A bajar la pelota

A nadie medianamente cuerdo le conviene una guerra en toda su extensión entre Estados Unidos e Irán, y entre sus ramificaciones allá en Medio Oriente. El drama generado por la muerte de un militar iraní hacía presagiar una escalada de tensión y de acciones bélicas. No obstante, desde Teherán parecen querer bajar la pelota al piso, al tiempo que Donald Trump, el presidente estadounidense, se moderó en el tono hacia su rival, mientras que su figura sale fortalecida de cara a las elecciones de noviembre.
Pese a los daños significativos producidos en edificios de la base aérea Al Asad, en Irak, que alberga a tropas estadounidenses y que fue atacada el martes por la noche por Irán –en represalia por el asesinato del general Qasem Soleimaní–, Trump hizo unas declaraciones menos explosivas respecto a los iraníes, algo que fue bien saludado por Naciones Unidas. Tras ese ataque, el mandatario estadounidense anunció nuevas y “poderosas” sanciones económicas contra Irán, a la vez que instó a las potencias mundiales, como el Reino Unido, Francia y Rusia, a que “rompan” con el acuerdo nuclear de 2015 con Irán para renegociar un nuevo pacto.
Todo el mundo estaba atento a las palabras de Trump, después de que el sábado asegurara que reaccionaría ante una eventual represalia de Irán contra “cualquier estadounidense o activo estadounidense” atacando “muy rápido y muy fuerte” 52 sitios iraníes. Este interesante y moderado discurso de Trump sobre el conflicto con Irán indica que las dos partes están dispuestas a bajar las tensiones. Lo que significa una buena noticia para la comunidad internacional.
Stéphane Dujarric, el portavoz del secretario general de la ONU, António Guterres, dio la “bienvenida a cualquier indicación de que los líderes están evitando una mayor confrontación”. En una rueda de prensa en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, Dujarric insistió en la importancia de que los líderes mundiales hagan “todo lo posible para evitar una mayor escalada”.
Lo cierto es que un enfrentamiento directo con la primera potencia militar sería un desastre para Irán, y esto los dirigentes iraníes lo saben muy bien, más allá de que “las características de la región y el desarrollo de capacidades de enfrentamiento asimétrico le permiten tener alternativas sobre la mesa”, según un análisis de El País de Madrid. Las sanciones de Estados Unidos sobre Irán han repercutido negativamente en la capacidad económica de Teherán y, por supuesto, en su dinámica militar.
Pero para Estados Unidos un panorama de guerra tampoco le resulta muy rentable. Irán ha desarrollado un notable programa de misiles, y muchos objetivos estratégicos en el golfo Pérsico e incluso Israel están al alcance de esos misiles iraníes. La República Islámica también ha desarrollado la tecnología de los aviones no tripulados.
“Para el nuevo tablero regional no todas las cartas son militares, ya que Irán se enfrenta a una guerra económica que acosa cada vez más a los sectores vulnerables, la principal base social de la República Islámica. Aunque la conmoción provocada por el asesinato inesperado de Soleimani distraiga a la opinión pública de la crisis interna, su efecto sedante no durará mucho y las autoridades iraníes, conscientes de las estrecheces económicas, ven limitado su margen de maniobra”, añade el análisis de El País madrileño, que deja en claro que Teherán se mantendrá, en lo posible, en el ámbito de la retórica.
Estos días resultarán clave para saber a ciencia cierta cómo un tipo como Trump maneja una crisis. Con su carácter impulsivo y explosivo, que le importa bien poco qué puedan pensar o sentir los demás, los detractores han esperado un momento de estos para conocer, finalmente, qué haría Trump en una situación de crisis internacional de escala, como la de ahora con Irán. Esos críticos “advertían que un comandante jefe conocido por sus reacciones impulsivas podría extralimitarse y, con ello, provocar consecuencias alarmantes”, manifestó un texto del diario The New York Times.
“Probablemente haya llegado el momento que todos temíamos”, escribió el fin de semana en Twitter Christopher Murphy, senador demócrata del estado de Connecticut que ha sido muy crítico con Trump. “Un presidente inestable que se ve rebasado por la situación y entra en pánico cuando ya todos sus asesores experimentados han renunciado y solo quedan los principiantes que lo adulan. Asesinar a líderes extranjeros, anunciar planes de bombardear a los civiles. Una pesadilla”.
Por lo declarado ayer, Trump parece adentrarse en un terreno más de centro, más moderado, seguramente asesorado por su gente más cercana. Pese a que se trata de un tipo que no escucha mucho las opiniones de los demás. “El presidente estadounidense tendrá que transitar por un período complicado y peligroso sin cometer el tipo de errores de los que acusó a sus predecesores de haber cometido. Además, enfrenta un gran escepticismo por parte de sus detractores, quienes, desde hace tiempo, han advertido que era demasiado impredecible para enfrentar momentos de crisis”, continuó el Times neoyorquino.
Como siempre sucede en los conflictos bélicos, la población es la que termina pagando las consecuencias, y siempre debería priorizar, por encima de todo, a la diplomacia y a los acuerdos. Estados Unidos e Irán nunca serán amigos, pero al menos pueden mantener la pelota contra el piso. Se lo ruega la comunidad internacional.