Terneros deben ser castrados al nacimiento para mejorar desempeño de animales de recría en ganado de carne

En el marco de la 21ª Jornada de la Unidad de Producción Intensiva de Carne (UPIC), desarrollada el pasado jueves en el salón EGEO de Paysandú, el ingeniero agrónomo Álvaro Simeone, presentó información relacionada a la importancia de la edad de castración.
El profesional manifestó a EL TELEGRAFO que la castración convencional a cuchillo, realizada a los 8 meses de edad “tiene un efecto negativo sobre la fase de recría en relación a aquellos terneros que fueron castrados al nacimiento. La magnitud de ese efecto cuando se comparan los terneros al año de edad es de 13 kilos de peso vivo a favor de los terneros castrados al nacer”.
Y agregó que “este coeficiente podría ser de utilidad para castrar al nacimiento en caso de establecimientos de ciclo completo, o bien podría ser tenido en cuenta a la hora de la realización de una transacción comercial entre criadores e invernadores”.
De todas formas, Simeone sostiene que “es necesario generar más información a los efectos de cuantificar la interacción de estas prácticas de manejo con diferentes estrategias de alimentación y métodos de castración”.
Explicó que el ternero destetado, cuando tiene entre 6 y 8 meses de edad “constituye a la vez el producto objetivo de la fase de cría “per se” y el insumo principal de la fase de invernada”. Esta conceptualización del “ternero pronto para recriar”, como interfase entre la cría y la invernada, posiciona a esa categoría, desde el punto de vista productivo, bajo una mirada crítica a los efectos de poder identificar en el ternero en cuestión, los factores inherentes al animal que incidirán sobre su potencial de ganancia durante la recría”.
Bajo esta óptica es que, además del peso vivo como principal factor, “el tipo biológico desde el punto de vista genético (raza, cruzamiento), el estado sanitario (problemas de ojos, rengueras, parásitos, etc.), la historia nutricional previa (destete precoz o convencional, creep feeding, aguachamientos, nivel de producción de leche de la madre), el hecho de estar mocho o descornado, entre otros, constituyen importantes factores a la hora de estimar el potencial productivo, ya sea en una transacción de compra de un invernador a un criador, o dentro de un sistema de ciclo completo”.
“El hecho de encontrarse el animal castrado o no, también puede ser un factor a tener en cuenta, ya que existen antecedentes reportando pérdidas de peso como consecuencia de la castración”, dijo el director de la UPIC.
En un relevamiento realizado por el equipo técnico de la UPIC en base al estudio de los catálogos de venta de siete remates de la firma de remates por pantalla Plaza Rural en el año 2016, entre los meses de marzo y agosto, sobre un total de 19.592 terneros vendidos, el 40% se comercializó sin castrar. Esta decisión, por parte de los criadores, de ofrecer a la venta animales enteros en esa proporción no parecería estar asociada al peso de los terneros, ya que, en todos los rangos de peso, la proporción de animales sin castrar fue alta.
Considerando el efecto de incorporar a la fase de recría, en un sistema de comercialización donde se producen para faena machos castrados, como ocurre a nivel nacional, “lo que implica la necesidad de castrar ese animal en algún momento de la recría, la pregunta planteada podría estar formulada de la siguiente manera: ¿cuál es el efecto de la castración sobre la ganancia de peso vivo posterior a la realización de la misma en la fase de recría, cuando se compara con un ternero castrado al nacimiento? ¿Qué es mejor desde el punto de vista de la curva del crecimiento del ternero: realizar la castración al nacimiento o a los seis u ocho meses?”, se pregunta el investigador.
“Si bien existe cierto nivel de información a nivel internacional y a nivel nacional, el efecto de la castración sobre la performance animal en términos de ganancia de peso no está suficientemente aclarado como para considerarlo cuantitativamente en una transacción comercial o para definir una práctica de manejo según la conveniencia a nivel de establecimiento”.

MENOR GANANCIA
Entre los 8 y 12 meses de edad, terneros castrados a los 8 meses presentaron menor ganancia media diaria de peso vivo que lo castados al nacer (0.75 vs. 0.836 kilo por día). Esta menor ganancia estuvo explicada por pobre desempeño luego de la castración, fundamentalmente durante la primera semana, cuando los terneros recién castrados registraron una marcada pérdida de peso (-1.04 vs. 0.118 kg/día).
“¿Qué motiva esta respuesta?”, sostiene Simeone. “La concentración de cortisol como indicador de estrés fue determinada en los días siguientes a la castración. En su evolución, reportada como el porcentaje de animales con niveles de cortisol mayores 1,0 ug/dl. Este indicador fue significativamente mayor en los terneros recién castrados, al día siguiente de la castración y a los 7 días, desapareciendo las diferencias a los 28 días”.
“La principal hipótesis en cuanto a qué factores explicarían una caída en la performance cuando la castración es tardía, estaba orientada a una posible reducción del consumo de forraje como consecuencia de una menor actividad de pastoreo, esto último en respuesta al estrés por dolor asociado a la castración. Durante el período de 4 semanas posteriores a la castración, los terneros en ambos tratamientos pastorearon en pasturas sembradas con una disponibilidad media de materia seca al ingreso a cada parcela de pastoreo de 1903 ± 58.9 kilo por ha., sin diferencias entre tratamientos, de forma que la condición de la pastura y su oferta, no habrían sido limitantes para el consumo animal”, dijo.
Si bien la condición de estrés fue identificada, “la hipótesis planteada no fue verificada en el presente trabajo, ya que no se observaron diferencias entre tratamientos en el consumo de forraje ni en la actividad de pastoreo efectivo. Durante las semanas posteriores a la castración, el consumo de pastura no difirió entre tratamientos, lo cual fue consistente con una similar actividad de pastoreo entre tratamientos”.