Ambiente, pandemia y después…

Se conmemora hoy el Día Mundial del Medioambiente teniendo como tema central la biodiversidad. Situaciones graves, complejas y sin precedentes en su magnitud, como los incendios forestales en Brasil, California y Australia, la invasión de langostas en el Cuerno de África y, más recientemente la pandemia de COVID-19 que tiene en jaque al mundo, han demostrado una vez más la fuerte conexión de los seres humanos con el mundo natural circundante y los demás seres vivos de este planeta, al mismo tiempo que nuestra propia debilidad como especie frente a amenazas globales que –en gran parte– ocasionamos nosotros mismos.
Se trata de una conmemoración que se desarrolla desde 1974 impulsada por las Naciones Unidas y cuya finalidad es poner en la agenda pública un tema que cada vez más nos involucra en forma transversal a todos los ciudadanos del mundo con independencia del lugar donde vivamos. El Día Mundial del Medio Ambiente se ha convertido así en una gran plataforma global para concientizar y promover el cambio de hábitos hacia modos de vivir y convivir más amigables con la salud del planeta y sus especies. Es también, una forma de crear presión política para tratar cuestiones de gran importancia y preocupación creciente tales como el calentamiento global, la gestión de químicos tóxicos y la desertificación, entre otros, llevándolos al ámbito de adopción de políticas nacionales e internacionales.
Aunque en el día a día no lo tengamos presente o directamente no nos importe, como bien señala el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), organismo de la ONU especializado para tratar los temas medioambientales, la naturaleza está al borde del colapso.
Todo lo relacionado al medioambiente, lejos de ser un asunto casi bucólico como se lo consideraba años atrás, se vincula a problemas muy reales y de alcance local y global, cuyos coletazos nos pegan a todos de una forma u otra, así como la posiblemente muy pronta desaparición de un millón de especies de animales y plantas.
No deberíamos perder de vista que la variedad de alimentos que comemos, el aire que respiramos, el agua que bebemos y el clima que hace posible nuestra vida en el planeta, no existirían sin los servicios de la naturaleza. “Cada año las plantas marinas producen más de la mitad del oxígeno de nuestra atmósfera, y un árbol es capaz de limpiar nuestro aire absorbiendo 22 kilos de dióxido de carbono y liberando oxígeno a cambio”, recordó la PNUMA.
No obstante, a pesar de todos los beneficios que nos brinda nuestra naturaleza, continuamos maltratándola a través de la producción no sostenible, los plásticos de un solo uso, la contaminación química entre otras situaciones nefastas como el tráfico de animales. Este último podría ser una de las causas involucradas en el origen del COVID-19 a partir de un cruce viral de murciélago o pangolín, con las terribles y conocidas consecuencias de una pandemia que azota actualmente cobrándose vidas humanas y ha desencadenado una crisis económica y social sin precedentes en el mundo.
Por otra parte, la biodiversidad –que abarca a unos 8 millones de especies en el planeta, los ecosistemas que las albergan y la diversidad genética entre ellas– es la base que sustenta toda la vida en la Tierra y se relaciona de diferentes formas con la salud humana, dado que necesitamos agua y aire limpios, alimentos saludables y nutritivos, medicamentos que en muchos casos se fabrican a partir de plantas, resistencia a enfermedades naturales y mitigación del cambio climático. Se trata de una red de relaciones transversales de vida, un sistema donde la afectación de una parte impacta a todos con consecuencias que pueden ser muy negativas.
En el contexto de una naturaleza amenazada por cuestiones como la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y la contaminación, deberíamos estar pensando seriamente –y actuando– para la prevención y protección incluso frente a problemas actuales y futuros tales como la contaminación provocada por los desechos médicos y los millones de desperdicios que estamos aumentando a partir de la protección personal frente a la pandemia, como ese el caso de los tapabocas de uso sanitario o médico que la población en general también está utilizando.
En nuestro país también nos enfrentamos a importantes desafíos en relación a la calidad ambiental y biodiversidad relacionados al cambio climático, la calidad de aguas, la pérdida de bidiodiversidad, la pérdida de pastizales y monte nativo y la erosión de los suelos, entre otros.
“Los pastizales brindan protección y reposición de la fertilidad de los suelos, el control de erosión, la amortiguación de inundaciones, y son el principal sustento de nuestra producción ganadera. Nuestros bosques nativos también protegen los suelos y cumplen un rol fundamental en el mantenimiento de la calidad del agua, contribuyendo también con la fijación de carbono y la reducción del riesgo de inundación. Además, son hábitat de flora y fauna, y fuente de frutos nativos. Los humedales contribuyen con la recarga de acuíferos, protegen la línea de costa, mitigan las inundaciones y depuran las aguas. Son, además hábitat para biodiversidad y sitios de recreación con múltiples valores socioculturales”, señala una publicación del Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente referido a la biodiversidad, que también enfoca en el rol de los ecosistemas costeros en la amortiguación de eventos extremos y como sustento de pesquerías, además de ser sitios de recreación con gran valor paisajístico.
En los últimos años el desarrollo de políticas públicas sobre medioambiente ha significado avances importantes para revertir procesos de deterioro y prevenirlos. Instrumentos como el Plan Ambiental Nacional, Plan Nacional de Aguas, la política de mitigación de cambio climático, la estrategia nacional en materia de biodiversidad, el Plan Nacional de Agroecología o el Sistema Nacional de Áreas Protegidas conforman un paraguas o plataforma de acciones positivas que era inexistente e impensable hace veinte o treinta años y deben, necesariamente, sostenerse en el tiempo. Si somos capaces de pensar soluciones que contemplen el cuidado de la naturaleza, la resiliencia de los ecosistemas y el desarrollo sostenible estaremos mejor preparados para enfrentar los grandes desafíos del presente. Hay un rol que deben desempeñar los gobiernos, otro las empresas y otros cada uno de nosotros como ciudadanos, pero está al alcance de todos hacer algo. Las grandes crisis también son oportunidades de reconfiguración y hoy enfrentamos la necesidad impostergable de pensar el mañana.