El gasto intocable, como si no pasara nada

“Ha pasado un año y nada se ha hecho”, es la frase que resume la frustración y la decepción por la falta de respuestas significativas a los planteos que en enero del año pasado presentara inicialmente el movimiento Un solo Uruguay (USU), con una convocatoria multitudinaria que se repitió este miércoles en Durazno, y con el único saldo, acaso, de que hay cientos de familias menos produciendo en el agro que hace doce meses, simplemente porque al término de su trabajo diario, sin feriados, se encuentran con las manos vacías y sin posibilidades de sustento.
En cambio, desde el gobierno se le ha dado largas al asunto, en gran medida apuntando a hacer creer a sus adherentes y a la población en general que sí se han dado respuestas y que la situación es mucho mejor que como se pinta desde el agro, porque hay intereses políticos ocultos en sintonía con la oligarquía representada por los grandes productores.
Un concepto repetido y hueco de contenido, pero un latiguillo que aunque parezca mentira, todavía puede resultar efectivo para quienes siguen encerrados en la dicotomía campo-ciudad, en la lucha de clases y en creer que el Estado puede proveer todo, siempre y cuando le siga sacando dinero a los grandes capitales y explotadores de la clase obrera, para que todos vivamos felices.
Esta manifestación de infantilismo en el tercer milenio es paradojal si se tiene en cuenta que uno a uno, y en cascada, han ido cayendo los regímenes colectivistas, con la ex Unión Soviética a la cabeza, y subsistiendo a duras penas, en medio de la pobreza y el caos naciones como Cuba y Venezuela, en tanto China practica un “comunismo” capitalista que le ha permitido erigirse en una gran potencia económica, renegando de los principios marxistas.
Mientras tanto, en un país como Uruguay, de base netamente agropecuaria, los planteos como el de Un Solo Uruguay no solo son de recibo, sino que reflejan una realidad que solo no ve quien no la quiere ver, por despistado o porque tiene intereses personales, corporativos o ideológicos en juego, teniendo en cuenta la magnitud del desafío, que es nada más ni nada menos que nuestra viabilidad como país.
Este miércoles, a un año de su fundación, el movimiento pidió nuevamente bajar el costo del Estado y formuló propuestas sobre educación, seguridad e inserción internacional, entre otros puntos.
Aún teniendo en cuenta la representatividad del movimiento en cuanto a la fuerza productiva que es columna vertebral de la economía, no hubo integrantes del gobierno o de la fuerza política oficialista en el encuentro, en tanto hubo sí dirigentes de la oposición, incluyendo precandidatos, para recoger el mensaje. Pero seguramente también en aras de una proyección política de cara a las próximas contiendas electorales, porque estamos en un país en que en mayor o menor medida todo se hace en clave político-electoral, más allá de algún consenso sobre temas puntuales.
El productor de Sauce del Yí (Florida), Julián Cabrera, leyó una extensa proclama que se dividió en críticas al gobierno y una serie de propuestas destinadas principalmente a mejorar la situación del “país productivo”.
“Para que quede claro y no existan dos visiones, el centro de todos los problemas es el alto costo del Estado”, dijo Julián Cabrera, al leer la proclama con los reclamos del movimiento, y pasó a detallar propuestas con las que el movimiento entiende se podría mejorar el déficit fiscal y reactivar la actividad económica. Entre ellas están la realización de un presupuesto sin incremento del gasto, que todos los directorios de empresas públicas pasen a estar compuestos por tres personas (una de la oposición) y la prohibición de ingresar nuevos empleados públicos salvo en educación, seguridad y salud.
El movimiento también pidió una reforma de la seguridad social y reconocer que Uruguay es “un país agropecuario. Estamos tapados de políticas de control que no aportan nada más que costos operativos”, subrayó Cabrera, para agregar que la educación debería ser una de las “prioridades”. “Asistimos año tras año a la decadencia de todos los indicadores. Los índices de deserción son alarmantes, los de repetición cubiertos por la flexibilización de la exigencia y los mecanismos de evaluación dejan en evidencia que estamos muy lejos del orgullo que sentíamos”.
Respecto a la seguridad, Un Solo Uruguay planteó diez propuestas para que los uruguayos puedan “volver a sentirse seguros” a través de acciones de corto y largo plazo. Entre ellas pidieron volver a la “policía de cercanía”, separar a la “Fiscalía de la Nación de Presidencia para asegurar la independencia de poderes” y “penas de acuerdo al delito”. También pidió crear una comisión interinstitucional para atender el problema del abigeato, aprobar un nuevo Código Penal y mejorar el funcionamiento del nuevo CPP.
En cuanto a la inserción internacional y el acceso a mercados, enfatizó la proclama que “no nos podemos dar el lujo de regalar cientos de millones de dólares por año a gobiernos extranjeros para poder ingresar con nuestros productos a esos mercados”, mientras hubo una velada crítica a los beneficios otorgados a UPM para su segunda planta de celulosa, destacando un “sí a la inversión extranjera, sí a la innovación, pero no a cualquier precio”.
El movimiento pidió la derogación del derecho a la ocupación de los lugares de trabajo como extensión del derecho a la huelga y dejó en claro su rechazo a la ley de inclusión financiera, la cual caracterizó como una “pérdida de libertad” que “pretende tener la huella financiera de cada oriental. Que muestren la cantidad de dinero incautado de la corrupción y el narcotráfico. Ni un peso, ni un peso”, proclamó Cabrera en medio de una ovación.
Aunque desde el gobierno no se lo quiere reconocer, fiel a los postulados delirantes de la izquierda, el desmesurado gasto público es clave en el estado de agobio y parálisis en que se encuentra el país, lo que se visualiza mucho más en el Interior y como lo sufrimos en Paysandú, donde como bien lo señaló a EL TELEGRAFO el dirigente de USU, Marcelo Nougué, “no anda un solo peso en la gente”, hay cadenas de pago cortadas y sectores en recesión, con notoria repercusión en merma y falta de empleo.
Es clave precisamente que la proclama refiera a que “se debe tener una regla fiscal que no permita gastar más de lo que se recauda”, y que esta norma debería tener rango de ley y eventualmente constitucional. Pero no se precisa tener un doctorado en economía para asumir este precepto, porque está en la tapa del libro que es insostenible gastar más de lo que ingresa, como en cualquier hogar o empresa, porque ello conlleva tener que endeudarse hasta que todo estalle por imposibilidad de devolver el dinero, o seguir estirando la situación esperando un regalo del cielo.
Y en lugar de reducir el gasto, para más o menos estrechar la brecha entre los recursos que ingresan y los que salen, el gobierno ha acentuado la presión impositiva nada menos que sobre los sectores productivos, para “flotar” hasta la próxima elección, aunque los sectores productivos sigan perdiendo rentabilidad y competitividad, mientras el déficit fiscal sigue en el 4 por ciento del PBI.
Ese es el meollo del asunto, bajar el costo del Estado para que el país sea viable, porque como en la cita bíblica, todas las demás cosas vendrán por añadidura. Lo otro, es solo mantener un cuento de hadas esperando que la fantasía se haga realidad.