Un patrimonio no solo nuestro

La semana pasada trascendió la decisión del gobierno de interrumpir las obras planificadas en el muelle del viejo frigorífico Anglo al completarse la primera de las fases de la intervención.
El complejo industrial, que abandonó su actividad productiva hace ya varias décadas, fue incluido en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco en el año 2015. No fue un proceso sencillo el que se transitó para lograr este reconocimiento, y quizás sea bueno tener claro que estas cosas no caen del cielo, que no alcanza con solamente tener una fábrica antigua para pasar a integrar esa prestigiosa lista, en la que el viejo Anglo comparte espacio con sitios que son mojones en la historia de la humanidad.
En el caso del Anglo, la postulación a integrar la Lista de Patrimonio Mundial se basó en tres criterios previstos en la Guía Operativa para la implementación de la Convención del Patrimonio Mundial, el primero de ellos es “atestiguar un intercambio de valores humanos considerable, durante un período concreto o en un área cultural del mundo determinada, en los ámbitos de la arquitectura o la tecnología, las artes monumentales, la planificación urbana o la creación de paisajes”; el segundo, “ser un ejemplo eminentemente representativo de un tipo de construcción o de conjunto arquitectónico o tecnológico, o de paisaje que ilustre uno o varios períodos significativos de la historia humana”; y el tercero, “estar directa o materialmente asociado con acontecimientos o tradiciones vivas, ideas, creencias u obras artísticas y literarias que tengan una importancia universal excepcional”.
Todo esto, más que decirlo, hubo que demostrarlo durante diferentes visitas que misiones de la Unesco realizaron al lugar, para constatar que se cumpliesen esos criterios enunciados. Así, esa postulación se eleva a consideración de una asamblea que termina evaluando y aprobando, si fuera del caso, la incorporación a la lista. Así ocurrió el 5 de julio de 2015, en la reunión celebrada en la ciudad de Bonn, en Alemania, cuando el Anglo (el complejo industrial y su entorno), se incluyó en la lista como Paisaje Industrial Fray Bentos, que se convirtió en el segundo registro de Uruguay, después que en el año 1995 se incorporara el barrio histórico de Colonia del Sacramento.
El Arq. Salvador Schelotto, integrante de la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación, del Ministerio de Educación y Cultura, destacaba en su momento que “este reconocimiento e inclusión implica además una significativa oportunidad para un desarrollo integral del área y su entorno, en armonía con el legado cultural material e inmaterial a preservar y proyectar hacia el futuro. Y supone también una enorme responsabilidad para el país, para sus instituciones y para la comunidad local, de manera de gestionar este bien cultural de acuerdo a un plan de manejo acorde a los criterios que sustentaron su postulación”.
La inclusión en esta lista no implica que haya que dejar todo “quietito” como está. Por el contrario, parte de los compromisos que el país asumió hablan de mejorar, no solamente las condiciones edilicias, como se ha hecho, sino también la experiencia didáctica para quien visita el lugar. En eso se han hecho avances y, aunque ciertamente todavía falta, quien realiza una visita guiada al lugar va sabiendo qué fue lo que allí existió (que fue mucho más que un frigorífico grande), cómo funcionaba y el impacto que tuvo esa industria en toda esta región del país, por supuesto, pero también del otro lado del océano, en la vieja Europa.
Pero para que el Anglo esté en ese destacado lugar, también fueron importantes los acuerdos que permitieron, por ejemplo, la construcción en el lugar del Centro Regional de UTEC, en una intervención arquitectónica que realizó dentro del sitio, un edificio moderno que sigue la línea estética del complejo y que requirió, por supuesto, de una serie de consultas previo a su concreción, justamente para no poner en riesgo la permanencia en la lista de Unesco.
Del mismo modo ocurrió con el referido muelle. El proyecto de obra se presentó antes en todos los lugares en los que fue necesaria una aprobación antes de dar luz verde, y una vez conseguidos todos los permisos se puso en marcha. Por eso es llamativo que hoy, por decisión unilateral del estado uruguayo se interrumpan los trabajos que se estaban desarrollando. Esta situación motivó que desde las oficinas centrales de Unesco se efectuara una consulta formal al Ministerio de Educación y Cultural, para conocer de primera mano cuál es la situación, ya que la decisión se tomó de manera inconsulta.
Está sumamente claro que nuestro país, así como todos los países del mundo, pueden dar la prioridad que quieran a sus recursos, y más en una situación de pandemia como la que se está viviendo. Nadie duda que alcanza como fundamento, en este contexto, para la detención de la obra, el señalar que los recursos previstos hoy son más necesarios en otras actividades.
Lo que no se puede admitir es que de alguna manera se ponga en riesgo la permanencia de este patrimonio en la lista por no seguir los pasos lógicos, que eran, en este caso, cuando menos notificar a Unesco que la intervención prevista no se iba a poder completar. Si bien se ha dicho desde el Ministerio de Educación y Cultura que en este caso ese riesgo no existe de momento, de todos modos es bueno tenerlo en cuenta a futuro para que todo lo que se ha invertido en posicionar ese espacio no se pierda por errores o desatenciones administrativas.