Un socio estratégico o interesado

En su sitio web, la embajada de Estados Unidos recuerda que mantiene “fuertes” relaciones diplomáticas con Uruguay desde 1867 y a lo largo de más de 150 años de esa historia, define a nuestro país como un “socio constructivo”, con actitudes mediadoras ante instituciones internacionales.
Destaca el aporte uruguayo a las misiones de paz como “uno de los principales contribuyentes per cápita” y señala que las relaciones económicas bilaterales entre ambos países fueron selladas con un Acuerdo Marco de Comercio e Inversiones, vigente desde 2007. O lo que conocemos como TIFA por sus siglas en inglés (Trade and Investment Framework Agreement).
Cabe recordar que un año antes, Uruguay desistía de firmar un Tratado de Libre Comercio (TLC), ante las divisiones internas existentes dentro del Frente Amplio. Incluso la oposición de entonces –los partidos Nacional y Colorado– se mostraron contrarios a una propuesta de un tratado de trámite rápido, o fast track, parecido al acuerdo firmado con Perú.
El TLC era apoyado por el entonces ministro de Economía, Danilo Astori y su sector Asamblea Uruguay y una parte del Partido Socialista. Se oponía el Partido Comunista, la Vertiente Artiguista y el entonces ministro de Relaciones Exteriores, Reinaldo Gargano.
Fueron famosas y repetidas las palabras de Vázquez en un foro empresarial cuando hablaba para la interna de su partido: “La historia no retrocede, la historia no se detiene pero tampoco la historia se repite. El tren, algunas veces, pasa una sola vez”. Pedía una discusión con “criterio patriótico” y no con “criterio ideológico”. Pero de eso, ni hablar en aquel momento. El tren pasó y con él selló la suerte de Paylana, por nombrar sólo una de las tantas empresas perjudicadas, porque Estados Unidos era prácticamente el único nicho posible de mercado para su producció- de calidad, pero sólo era competitiva si entraba sin aranceles.
Sin embargo el plenario nacional celebrado en 2006 aplaudió de pie a Gargano. “El tren pasa una sola vez, pero hay gente que se pone delante y se la llevan por delante” y así la aplanadora ideologizada enfatizaba en una apuesta a la región con los gobiernos progresistas de entonces. Con esa decisión, además, se acallaban los reclamos del Pit Cnt que prometía “una actitud vigilante” y del presidente temporal del Mercosur ese año, Luis Inacio Lula da Silva.
Con el paso del tiempo, las siguientes administraciones frenteamplistas le buscaron la vuelta para ampliar ese acuerdo y otorgarle un alcance mayor. El ministro de Industria del expresidente José Mujica, Roberto Kreimerman, manifestó en reiteradas oportunidades la necesidad de profundizar el TIFA. Pero no se animaban a hablar de un TLC. La interna seguía dura y en 2014 el secretario de Estado tampoco mencionaba un acuerdo de ese tipo “por el momento”.
Ese año, en un viaje realizado a Estados Unidos y a partir de un encuentro con Barack Obama, el presidente José Mujica negoció la profundización del TIFA con el mandatario estadounidense. Incluso se mencionaba ese asunto como uno de los principales puntos en la agenda bilateral que llevaba adelante el canciller Luis Almagro.
El portal de Presidencia informaba sobre la instancia “muy productiva”, con la firma de acuerdos aduaneros, de seguridad social y la posibilidad de comenzar a vender carne ovina. Pero nada de TLC.
Llegó el tercer gobierno del Frente Amplio, y con él un TIFA que profundizaba su contenido y enviaba, a través de la diplomacia, un fuerte mensaje del presidente Donald Trump. El actual mandatario sostiene –aún– su voluntad de manejar acuerdos con los países en forma bilateral. Pero se paraba frente a un bloque regional como el Mercosur, conformado por países que ninguno tiene un TLC con el grande del Norte, todos mantienen déficits comerciales y fiscales, además de utilizar la misma herramienta. El TIFA se presentaba como una sólida posibilidad de avance, a pesar de algunas revisiones efectuadas por Estados Unidos, entre ellas, la pérdida del beneficio del Sistema General de Preferencias, porque considera que Uruguay es un país de renta media. La madera pasó a ser la mayor perjudicada, con un incremento del arancel, seguido por el cuero y las preparaciones de carne ovina.
Pero allí quedamos. En esta etapa de transición hacia el gobierno que asumirá el 1° de marzo, surgió la llamada del secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, a Luis Lacalle Pou el lunes. Un encuentro telefónico pautado desde hacía una semana, relatado por ambos en sus cuentas de Twitter y por el vocero del Departamento de Estado.
Lo sugestivo de este diálogo es que ocurre en medio de grandes tensiones entre EE.UU. e Irán, ante un interés del grande del Norte por ampliar acuerdos estratégicos y buscar la mayor cantidad de aliados en América del Sur. También, y por qué dudarlo, a la búsqueda de salidas estratégicas de exportaciones en una balanza que crece. Porque para Uruguay, uno de los mercados excluyentes es EE.UU., además de China, Brasil y Argentina, como sus principales compradores. Entre los cuatro representan la mitad de las exportaciones del país.
Es así que el planteo de Lacalle Pou de arribar a un TLC estuvo sobre la mesa, tanto bilateral como con el bloque. Aunque no hubo una respuesta precisa sino una contestación a futuro, se nota que es un asunto que sobrevuela desde hace al menos 15 años en el ámbito político.
La región tiene socios con problemas y uno que mira poco a sus vecinos. Por nuestro lado, solo hay una batalla ideológica planteada desde las raíces que así como no acepta u-n TLC, tampoco un acuerdo global sobre servicios (TISA) o uno de integración al Transpacífico que mira a los denominados “tigres asiáticos”.
El nuevo contexto político regional debería motivar a la reflexión porque existe una fuerte mirada pro-mercado. Ya la impuso Bolsonaro en Brasil, Piñera en Chile, Duque en Colombia y seguramente lo verá así Fernández, en Argentina.
El panorama cambia constantemente y anquilosar las ideas en el mero debate ideológico con reminiscencias sesentistas nos hace perder el tren. Nos estanca, nos ralentiza y nos instala en un estado continuo de debate, mientras que otros actúan.
Porque la cooperación internacional entre países se moderniza en forma permanente y perder el carril con la economía más importante del mundo, no es muy estratégico que se diga.