Cruzando la línea

A fin de mes se jubila Marty Baron, aquel director de diarios inmortalizado por Liev Schreiber en la película Spotlight, ganadora de varios Oscar en 2015, entre ellos el de Mejor Película, pero él mismo ganador de varios reconocimientos por su trabajo periodístico. Antes de irse, en una entrevista publicada el fin de semana en El País de Madrid dejaba una reflexión sobre los difíciles tiempos que vive el periodismo, ya no por los problemas económicos ni por los cambios tecnológicos, sino por el comportamiento de la sociedad ante su labor.
“El mayor desafío al que nos enfrentamos es que, como sociedad, no podemos ponernos de acuerdo en una serie común de verdades. La gente ha de estar en desacuerdo sobre los retos a los que nos enfrentamos, sobre cuáles deben ser las respuestas, en eso consiste una democracia. Debemos tener un debate vigoroso y vibrante. Pero necesitamos operar desde una serie común de hechos. Y hoy en día ni siquiera podemos ponernos de acuerdo en lo que pasó ayer”, expresó. “Uno debe preguntarse cómo puede funcionar la democracia en un ambiente así. ¿Cómo funciona la prensa cuando una parte sustancial de la población cree en cosas que son directamente falsas y teorías conspiratorias locas?”, agregó el veterano.
Y esto no tiene solo que ver con los turbulentos tiempos que vive Estados Unidos, con una transición entre gobiernos que tuvo momentos de tensión inéditos, como la invasión del capitolio del 6 de enero. Tampoco es un efecto atribuible a la pandemia y los cambios sociales que estamos empezando a ver, ni se puede adjudicar plenamente al fenómeno de las redes sociales, aunque es claro que sin ellas no se hubiese manifestado en esta escala.
Que esta novedosa forma de moverse el mundo de la información afecte a la “opinión pública” es algo que hay que resistir, por supuesto, porque no es sano, como argumenta Baron, pero también hay que asumirlo como una nueva realidad que está instalada. Don José y doña María ya no se conmueven, no cambian su forma de ver los hechos a partir de la demostración de que estos ocurrieron de una forma diferente a la que pensaban y retuitean o comparten informaciones que son falsas, sin el mínimo interés de verificar si sin verdaderas, simplemente porque les sirven como argumento para reafirmar su forma de pensar. Sobre esto es que advierte Baron.
No obstante, debemos trazar una línea en el piso de esas que no se pueden cruzar. Eso, de difundir información falsa, o mentir directamente, es algo que no se le puede permitir a quienes han sido designados por la ciudadanía, a través del voto, para ejercer temporalmente un cargo de responsabilidad en el gobierno.
Esto, justamente, es lo que ha hecho recientemente el ministro de Turismo, Germán Cardoso. El secretario de Estado cruzó esa línea y utilizó un argumento falso para justificar una decisión de gobierno. Lo hizo al decir que la lancha que hoy está destinada a operar paseos turísticos en La Charqueada, departamento de Treinta y Tres, llevaba dos años abandonada en un galpón en Nuevo Berlín, adonde fue destinada originalmente por el gobierno pasado en el marco de Corredor de los Pájaros Pintados.
Es aceptable que cada gobierno que asume tenga su forma de ver las cosas e introduzca cambios en la forma de ejecutar sus políticas, ejemplos de esto hay cientos, pero por mencionar uno, recordemos que el Ejecutivo a cargo de Tabaré Vázquez decidió pasar a la órbita del Ministerio de Vivienda el Plan Juntos que en épocas de José Mujica se ejecutaba desde Presidencia de la República. Esto es válido, en la medida que gobernar es tomar decisiones.
Fue también una decisión política la del mismo Ministerio de Turismo de no avanzar en acuerdos con los gobiernos departamentales que estaban en funciones durante los primeros meses del gobierno nacional y esperar a que se eligieran las nuevas autoridades para trabajar con ellas, como lo indicó en su momento a EL TELEGRAFO el subsecretario de Turismo, Remo Monzeglio. Institucionalmente es llamativo, pero fue una decisión que se explicitó.
En este caso de la lancha queda puesto de manifiesto un contraste en la forma de gobernar. Si una virtud tuvo el Corredor de los Pájaros Pintados fue la de anticipar todos los movimientos que se iban a realizar en las asambleas de adheridos, de las que se realizaban dos por año, rotando la sede entre los diferentes departamentos.
Hoy este traslado de una lancha de un extremo a otro del país, desmantelando un polo turístico muy cercano a Paysandú, se realizó no solamente sin previo aviso y sin mediar explicaciones a los interesados, sino que además, para justificarlo se recurrió directamente a una mentira. O a más de una, porque el ministerio de Cardoso omitió el ofrecimiento de la Intendencia de Río Negro y del Municipio de Nuevo Berlín de subsidiar los costos fijos anuales de esa lancha como forma de apoyar la actividad turística en tiempos de pandemia. Esto indica que no se trataba de una lancha que estuviera abandonada, como pretende hacer ver el ministro.
Se podrían agregar más datos a la nota que ya publicó EL TELEGRAFO al respecto el fin de semana. Por ejemplo señalar que ya existía en La Charqueada una lancha para paseos, la Guidaí, que fue adquirida en el gobierno de Gerardo Amaral (2005-2010) con apoyo del Ministerio de Turismo de ese momento, la que, según supimos, se encuentra operativa. Es decir que ahora son dos las embarcaciones disponibles para que los turistas recorran el Cebollatí, mientras que no quedó ninguna en Nuevo Berlín para visitar las islas del río Uruguay.
Gobernar es tomar decisiones pero es también hacerse cargo de las consecuencias que provocan.