejar de recordar que Venezuela es el país con mayor cantidad de periodistas presos en América Latina porque es el recurso que se utiliza para acallar la libertad de expresión que lleva a la comprobación de hechos verdaderos.
O en Nicaragua, donde se consolida un Estado de excepción, con decretos policiales y actos legislativos que, tal como lo denuncia Almagro, se llevan a la práctica para mantener la apariencia de ilegalidad, pero que restringen las libertades básicas y los derechos humanos. Claro que habría que discutir en otro momento las razones por las cuales el excanciller durante el gobierno de José Mujica calló estos abusos que se cometen desde hace décadas, porque claramente no es un fenómeno novedoso en este continente.
Sin embargo, su posición adquirió visibilidad y notoriedad porque el Plenario del Frente Amplio resolvió expulsarlo de la fuerza política por aclamación y porque lo peor de todo es que echan a un votante frenteamplista, pero no se animan a condenar a un régimen, tal como lo hacen con otros gobiernos. Y resulta también asombroso que los condenados por casos de corrupción tengan sus derechos suspendidos, como el exvicepresidente Raúl Sendic o el senador Leonardo De León y se expulse a quienes sostienen pensamientos disímiles.
Como sea, el mismo Plenario que expulsó a alguien que no formaba parte de sus filas es el que inhabilitó al titular de la Lista 711, luego de expresarle su “solidaridad y apoyo” en un comunicado difundido el 5 de marzo de 2016 y que, nuevamente recordamos por la impertinencia de sus términos.
En su punto 2 rechazaba “la campaña desplegada por la oposición y diferentes medios de comunicación, destinada a menoscabar la imagen y credibilidad, tanto de integrantes de nuestro gobierno como así también debilitar la institucionalidad democrática del país”. En su punto 3 denunciaba “como injusta y discriminatoria la desacreditación de la cual, permanentemente, nuestras compañeras y compañeros en funciones políticas y de gobierno”. Incluso en su punto 4 expresaba “su solidaridad al compañero Raúl Sendic, ante el injusto y agraviante acecho del que ha sido objeto tanto su persona como su familia”. Esta declaración fue aprobada por el Plenario y los únicos sectores que decidieron abstenerse de votarla fueron los vinculados al Frente Líber Seregni.
Aunque el diputado del MPP, Alejandro Sánchez, dijo que “se nos fue la moto” con ese comunicado y el intendente de Canelones, Yamandú Orsi, aseguró que “en algún momento” hay que pedirle disculpas a la población porque “la realidad nos mostró que no era así”, parece difícil que alguien le ponga cara a tamaño disparate votado hace más de dos años y digan “nos equivocamos como fuerza política con aquella declaración”.
Porque con la inhabilitación de un dirigente no se hace nada –puede ocupar un cargo público en un próximo gobierno y es lo mismo–, sino que simplemente se confirma que una prensa libre hace su trabajo, en tanto algunos hechos confirmados después por la justicia surgieron desde investigaciones periodísticas. Mal que les pese.
Y porque, tal como lo dijo en una entrevista el histórico dirigente Richard Read, acá no se inhabilita por cuestiones éticas sino por “pianta votos”, porque lo que ocurría era conocido en la interna y demoraron dos años en resolverlo, pero lo hicieron en tiempos electorales. Porque para que tomaran esa decisión, solo faltaba que saliera a la luz y así como salió lo de Sendic, también se supo lo de De León.
¿Cuál es la fortaleza de corregirse mirando la pizarra? Así es fácil. Pero la prepotencia se paga con votos, así como el interés prioritario que se pone en los temas.
Ahora el plenario declaró que “como fuerza política de izquierda, es y será un celoso guardián de la conducta política de todos y todas sus integrantes en la búsqueda de la ‘pública felicidad’, reafirmando el ideario artiguista y seregnista. Esto incluye un compromiso permanente con la austeridad, el buen uso de los dineros públicos, con la transparencia en la gestión y una actitud militante contra el flagelo de la corrupción en el Estado y en la sociedad”. Es por esto que “asumiendo que no estamos exentos de errores, resolvemos mejorar y ampliar los mecanismos internos de transparencia, vigilancia y control del desempeño de los y las frenteamplistas en responsabilidades públicas, para un mejor cumplimiento de este compromiso, que es permanente”.
Eso es condición sine qua non para un gobernante, cuya conducta ética y política no solo “debe serlo sino parecerlo”, en tanto se ubica más allá de las declaraciones plenarias. Lo real y concreto es que aguardan las disculpas sobre el agravio cometido cuando alertaron que la institucionalidad estaba en peligro por la prensa y la oposición. Al contrario. Está más fuerte que nunca.