Una reelección incómoda

El secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, tiene el apoyo de los presidentes Donald Trump y Jair Bolsonaro para postularse a una reelección. Sin embargo, no cuenta con el apoyo del país que lo promovió al cargo que ostenta, es decir, el suyo.
Llegó al cargo gracias a la influencia mediática que ejerció –y aún ejerce aunque en menor medida– el expresidente José Mujica, quien a poco de dejar su cargo se adelantó en la carrera por la secretaría del organismo internacional. A mediados de 2014 faltaba un año y medio todavía para iniciar el proceso de sucesión del entonces secretario José Miguel Insulza, cuando Uruguay ya comenzaba a instalar el nombre de Almagro.
Hoy tiene el rechazo del gobierno uruguayo, entre otros muy obvios como Venezuela y Cuba, pero también tiene un perfil propio que supo cultivar a fuerza de inteligencia y promoción mediática. Algo que ineludiblemente aprendió de su exjefe inmediato, cuando era ministro de Relaciones Exteriores.
La Cancillería uruguaya hoy cree que Almagro no cumplió con los objetivos de fomentar diálogos entre países que sostienen diferencias, en tanto, ha manifestado su propia postura en sendos mensajes de Twitter, donde utiliza un lenguaje llano.
Uruguay cree que en vez de fomentar el diálogo, ha sostenido la confrontación. Pero eso también forma parte de su estrategia política para continuar en el cargo. Un viejo lobo que supo olfatear al aire y analizar que el descontento mayoritario iba hacia un lado y supo ponerse en ese lugar. Justo a tiempo para fomentar sus aspiraciones a marzo de 2020, pero también justo cuando el actual gobierno de Tabaré Vazquez ya no esté en el cargo.
El excanciller llegó al cargo sin ascender a embajador en la carrera funcional y luego de militar durante años en el Partido Nacional, transmutó y se volvió muy cercano a Mujica antes de llegar a la presidencia. Los cargos ocupados a nivel diplomático fueron por confianza y decisión política, tanto la embajada en China, como la asesoría a Mujica cuando fue ministro de Ganadería. Al llegar a Suárez y Reyes, el entonces presidente tenía reservado para él un cargo más alto.
Al frente del ministerio de Relaciones Exteriores se ciñó a la política mujiquista de la región y su entorno latinoamericano, sin grandes destaques y detrás de lo que indicaba su jefe por esos años. De hecho, estuvo al frente de las gestiones para el traslado de presos de Guantánamo a Uruguay. Un hecho que seguramente le valió un piso de sustento interesante con el gran país del norte y un estricto pragmatismo que lo ayudó a posicionarse en una región complicada y cambiante.
Y esto es así, porque en los pasillos diplomáticos el comentario es que tiene los números a su favor para una reelección al frente de la OEA. Ese mismo sentido pragmático lo ubicó al frente de la fila con la bandera de las críticas al régimen venezolano y resposicionó a un organismo multilateral anquilosado y débil frente a otros que renacían con bríos como la Unasur y la Celac, desafiantes ante Estados Unidos.
Con el paso de los años, ha demostrado que puede subirse casi a cualquier estrado. En febrero de este año era una estrella más en el Venezuela Aid Live, sobre el puente Las Tienditas de Cúcuta, junto a otros artistas internacionales.
A partir de su definición como uno de los más acérrimos enemigos de los gobiernos de Venezuela y Cuba, a los que califica de dictaduras, no resultaría tan extraño si no proviniera del MPP, desde donde impulsaron su carrera internacional y mantuvieron posiciones afines –además de negocios– con ambos regímenes. Las escaladas contra el el régimen de Venezuela alcanzaron su punto más alto con la apelación a la Carta Democrática de la OEA, que además de las sanciones económicas y políticas, implica la apertura a otras intervenciones territoriales. Sin dejar de mencionar, claro, sus altos discursos de rechazo que comparte en las redes sociales y su carta pública dirigida a Maduro. No dudó en dejar la supuesta neutralidad del cargo y las estructuras de la diplomacia para calificar de “traidor” al venezolano, da por sentado la existencia de presos políticos y asume que el referéndum revocatorio debe hacerse este año, a pesar del debate jurídico existente.
El uruguayo recordó que embajadores estadounidenses y colombianos le brindaron el apoyo de sus países para continuar en el cargo, pero la cancillería precisó que el apoyo del gobierno de Donald Trump está basado en intereses.
Hoy, el excanciller fue expulsado del Frente Amplio y su conducta política fue analizada por el Tribunal de Ética partidaria, que concluyó en la existencia de “la violación más grave” de los “principios” frenteamplistas “que cabe imaginar en el ejercicio de la altísima función que tiene a su cargo”. Mientras tanto, Almagro sonríe y continúa. Por ejemplo, lo hizo al celebrar la victoria de Bolsonaro en la presidencia de Brasil y “su mensaje de verdad y paz”, mientras el canciller Rodolfo Nin Novoa, se manifestaba expectante por si las encuestas se equivocaran “como siempre se equivocan”, según dijo.
Pero ni las encuestas se equivocaron ni el presidente Tabaré Vázquez logró aún reunirse con Bolsonaro, a pesar de sus intentos. El resultado: el canciller de Brasil, Ernesto Araújo, fue uno de los primeros en apoyar públicamente la candidatura de Almagro en la reelección.
Queda atrás aquel inefable excanciller que sostenía la expulsión de Paraguay del Mercosur para darle entrada a Venezuela, en un bloque que –según aseguraba– vivía su “mejor momento político” . Por entonces pedía observadores internacionales en aquel país, pero Uruguay avalaba que Chávez permitiese solamente observadores de la Unasur en las elecciones venezolanas.
Y también quedó en la historia la carta pública escrita por Mujica, el día que le soltó la mano. “Lamento el rumbo por el que enfilaste y lo sé irreversible, por eso ahora formalmente te digo adiós y me despido”, escribía el veterano líder tupamaro. A esas alturas, Almagro ya no necesitaba consejos.26