Jóvenes y empleo, una relación compleja

El pasado 1º de enero entró en vigencia la ley de estímulos a la generación de empleo, que otorga subsidios para fomentar la contratación de nuevos trabajadores y para la creación de empresas juveniles mediante descuentos en pagos a la seguridad social. La formación dual, pasantías y prácticas formativas en las empresas también están incluidas.
La ley destina 15 millones de dólares para la contratación de nuevos trabajadores de 15 a 45 años con un subsidio al salario del 25% mensual y también subsidia el 40% del salario de los nuevos trabajadores mayores de 45 años, con un tope de 2,5 salarios mínimos nacionales.
En este marco, el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop) presentó en enero al sector empresarial la modalidad de “Primera experiencia laboral en temporada”. Por la misma, en el marco de la Ley de Empleo Juvenil, pueden contratarse jóvenes de entre 15 y 24 años que no tengan experiencia formal de trabajo por más de 90 días. El beneficio para las empresas es el subsidio del 25% del salario a pagar de hasta $16.643.
De acuerdo a lo informado por el director de Inefop, Eduardo Pereyra, la modalidad está en marcha en los principales centros turísticos de Uruguay, como son los departamentos de Maldonado, Rocha, Colonia y los del litoral Oeste.
Estos subsidios y beneficios forman parte de una política de impulso al empleo juvenil que pretende atender los problemas existentes para el acceso al mercado laboral.
De acuerdo a información de la Organización Mundial del Trabajo, los jóvenes en los países desarrollados tienen más probabilidades de pasar a un empleo estable y satisfactorio que los jóvenes en los países en desarrollo.
Por otra parte, se trata de un tema en estrecha relación con el estudio y la capacitación: cuanto más tiempo estudian los jóvenes, menos tiempo transcurre hasta que encuentran un empleo. En promedio, el tiempo transcurrido entre el final de los estudios y el primer empleo es 1,6 veces más largo para los jóvenes con estudios primarios que para aquellos que terminaron la secundaria y es 1,7 veces más largo para los jóvenes con estudios secundarios que para aquellos con estudios terciarios. A su vez, es 2,6 veces más larga para los jóvenes con estudios primarios que para aquellos con estudios terciarios.
Investigaciones recientes han demostrado que combinar trabajo y estudios reduce sustancialmente el tiempo de transición de la escolarización al trabajo en todas las regiones de mundo. Según la OIT, el promedio de duración, en 21 países, de la transición de los jóvenes que combinan trabajo y estudios es de 1,9 meses, comparado a 20,1 meses para los que no conciertan trabajo y estudios. La diferencia es sustancial.
Hay otras ventajas en contratar jóvenes: en comparación con los trabajadores adultos, los trabajadores jóvenes se sienten más cómodos con las nuevas tecnologías y es probable que se adapten más rápidamente a ellas. Para el referido organismo de Naciones Unidas, los sectores económicos identificados como una fuente en expansión de empleo juvenil son: las actividades financieras, de atención de la salud humana y de asistencia social, el comercio, los hoteles y restaurantes, el sector de transporte, almacenamiento y de la información y comunicaciones.
Se prevé un aumento de la demanda de trabajadores con habilidades relacionadas con la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, así como con habilidades trasversales.
Contar con formación especializada en estos sectores será fundamental ya que también se prevé una disminución de la demanda de trabajadores con habilidades de nivel medio. La razón parece bastante clara: ya no se requerirán personas para muchas de las tareas que hoy las emplean.
Si se profundiza en el tema el panorama se complica para los jóvenes ya que existe una clara tendencia hacia formas de trabajo menos seguras: empleados que carecen de contrato escrito, son contratados en forma temporal y también hay que contar el trabajo informal.
Los estudios indican que los jóvenes tienen el doble de posibilidades de tener un empleo temporal que los adultos. Por otra parte, las nuevas formas de trabajo, como el trabajo freelance, la colaboración en línea y la economía colaborativa son nuevas fuentes de oportunidades laborales para jóvenes habituados a interactuar con tecnología pero también presentan los riesgos de la falta de regulación.
¿Qué pasa en Uruguay? En primer lugar, la cantidad de jóvenes uruguayos de entre 20 y 29 años que estudian y trabajan es de las más altas de Latinoamérica y en particular se destacan las mujeres, donde el país cuenta con los mayores guarismos regionales para ese segmento de la población según informes de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Otra buena noticia es que Uruguay es del país de América Latina con mejor calidad en el trabajo según una herramienta desarrollada por el BID en 2018, que compara las condiciones laborales (cantidad y calidad) de 17 países de América Latina. La dimensión de cantidad está compuesta a su vez por dos indicadores: la tasa de participación laboral y la de ocupación. La de calidad, se construye con las tasas de formalidad y de trabajos con salario suficiente para superar la pobreza.
Los tres países con mejor puntuación fueron Uruguay, Chile y Panamá.
Por otra parte, en todos los países la baja calidad del empleo es mucho más profunda en los trabajadores jóvenes (15 a 24 años), quienes en muchos casos no solo perciben salarios insuficientes para salir de la pobreza, sino que además trabajan de manera informal.
Uruguay, a pesar que fue el país con mayor puntuación en cuanto a calidad de trabajo en América Latina es precisamente el que registra la mayor diferencia entre adultos y jóvenes. Es decir, aquí la brecha generacional es más grande en relación a la calidad del trabajo (formalidad y salario suficiente).
En definitiva, son éstas -entre otras- las realidades que explican los subsidios recientes. Más allá del tema puntual, es claro que la situación de los jóvenes en relación a la educación y el acceso al mercado laboral no admite demora en la asunción de compromisos fuertes en la agenda de las políticas públicas del Uruguay. Hay que dejar de verlos como el futuro: sus problemas son del presente.