Resiliencia y sostenibilidad en el campo

El suelo es un recurso vital que, además de proveer una serie de servicios ecosistémicos que son fundamentales en nuestro diario vivir, la producción de los alimentos, la producción de forrajes, energía y productos medicinales, realiza el filtrado y limpieza de miles de kilómetros cúbicos de agua -–mejorando así la capacidad de enfrentar sequías e inundaciones–, ayudando a regular las emisiones de carbono y otros gases de efecto invernadero.
Actualmente la mayor parte de los suelos del mundo se encuentran en condición mala o muy mala; y están empeorando. No es difícil imaginar los motivos de esa situación: la transformación de los usos del suelo, el rápido crecimiento de las ciudades y algunos efectos de la industrialización.
En nuestra región, a partir del año 2000, y debido al aumento mundial de la demanda de alimentos, materias primas y biocombustibles, se registró una aceleración de las transformaciones históricas de los campos. Estas presiones transformaron la estructura del sector agropecuario uruguayo expandiendo la frontera agrícola a expensas del campo natural, lo que significó una transformación del 13,79% de la cobertura del campo natural según datos de 2015 de la Dirección Nacional de Ordenamiento Territorial.
Este desarrollo de la actividad agropecuaria tuvo efectos positivos en la disminución de la desigualdad, mejora del ingreso y servicios básicos en las zonas rurales, pero tuvo efectos negativos tales como la fragmentación del paisaje, la pérdida de biodiversidad, erosión de suelos, afectación de la calidad de agua e invasión de especies exóticas, entre otros.
La expansión de fronteras de cualquier tipo siempre origina cambios en el territorio, y con la denominada frontera agrícola pasa lo mismo. La expansión de las áreas de cultivo suele ser a expensas del campo natural, el cual –aunque a menudo es un hecho desconocido por la mayor parte de la población– es un recurso muy valioso para la producción agropecuaria y un elemento fundamental para la conservación de la biodiversidad, la calidad de los cursos de agua y la mitigación del cambio climático.
Los pastizales retienen el 30% del carbono mundial, siendo una herramienta natural para enfrentar el calentamiento global. A su vez, el carbono ayuda a reducir efectos de la sequía porque retiene el agua en la tierra. Además, como los bosques, los campos naturales son grandes reservorios de biodiversidad, hábitat de multitudes de animales, plantas y microorganismos.
A nivel mundial ya son pocos los espacios de campo natural que se conservan como tales, alcanzando apenas un 30% de la superficie terrestre. No obstante, sigue siendo una de las riquezas más importantes de Uruguay –debido a condiciones climáticas húmedas y de conservación, entre otras–, que integra el sistema natural conocido como Bioma Pampa (junto a Brasil, Argentina y Paraguay), en el que se basa su reconocida producción pecuaria.
Tal como informa el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (Mvotma) en su sitio web, actualmente no hay criterios mundiales establecidos para valorar el estado de conservación o de degradación de estos ecosistemas, ni tampoco consensos formales en cuanto a cómo preservarlos.
No obstante, hay acciones de ejecución reciente que resultan valiosas. En este sentido, Uruguay participa en una iniciativa del Fondo Mundial para el Medio Ambiente que financió un proyecto global denominado “Evaluación participativa de la degradación de tierras y manejo sostenible de la tierra en pastizales y sistemas de pastoreo” implementado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Se trata de una iniciativa piloto que se realiza simultáneamente en Uruguay, Kenia, Níger, Burkina Faso y Kirguistán, países que representan distintas zonas de pastizales.
En ese grupo Uruguay representa el Bioma Pampa y los pastizales de América y, de acuerdo a lo informado por el Mvotma, la elección de países tan disímiles, que abarcan una variedad de ecosistemas y de prácticas de pastoreo, se basó en la necesidad de identificar un protocolo estándar para el seguimiento y la evaluación participativa de los procesos de degradación de tierras o su manejo sostenible, específico para pastizales.
En nuestro país el proyecto fue llevado adelante por FAO, el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, y el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, los cuales realizaron durante tres años distintas actividades tendientes al desarrollo de un sistema de monitoreo e información sobre el agroecosistema campo natural. El trabajo contó también con el aporte de la Comisión Nacional de Fomento Rural y la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República.
Los resultados de esta etapa fueron presentados en junio a través de una conferencia virtual, en el marco de las actividades del mes del Medio Ambiente, y según Fernando Coronel, consultor coordinador del equipo, en las dos zonas piloto estudiadas en Uruguay el campo natural reveló una alta resiliencia, señalando que una de las propuestas locales es el desarrollo de “un plan de transferencia específico y la valorización la producción sobre este recurso”.
En este sentido, los trabajos revisados y las instancias de consulta realizadas constataron que a pesar de los avances importantes en el conocimiento, protección y gestión del campo natural, las acciones realizadas son insuficientes para garantizar el uso sostenible de uno de los principales activos del país.
Se considera necesario “profundizar y difundir el conocimiento sobre este agroecosistema tan diverso y complejo, que aún presenta aspectos desconocidos relevantes para asegurar su uso sostenible”, y atender “los problemas de transformación y degradación del campo natural, que afectan la biodiversidad, pero también la calidad de agua, la erosión del suelo y el almacenaje de carbono orgánico, la producción primaria y secundaria, la vida de la gente y la economía de miles de productores y del país”.
En un entorno global de degradación, la prestación de sus importantes recursos ecosistémicos del campo natural demandan atender a las prácticas y los cuidados necesarios para su óptima conservación dada la importancia social y económica que posee. Se trata de un reto importante con miras al futuro del país y la producción agropecuaria.
Desde la perspectiva de la creación de un Ministerio de Ambiente es de esperar que estos temas sean incorporados activamente a la agenda, y pueda contarse con nuevos marcos normativos para la conservación y uso sostenible de recursos fundamentales para la biodiversidad, así como la consolidación de políticas de Estado que atiendan estos temas fundamentales para el desarrollo humano y económico del país.