De los valores democráticos a la vieja ley de Newton

Según el Índice de Latinobarómetro, Uruguay tiene una de las 20 democracias plenas en el mundo y junto a Canadá, son los únicos de todo el continente. En nuestro país, son confiables los procesos electorales y se ejercen con plenitud las libertades civiles. Si bien la calidad democrática aumentó con el paso de los años, en 2017 comenzó un descenso de la percepción positiva de los ciudadanos, de acuerdo a esta medición.
En líneas generales, el estudio no presenta un panorama de altos niveles de apoyo democráticos en la región, sin embargo, más de la mitad de los latinoamericanos acepta el régimen por encima de otra forma de gobierno.
La irrupción de nuevos liderazgos con perfiles fuertes y altos discursos, basados en la protección de los derechos ciudadanos o en el combate sin cuartel a la delincuencia, han generado cierto temor y desconfianza. La victoria de Jair Bolsonaro en Brasil o el fin de la década kirchnerista en Argentina, son permanentemente debatidos en la región y los resultados de sus gobiernos son comparados hasta el hartazgo. Incluso, sus decisiones políticas son utilizadas por algunos sectores, para fogonear en la campaña electoral uruguaya.
El año pasado, el apoyo a la democracia en Uruguay tuvo su punto más bajo desde que existe la medición como tal, en tanto el 61% de los encuestados se refirió a esta forma de gobierno por encima de otra y eso significa una caída de 9 puntos, en comparación al año 2017.
En nuestro país, esta tendencia está marcada bajo un gobierno de corte “progresista”, orientado a “un país productivo con justicia social” y de fuerte apoyo a los derechos de determinados colectivos, como se denominan ahora, junto a otros sectores vulnerables de la sociedad. Sin embargo, no convencen a una mayoría que resulta apática, cada vez que es consultada sobre determinados temas.
Legisladores de diversos partidos se manifestaron contrarios al perfil del presidente brasileño e incluso –con gran desatino– opinaron en su contra algunos integrantes del gobierno de Tabaré Vázquez, que no por casualidad es el único presidente que aún no pudo reunirse con el mandatario brasileño, que todavía no le concedió una visita.
Es claro que después de semejantes actos, acercar las partes a través de la Cancillería no es algo fácil, mucho más después que el propio ministro de Relaciones Exteriores, Rodolfo Nin Novoa, esperara ansioso a que “las encuestas le erren” con respecto a resultados que se perfilaban antes de las elecciones a favor de Bolsonaro. En el último encuentro de presidentes del Mercosur, realizado en Santa Fe, Nin Novoa intentaba concretar una reunión bilateral entre ambos mandatarios, pero hasta ahora no tenemos noticias al respecto.
Sin embargo mientras la dirigencia uruguaya está muy preocupada por el avance del neoliberalismo en la región y lo repite cada vez que puede, no se expresa con el mismo énfasis sobre otros regímenes dictatoriales y tiránicos, como el venezolano. Y acá vale mucho la reafirmación de la democracia, porque dice bastante más de nosotros que de los otros.
En oportunidad de la realización de un seminario organizado por la presidencia de la Cámara de Representantes en CARU, el ministro Nin Novoa resaltó el momento histórico de la región con la recomposición de las relaciones con Argentina, bajo la presidencia de Macri. Bien sabe Vázquez que los dolores de cabeza durante su primera gestión provinieron de un régimen que se autoproclamaba afín a la causa de los pueblos, el de los Kirchner que ahora vuelven a apoyar los principales dirigentes frenteamplistas.
En lo netamente local, es una realidad que la última campaña hacia las elecciones internas fue una de las más duras de los últimos años. Pero no es menos cierto que también hubo ataques entre las propias internas partidarias, que sirvieron para poner de manifiesto las diferencias existentes, pero de la peor manera, con la utilización mediática para su divulgación, en vez de una mirada madura de los cuestionamientos.
Eso es responsabilidad estricta de la clase dirigente de nuestro país, que en ocasiones, no está a la altura de las circunstancias y que instalan temas que les interesan solo a ellos, mientras pasan por encima los reales problemas del país. Por ejemplo, hoy los encuentra discutiendo a todos sobre la importancia de que los debates sean obligatorios o no, cuando aumenta el desempleo y la inseguridad ciudadana.
Nadie puede manifestarse contrario a que se debe poner punto final a las agresiones, pero alguien tiene que empezar, de lo contrario, es solo letra escrita.
Por eso, no nos asustemos ahora porque el papel de mosquita muerta no nos va. La convivencia y la tolerancia por el que piensa distinto, se aplica conviviendo y tolerando. O sea, es la vieja ley de Newton que decía que a toda acción corresponde una reacción de igual magnitud pero en sentido opuesto. Tan simple como eso.