Las tarifas y el encierro de las cuentas públicas

“Hoy tenemos cierre de comercios, gente sin trabajo, empresas paradas y el 50 por ciento de la flota de camiones de Uruguay hoy está sin trabajo”, expresó uno de los voceros del movimiento Un Solo Uruguay, Guillermo Franchi, al cabo de una reunión que mantuvieron representantes de este grupo con el presidente electo Luis Lacalle Pou y sus asesores para considerar la problemática del agro y el Interior teniendo en cuenta la mirada de este movimiento.
El panorama que traza Franchi es el mismo que planteó en su momento Un Solo Uruguay al presidente Tabaré Vázquez, haciéndose eco de la realidad socioeconómica del Interior.
Precisamente esta realidad que desde la coalición de izquierdas, con Vázquez a la cabeza, se negaba, explica en gran medida la derrota del gobierno en las elecciones de octubre-noviembre, al quedar demostrado que no eran producto de una fantasía con intenciones electorales, sino el sentir de una gran parte de la población, de los sectores productivos, que continuaron retrocediendo en tanto el gobierno seguía con piloto automático a la espera de que transcurriera la elección.
Este escenario de paralización y deterioro de la economía es un fardo que ha quedado para el gobierno que asumirá el 1º de marzo, en el marco de un proceso que no se ha generado de un momento para otro, sino que ya lleva por lo menos tres o cuatro años sin que se intentaran correctivos a tiempo para por lo menos recuperar cierto grado de crecimiento real y no solo algún dato estadístico.
Lamentablemente, no solo no se ha retomado el crecimiento, sino que estamos ante un estancamiento muy obvio, con el Interior con el principal afectado en su papel de causa-efecto, y con el agravante de que esta inacción ha seguido repercutiendo negativamente en las cuentas públicas, con un déficit fiscal que está superando actualmente el 5 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) y con la apuesta casi única del gobierno del Frente Amplio de recuperar la senda del crecimiento a través de la inversión de la nueva planta de celulosa de UPM y su eventual efecto de arrastre.
La realidad y las perspectivas son mucho más complejas que los efectos beneficiosos que traería aparejada la instalación de una nueva planta de celulosa, porque los resultados de un emprendimiento de estas características ya lo hemos tenido en experiencias anteriores, y por supuesto, estamos ante una inversión positiva pero que implica mayormente una arremetida de impacto transitorio y que queda como algo sustentable en un margen mucho menor.
Volviendo al encuentro de Un Solo Uruguay con el presidente electo, en un verano que tiene como elemento especial de interés las alternativas del proceso de transición hacia el 1º de marzo, tenemos que la delegación trasladó al futuro mandatario y sus asesores una serie de inquietudes que entre otros elementos incluye el pedido de que el nuevo gobierno no aplique un ajuste de tarifas públicas en marzo, como se estima que sucederá, sobre todo a partir de que el gobierno del Frente Amplio no lo hizo este fin de año, como sí lo ha hecho invariablemente año a año, dejando al nuevo gobierno el costo político de tener que hacerlo tan pronto asuma, para no seguir deteriorando las cuentas públicas.
Por cierto es una chicana que no es invento del Frente Amplio, sino que ha sido aplicada en más de una oportunidad, lo que reafirma sí la poca responsabilidad con que se mueven algunos actores políticos, con tal de buscarle la vuelta para llevar agua hacia su molino, tratando de que a quienes asuman la responsabilidad de gobierno las cosas no le salgan bien, para así tener mejores oportunidades de volver en la siguiente elección.
Y también en este aspecto incide gravosamente el costo país, el costo de producir en el Uruguay, tanto bienes como servicios, lo que conspira contra nuestra competitividad, sobre todo en la región, porque con un tipo de cambio atrasado para no afectar la inflación y mantener el poder adquisitivo de salarios y pasividades, nos encontramos con que a la hora de exportar, estos costos exacerbados en dólares se trasladan a los productos que vendemos, y a la vez se está subsidiando indirectamente la importación de los similares a los que se producen dentro de fronteras. Una práctica que se ha utilizado recurrentemente por gobiernos populistas, tanto de derecha como de izquierda, para mantener a la población satisfecha artificialmente durante cierto tiempo, hasta que la situación se hace insostenible y no hay más remedio que adecuarse a las circunstancias, con la consecuencia de sacrificar calidad de vida y salario real en aras de generar más ocupación, de la mano de una mayor rentabilidad de las empresas, así como evitar más cierres de fuentes de trabajo.
Nada nuevo bajo el sol, en una película que en nuestro país hemos visto más de una vez, y que se reedita por quienes se encierran en su autocomplacencia y se niegan a aceptar la realidad, a aplicar el sentido común y actuar a tiempo, cuando se puede todavía aplicar correctivos que resulten menos traumáticos.
Lo que plantea Un Solo Uruguay es absolutamente sensato y seguramente refleje el sentir de la mayoría de los uruguayos, porque al decir de Franchi “un ajuste de tarifas es un ajuste para todos. Si sube la luz sube para todos, sube para la industria, pero también sube para las familias”.
Lo que es absolutamente cierto, pero no quita el preguntar lo de Perogrullo, que es que si eso todos lo sabemos ¿por qué lo hacen? Y aquí está el meollo de la cuestión: se tensa la cuerda hasta tal punto que no se deja margen de maniobra para evitarlo, porque las empresas estatales están funcionando como agentes recaudadores para transferir recursos a Rentas Generales, para tratar de paliar un déficit fiscal que ha crecido y que no es posible solventar por la vía de impuestos cuando sigue decayendo la actividad económica.
Hay que abaratar el país, pero en forma sustentable, y una vía de hacerlo es evitando o por lo menos atenuando la suba de costos como el de la energía, otros insumos y los impuestos, entre otros, por la vía de lograr eficiencia en el Estado. Pero si a la vez no se recauda para enjugar el déficit, nos encontramos ante un encierro, porque los sectores productivos, de toda rama de actividad, se encontrarán siempre ante costos elevados y no tienen forma de ser competitivos con los precios.
Bueno, ese encierro en el que se ha metido el Frente Amplio por medidas y errores propios, se ha trasladado al nuevo gobierno, que solo tiene como vías alternativas reducir el gasto estatal desmesurado que ha heredado, y eventualmente también aumentar ciertos impuestos, o las dos cosas.
La clave está en el cómo hacerlo, en los pasos a dar, en muchas veces tener que optar entre lo urgente y lo importante, cuando se puede, y hacerlo en lo posible dentro del primer año de gobierno, cuando todavía no se generan la impaciencia y las demandas que inevitablemente sobrevendrán en mayor o menor grado, dependiendo de cómo evolucione la situación.
Es que cuando las necesidades son muchas y los recursos insuficientes, es inevitable el síndrome de la sábana corta, y siempre quedará algo al descubierto, por mejores intenciones que se tengan.