Otra pandemia, con menos prensa

El contexto lo tenemos todos bastante claro: el 13 de marzo se descubrieron los primeros 4 casos de COVID-19 en Uruguay y se decretó la emergencia sanitaria. Algunas de las consecuencias también son muy fáciles de identificar, ya que con aquel decreto vino la suspensión de los espectáculos públicos, el cierre de las escuelas, los liceos y los centros termales y en general la cancelación de cualquier actividad que pudiera dar lugar a aglomeraciones. También tenemos muy presente que las afectaciones económicas han existido y hay decenas de miles de trabajadores que han perdido su empleo o que están pasando por un momento de inestabilidad o incertidumbre mientras perciben un seguro por desempleo de forma transitoria.
Sin embargo hay otro problema que no es tan visible en este momento, un problema sanitario que ha tenido en nuestro país cifras de las que si se llevara un conteo diario y se publicara permanentemente en todos los medios de comunicación causarían alarma.
Según datos que dio a conocer en el año 2017 el Ministerio de Salud Pública, en el marco de la Semana del Corazón, en Uruguay fallecen a diario 26 personas por patologías cardio y cerebro vasculares.
Esta pandemia y el confinamiento masivo que en todo el mundo se ha adoptado como la estrategia para hacerle frente, están teniendo un impacto específico sobre los factores en los que permanentemente se ha insistido como forma de prevenir este tipo de dolencias: el sedentarismo y la alimentación.
La Organización Mundial de la Salud emitió una advertencia sobre el impacto de este tipo de enfermedades, al tomar en cuenta que esta problemática con el COVID-19 está afectando a la atención sanitaria de otras patologías, entre ellas, por supuesto las cardiovasculares.
Los servicios sanitarios se han visto gravemente perturbados desde que comenzó la pandemia de COVID-19, según reveló una encuesta que la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó a comienzos de este mes. El sondeo se realizó en 155 países, durante un período de tres semanas, y confirmó que el impacto es de escala mundial, pero que es mayor entre los países de bajos ingresos.
No hace falta ni mencionar que los pacientes afectados por enfermedades no transmisibles están especialmente expuestos a sufrir consecuencias severas, en caso de contagiarse de COVID-19; suelen ser estas las enfermedades con las que se asocian las “patologías previas”, que solemos escuchar cuando se hace referencia a las muertes.
“Muchas personas que necesitan tratamiento para enfermedades como el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y la diabetes no han recibido los servicios de salud y los medicamentos que necesitan desde que comenzó la pandemia. Es fundamental que los países encuentren formas innovadoras de asegurar que los servicios esenciales para las enfermedades no transmisibles continúen, incluso mientras luchan contra COVID-19”, dijo al respecto el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
Seguramente este extremo no sea el caso de nuestro país y que no todas las personas hayan simplemente dejado de recibir su medicación o los tratamientos necesarios para su bienestar, pero ha habido un estiramiento de plazos y durante más de un mes no estuvieron trabajando las policlínicas. De todos modos, mal de muchos, consuelo de tontos.
La principal conclusión del informe es que los servicios de salud “han sido parcial o totalmente interrumpidos en muchos países. Más de la mitad (53%) de los países estudiados han interrumpido parcial o totalmente los servicios de tratamiento de la hipertensión; el 49% los de tratamiento de la diabetes y las complicaciones relacionadas con la diabetes; el 42% los de tratamiento del cáncer, y el 31% los de emergencias cardiovasculares. Los servicios de rehabilitación se han interrumpido en casi dos tercios (63%) de los países”.
Agrega que “en la mayoría (94%) de los países que respondieron, el personal de los ministerios de salud que trabajaba en la esfera de las ENT fue parcial o totalmente reasignado para apoyar a COVID-19. El aplazamiento de los programas públicos de detección (por ejemplo, para el cáncer de mama y el cáncer cervicouterino) también se extendió ampliamente, según informaron más del 50% de los países”.
Este aplazamiento formó parte de las recomendaciones iniciales de la OMS, de reducir al mínimo la atención en centros no urgentes al tiempo que se abordaba la pandemia.
Las razones más comunes para interrumpir o reducir los servicios fueron la cancelación de los tratamientos planificados, la disminución del transporte público disponible y la falta de personal debido a que los trabajadores sanitarios habían sido reasignados para apoyar los servicios de COVID-19.
Entonces, cabe cuestionarse si la priorización del cuidado de la enfermedad del momento está justificada al extremo de desatender otros males con mucho menos visibilidad mediática, pero sensiblemente más letales, o si, en cambio, es tiempo de tomar también las riendas de este problema, que no por viejo y conocido ha dejado de ser la primera causa de muerte entre los uruguayos.
Si todo se posterga para cuando pase la tormenta COVID-19, quizás para entonces haya que enfrentarse a otro problema sanitario masivo y que no se previene con mascarillas y alcohol en gel.