El escenario global pos pandemia

Uno de los incontables estudios que se han realizado a lo ancho y largo del mundo en cuanto a la magnitud y consecuencias de la pandemia desde varios ángulos, más allá de las pérdidas de millones de vidas humanas, tiene que ver con el agujero en la generación de la riqueza mundial desde que detonó el flagelo, medido en términos de Producto Bruto Interno (PBI) tanto por país, como por región y en forma global.
No es un análisis para nada fácil teniendo en cuenta la diversidad de ángulos que comprende el análisis y el origen de la problemática, sus proyecciones y consecuencias directas e indirectas.
En este sentido es pertinente traer a colación un estudio de economistas de la Universidad Torcuato Di Tella, de Argentina, contratados por el Panel Independiente de Preparación y Respuesta ante la Pandemia, armado por la Organización Mundial de la salud (OMS).
Según da cuenta la revista Economía y Mercado, del diario El País, el estudio apunta a contar con datos para dar recomendaciones a países y organismos multilaterales en este contexto y crisis y ha surgido del trabajo de los economistas Eduardo Levy y Federico Filippini, fundamentalmente.

Para estimar estas pérdidas acerca del costo de la pandemia a nivel global se tomaron en cuenta las pérdidas del costo de la pandemia a nivel global, se estimaron las pérdidas económicas, los costos sociales, en educación, y en vidas humanas, lo que se estima alcanza ya el PBI global correspondiente a un año.
Pero si bien se trata de un cálculo a nivel global, tenemos que el impacto de la pandemia varía sustancialmente entre país y país y entre las regiones, con un marcado impacto negativo precisamente en el mundo subdesarrollado, como es el caso de América Latina, tanto a nivel directo como indirecto y en lo que respecta a los instrumentos con los que se cuenta en aras de la recuperación económica.
Levy subraya que si bien una primera cifra que surge del estudio es de esa magnitud, refiere solo a las pérdidas económicas, pero “hay proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) de cinco a diez años para diferentes países. Comparamos las proyecciones prepandemia y al final de 2020 ver cuánto caía el producto en la ventana de 2020 y 2030, y el ingreso perdido nos da un 53% del PBI mundial. Entre un 50 y un 60 por ciento, donde los países latinoamericanos se encuentran más cerca del borde superior que los países desarrollados. Pero es solo la proyección del producto”.

Igualmente argumenta que “no hay forma de comparar esto con otras crisis. Está en otra liga en términos de impacto del crecimiento. Es una crisis muy distinta a las otras, donde los países entraron en un coma inducido de producción, pero también de educación e incluso por efecto de la pandemia, en un fuerte incremento en la pérdida de vidas. Algo que no se ve en cualquier otra crisis económica”.
Este es el punto, en realidad, porque los correctivos a la crisis no parten de una referencia intrínseca a la economía, sino en el marco del factor pandemia que lleva a que las medidas restrictivas de prevención repercutan sustancialmente en el escenario socioeconómico global.
Por lo tanto, en teoría la salida a la crisis tiene marcado el rumbo: terminada la pandemia, se retoma la actividad para el crecimiento y se termina el origen del problema. Pero ocurre que no es tan fácil, ni tampoco es en sí una bandera de largada, como en una competencia deportiva, y cada país tiene su punto de inflexión posible, pero no seguro, por cuanto en la economía hay una interrelación de causas y efectos, escenarios, demandas y expectativas que tienen un efecto dominó y no siempre un desenlace previsible.
Es pertinente tener en cuenta que el especialista en temas de pobreza y salud, el premio Nobel Angus Deaton, presentó un trabajo donde observaba las pérdidas de 2020 y en función de los ingresos de los países, en base a un impacto más fuerte de la crisis en Europa y Estados Unidos, mostraba que económicamente los que más habían perdido eran los países más avanzados.
El punto es que la parte más álgida sobre las pérdidas es la capacidad de recuperación, y lamentablemente en los países en desarrollo y en particular en la región, todo indica que la recuperación va ser más lenta que en Estados Unidos, en China y en Europa.
En una ventana de diez años, incluyendo la recuperación, los países en desarrollo perderán más en términos de su producto que los avanzados y la crisis en realidad va a terminar incrementando la inequidad global, medida como la diferencia entre lo productos per cápita promedio de los países en cada región.
Los escenarios en China y Estados Unidos ya tienen un camino de recuperación trazado a partir de la contención drástica de los casos y reaperturas en proceso, en tanto Europa está avanzando lentamente en la inmunización de su población y tiene dinero e instrumentos para hacerse de las vacunas, a la vez de espalda financiera para seguir atendiendo el impacto en la economía del bloque.

Pero otra cosa ocurre en las naciones pobres, y en el caso de América Latina la problemática es radicalmente diferente, más allá de algunas señales positivas para los productores de materias primas por la buena demanda y precios consecuentes, porque hay un común denominador de déficit agravado en las cuentas fiscales, baja capacidad de generar políticas desde el Estado por falta de recursos para mitigar el impacto y precarias fuentes laborales genuinas, en tanto hay amplios sectores que no están regularizados que están sufriendo la peor parte en la pandemia.
La destrucción de empleos en América Latina ha sido mayor que en otras partes del mundo, donde la espalda financiera ha permitido apuntalar empresas, salarios y subsidios para sostener la estructura durante este período. Pero no todo son malas noticias, y lo señala el economista cuando considera que de todos modos “si bien es cierto que se paró la economía, hay mucha riqueza, ahorro en el mundo, que deberíamos procurar que se invierta”.
Este es un aspecto clave: con buenas políticas de inversión, se puede generar un circuito de capitales que contribuya a una recuperación más ágil de la economía y en este caso es clave la participación de los gobiernos, con un Estado ágil que sea facilitador de las inversiones y canalizar con criterio los recursos para infraestructura que se logre a través de la participación de organismos internacionales.
Porque no hay milagros en la economía, y los manidos voluntarismos con dinero que no se tiene terminan creando problemas más graves que los que se pretende combatir con facilismos.