Hoy es el día de todos

En esta jornada asume sus funciones como Presidente de la República, el doctor Luis Lacalle Pou, quien resultara electo en el mes de noviembre pasado en las séptimas elecciones celebradas desde la restauración democrática en el año 1985. Esta sola circunstancia respalda y justifica que el día de hoy sea un día de festejo no sólo para quienes apoyaron, votaron o militaron por dicha opción política sino para todos los uruguayos sin distinciones. Siempre es bueno recordar que la democracia uruguaya no es propiedad de ningún partido político, familia, ideología o sindicato. Muy por el contrario, se trata de un patrimonio inmaterial construido por mujeres y hombres de los más diversos orígenes políticos a través de varias generaciones y sin lugar a dudas es el sello que distingue a nuestro país en el contexto internacional. Superando los quiebres institucionales sufridos en su joven historia, Uruguay ha logrado transformarse en un sinónimo de cultura democrática. Como han señalado los investigadores Daniel Chasquetti y Daniel Buquet “Uruguay constituye un caso excepcional dentro del contexto latinoamericano en lo que refiere a su régimen político democrático. (…) la posición de privilegio que ostenta Uruguay en el continente no es un fenómeno ocasional ni reciente, sino que, por el contrario, es el producto de una temprana implantación y una larga tradición democrática. Se trata seguramente del país que más tiempo ha vivido bajo regímenes democráticos en América Latina”. Ni el presidente saliente Tabaré Vázquez ni el presidente entrante Luis Lacalle Pou pueden ni deben creer que la democracia uruguaya se trata de un logro de su accionar político o de los partidos a los cuales representan. El Uruguay no nació el 1º de marzo de 2005 y tampoco ha nacido hoy. Se trata de un país con una fuerte cultura cívica de formación aluvional que atraviesa transversalmente épocas, formaciones políticas y liderazgos más o menos duraderos y que permite afirmar, parafraseando al escritor y político francés André Malraux, “que el Uruguay será democrático o no será”.
Durante su discurso al asumir como presidente luego de once años de dictadura militar, el 1º de marzo de 1985 el Dr. Julio María Sanguinetti dejó en claro la importancia que el régimen democrático tiene para los Uruguayos: “Esta República que nació para la democracia ha vivido once años de gobierno de facto y ello no ocurrirá más no sólo porque el Presidente respetará la Constitución, sino porque todos los uruguayos la vamos a defender y haremos de ello un haz de voluntad y energía, que hará de ello una gran causa nacional, la gran causa que nos convoca desde el día en que nació este país. Para el Uruguay la democracia no es simplemente una institucionalidad, no es simplemente un conjunto armonioso de instituciones jurídicas, no es simplemente una arquitectura política. Ortega decía: Hay verdades del destino y hay verdades teóricas. Las verdades teóricas nacen de la discusión, nacen de la razón, se nutren de ella, viven de la discusión, se vigorizan con la discusión. Hay otras verdades que son verdades de destino, esas no se discuten; se asumen porque esa es la identidad propia, eso se es o no se es y eso está antes de lo que se discute. Y para nosotros los Uruguayos la democracia es una verdad de destino, es un destino irrenunciable, es algo que se asume o no se asume y que si no se asume es el riesgo de la falsificación, y si se asume es el único modo de poder decir que se es ciudadano de esta República, de esta República que antes de ser un estado, que antes de tener una frontera, que antes de tener un pabellón nacional, ya era una democracia. Porque aquel pueblo artiguista en los campamentos, aquel pueblo artiguista siguiendo al éxodo de resonancias épicas, aquel pueblo artiguista que era una expresión de democracia que decía aquellas cosas con las cuales nos hemos criado y educado, aquel pueblo ya fue una democracia en marcha, ya fue una democracia espontánea y ya fue una democracia asentada antes de que existiera mismo nuestro estado. Para nosotros la democracia entonces, no es un sistema político, es nuestro país mismo, es nuestra razón de ser, es nuestra filosofía de vida, es nuestra razón de existir, es el sentido de nuestra lucha y a ella volcaremos todo nuestro esfuerzo”.
Hoy es un día para que todos los uruguayos sintamos orgullo de poder presenciar en paz un traspaso presidencial consecuencia de elecciones libres y democráticas, cuyo resultado ninguno de los candidatos que participó en la misma cuestionó, como tampoco lo hicieron los organismos internacionales con competencia en esta materia. El fruto de una jornada electoral sana y limpia es, precisamente, el traspaso del poder entre presidentes de distintos partidos políticos. En una región sacudida por acusaciones de fraudes electorales, Uruguay sigue manteniendo las características que lo distinguen y eso es patrimonio de todos los actores políticos y de sus votantes, ya que mientras unos supieron festejar con humildad su victoria los demás supieron sobrellevar con fortaleza un resultado que les fue adverso. Muchas veces los líderes políticos tienen actitudes o realizan pronunciamientos que exacerban los ánimos de sus seguidores y votantes, asumiendo de esa forma conductas que lastiman la unión y la concordia que debe existir entre todos los uruguayos. Muchas veces esos fanatismos terminan afectando la vida diaria de los ciudadanos comunes y corrientes, que en sus lugares de trabajo o de estudio o incluso en los ámbitos familiares y de amistades terminan separados por una “grieta” por el sólo hecho de pensar diferente. Nadie es mejor o peor persona por votar un partido político determinado; las calificaciones éticas y morales de cada ciudadano no se guardan en un sobre cada cinco años sino que se demuestran todos los días en su conducta personal y comunitaria.
Ya habrá tiempo para discrepar y para increpar; tiempo para discutir y exhibir razones combatiendo con fundamentos las posiciones adoptadas por el ocasional adversario político. La democracia necesita del debate de ideas y se enriquece de su existencia e intensidad, siempre y cuando se haga en un marco de respeto. Ya vendrá el tiempo de las interpelaciones parlamentarias, los pedidos de informes de los legisladores de la oposición y el ejercicio de todos los mecanismos previstos afortunadamente por nuestro régimen jurídico para poder controlar la gestión de un gobierno. Sin perjuicio de ello, y por el bien del país, todas esas legítimas diferencias deberán ser dejadas de lado para afrontar los grandes temas que el país real vive y sufre con preocupación: salud, seguridad, educación, desempleo, porque se trata nada más y nada menos que de urgencias que aquejan a muchas familias uruguayas. Pero todo eso será a partir de mañana, porque el día de hoy es un día de festejos para todos, una jornada de traspaso de mando que demuestra que entre todos hemos sabido construir una democracia saludable y porque en palabras del expresidente Sanguinetti en el discurso antes mencionado, “tenemos lo más grande; nos tenemos a nosotros mismos”.