Dura pérdida para Paysandú y el país

La conmoción que ha causado la imprevista desaparición física del exintendente y exministro Dr. Jorge W. Larrañaga no se explica solo como una reacción lógica del sistema político y la ciudadanía ante un hecho que involucra a un dirigente político de primera línea de las últimas décadas, sino que implica el reconocimiento, por encima de posiciones partidarias e ideológicas, de que estamos ante uno de los últimos caudillos “de los de antes”, de aquellos que despertaban por igual pasiones a favor y en contra, casi sin posturas intermedias, sin indiferencias, pero asumiendo siempre una impronta que no pasaba desapercibida.

Pero sobre todo, porque se trata de uno de los pocos dirigentes del Interior con proyección nacional, que nunca renegó de su origen y su consecuente lucha en la defensa de los intereses del Interior, que coinciden con los del país, y sin dejarse absorber por el frenesí del clima hipercentralista de Montevideo, donde se desdibujaron no pocos dirigentes provenientes de tierra adentro que fueron arrastrados por el torrente hacia el embudo capitalino.

Ríos de tinta podrían escribirse sobre la personalidad avasallante y tan particular de Larrañaga, con sus luces y sus sombras, como todo ser humano, pero que en ningún caso pasaba desapercibido. Seguramente cada uno de los que lo conocimos en el mano a mano, más allá de su trayectoria política, tenemos un sinnúmero de anécdotas vividas que definen su personalidad, pero sería muy pequeño detenernos solo en las vivencias personales, cuando la proyección de su figura ha ido, felizmente, mucho más allá del círculo de quienes han tenido la posibilidad de compartir momentos con el líder político sanducero.

Lo que sí nunca puede ponerse en cuestión, por encima de banderías políticas y decisiones que han estado lejos de generar unanimidades, es el inmenso amor por su Paysandú natal y el hecho de que sus acciones han estado en consecuencia con este sentimiento, luchando a brazo partido por su solar y por el Interior, las más de las veces en una lucha desigual en medio del centralismo, pero en cada instancia sin resignarse a aceptar un NO como última palabra del poder central hacia lo que entendía de legítimo derecho para el bienestar de los ciudadanos del Norte del Santa Lucía.

Así, logró a lo largo de los años una serie de conquistas para Paysandú, muchas de ellas en funciones como intendente durante los dos períodos en que ejerció el cargo a través de un amplio respaldo electoral, con obras de envergadura como Bulevar Artigas, el Anfiteatro del Río Uruguay, la doble vía de Cerrito, entubamientos de grandes pluviales que cruzan la ciudad, entre otras. En algunos casos no fueron tal vez enmarcadas en la proyección y calidad que hubiera sido ideal, pero que sí fueron revulsivas para lo que había entonces en Paysandú y significaron un cambio sustancial en la realidad de la ciudad y el departamento.
Y en funciones como legislador no hubo inquietud de Paysandú y el Interior que le fuera ajena, sino que hizo suyas las reivindicaciones de fuerzas vivas y ciudadanos en una serie de gestiones en las que acompañó a numerosas delegaciones para plantear el reclamo ante los respectivos ámbitos de decisión, siempre jugándose por los ciudadanos, cualquiera fuera su color político.

Encontró la muerte a poco más de un año de haber aceptado ejercer un cargo tan difícil como desafiante en su carrera política, como lo es la titularidad del Ministerio del Interior, cartera complicada si las hay, que hasta el expresidente José Mujica catalogó como “la tumba de los crá” y que pinta de cuerpo entero las complicaciones de una gestión en la que hay mucho más para perder que para ganar, en un país en el que durante los últimos años se ha registrado un incremento sustancial de la delincuencia y la inseguridad en sus diversos órdenes.
Larrañaga fue una vez más consecuente con lo que pregonaba, sin medir costos políticos ni anteponer intereses personales: su partido se lo reclamaba y se puso al servicio del país, declinando la comodidad de un cargo legislativo para asumir el reto de conducir un ministerio que venía cuestionado y desbordado. Lo hizo sin perder de vista el respeto a la institucionalidad democrática, al ciudadano indefenso, que sufre en el día a día los embates de la delincuencia, pero preservando el balance entre las garantías a los derechos individuales en su integralidad y no solo de los delincuentes, como se había hecho en la mayor parte de los gobiernos de izquierda.
Como había actuado durante sus dos períodos al frente de la Intendencia de Paysandú, Jorge Larrañaga se dedicó a cumplir la función de ministro con el mismo entusiasmo y dedicación con que ejerció el cargo de intendente de Paysandú, haciéndolo las 24 horas del día los 365 días del año al pie del cañón, sin medir las consecuencias en su persona y al hecho de que ya habían pasado treinta años, tanto en el tiempo como en su físico, desde que había ejercido funciones como primer ciudadano del departamento.
Había tenido éxitos en su difícil tarea en tan corto período, con logros que se han traducido no solo en el relacionamiento con sus colaboradores, más allá de su grado, como ha sido el reconocimiento que le tributó el sindicato policial con sirena abierta en sus unidades móviles tras su muerte, ante sus desvelos por dignificar la Policía, ponerla al servicio del ciudadano, pero también a través de acciones concretas en su querido Interior, donde reabrió comisarías y destacamentos policiales que en su momento habían sido cerrados y se había dejado sin cobertura a vastas áreas de las zonas rurales.

Una señal inequívoca del respeto de propios y ajenos ante el infortunio que significa su temprana muerte lo da el amplio reconocimiento de sus adversarios políticos a su figura, más allá del acierto o en el error, en las coincidencias y en las discrepancias, al destacarlo como un adversario leal y frontal sin medias tintas, con el que se podía conversar y buscar puntos de acuerdo cuando estaba de por medio el interés de los ciudadanos del departamento y del país.
El país ha perdido un gran ciudadano, un wilsonista por definición y acción, un defensor de las banderas del Interior olvidado y un republicano como pocos. No es poca cosa. El Dr. Jorge Washington Larrañaga Fraga nunca será olvidado, y es parte ya de la mejor tradición cívica de un Uruguay y de un Paysandú que lo tendrán por sobrados méritos entre sus hijos dilectos a lo largo de la historia.