El compromiso pendiente sobre educación

A partir de la persistente degradación del sistema educativo en nuestro país, que no ha podido siquiera comenzar a revertirse mediante “parches” –que tienen mucho más de intentar transmitir alguna señal que de convencimiento real de que se esté en el buen camino–, han surgido algunas propuestas, pero seguramente el único intento serio hasta ahora ha sido el de la integración de Eduy 21, colectivo multipartidario de expertos en educación que incluso presentó el denominado Libro Abierto para la Reconstrucción del Sistema Educativo en el Uruguay.
Entre otros aspectos, se propone mayor autonomía para los centros educativos, más poder para el Ministerio de Educación y Cultura (MEC), cambios profundos en el modo de trabajo de los docentes y no apelar a la repetición. El citado libro consta de unas 100 páginas con medidas concretas para discutir públicamente, y naturalmente, abierto a sugerencias y modificaciones, de ser necesario, con la expectativa de que luego de finalizado este proceso, eventualmente este año, 2019, las propuestas sean incluidas en el borrador de una nueva Ley de Educación que esperan pueda votar el gobierno que asuma en 2020, cualquiera sea su signo partidario.
Bueno, ha pasado el tiempo y en realidad desde este impulso las repercusiones en el gobierno –ni que decir en los sindicatos, que se sienten dueños de la educación– han sido muy tibias; en cambio lo que han surgido en gran medida han sido expresiones de soberbia y de minimizar o directamente soslayar los flagrantes problemas, que solo no ve quien no los quiere ver. El plan recogido en este centenar de páginas contempla además de dotar de más poder al Ministerio de Educación, capacidad rectora técnica y estratégica del Codicen frente a los consejos desconcentrados, y autonomía para que los centros lleguen a los resultados por caminos alternativos.
Eduy21 critica el sistema actual, que incluye 13 materias en el liceo, y propone un plan de trabajos prácticos que permitan acceder a los conocimientos sin tener que memorizar, por ejemplo, fechas o procedimientos como el de la fotosíntesis. También está contra la repetición y advierte que para el sistema que proponen los docentes deberán recibir una formación complementaria.
Un aspecto central recogido en la propuesta de los expertos es el establecimiento de un marco curricular común, que pone énfasis en evitar el salto brusco de la escuela al liceo y con este fin se generan dos consejos (no tres, como hay ahora: Primaria, Secundaria y UTU): uno de Educación Básica, que va de los tres a los 14 años, por tanto las clases irán de primero a noveno, y otro de Educación para Jóvenes, para los que tienen de 15 a 18.
La semana anterior, el senador y candidato por el Partido Independiente, Pablo Mieres, anunció que iniciará una ronda de contactos con los aspirantes a la Presidencia de la República de los partidos con representación parlamentaria para proponerles alcanzar un acuerdo nacional en materia educativa, con base precisamente en las propuestas de la Fundación Eduy 21.
El precandidato afirmó que aspira a que el tema no sea utilizado políticamente en el marco de la campaña electoral, y que por el contrario a punta a que este sea un tema de consenso en el sistema político, y “en lo posible que, por lo menos, no forme parte de una confrontación sino de una coincidencia”.
Estos conceptos fueron vertidos por Mieres luego de que la Mesa Ejecutiva de su partido recibiera a integrantes de Eduy 21, como es el caso de Fernando Filgueira, doctor en Sociología y exsubsecretario de Educación y Cultura, frentista independiente; el académico Renato Opertti y el contador y socio de la consultora CPA Ferrere, Bruno Gilli. Pero como es sabido, Eduy 21 es integrado por académicos de todos los partidos y lanzó hace algunas semanas una convocatoria a todos los precandidadtos que compiten en la campaña electoral para que adhieran a la propuesta de alcanzar un acuerdo nacional en materia educativa.
Los tiempos preelectorales, lamentablemente, más allá de las buenas intenciones, y cuando se acerca la elección interna, no son los más aconsejables para la búsqueda de acuerdos si tenemos en cuenta las distorsiones propias de los intereses en juego, pero sí es fundamental que lo que se genere o pueda generar como puntos básicos de acuerdo se den antes de la consulta popular, para que la población tenga la posibilidad de evaluar el eje de las propuestas de cada partido y lo que se piensa hacer nada menos que en materia educativa, de la que depende el futuro del país para aggiornarnos a los tiempos y por lo menos hacer algo para que no siga aumentando la brecha con los países que avanzan.
Varios precandidatos han expresado su apoyo a esta iniciativa, incluyendo el grupo Banderas de Líber, que apoya la postulación de Mario Bergara dentro del Frente amplio, pero lamentablemente los antecedentes de intentos de esta naturaleza no son alentadores, si tenemos en cuenta que en 2012, bajo el gobierno de José Mujica y con el impulso del nacionalista Jorge Larrañaga los representantes de todos los partidos acordaron en principio una serie de medidas en el tema.
Pero naturalmente la iniciativa en esta materia corresponde al gobierno, y tras haberse frustrado esta iniciativa por la inacción y porque los sindicatos “le torcieron el brazo” al propio Mujica, por el mismo motivo no se llevó a cabo el “cambio de ADN” en la educación, que antes había proclamado con tono triunfal el actual presidente Tabaré Vázquez.
La realidad indica que los sindicatos y los grupos de interés en el sistema educativo, que se han levantado una y otra vez contra todo cambio que se ha intentado, y que ni siquiera quieren que los evalúen, van a ser el principal obstáculo, además de sectores radicales dentro del Frente Amplio que por motivaciones ideológicas buscan que todo siga como está.
Pero lo peor sería ceder y bajar los brazos ante estos obstáculos, y sí es tiempo de acordar por lo menos bases mínimas para abordar una reforma educativa que debería enmarcarse en un proceso de actualización, en base a un diagnóstico y rumbo definidos, así como delinear instrumentos que puedan aplicarse para hacer realidad el cambio estructural que nos debemos en la educación.