Lana uruguaya: producto premium en la mira de grandes marcas mundiales que buscan lo natural

Uruguay es el sexto productor de lana para vestimenta en el mundo.

Las tendencias en el mundo de la moda, los deportes, la decoración y demás rubros que utilizan textiles se inclinan cada vez más hacia los productos sostenibles que no afecten el medioambiente. En esta reconversión, la lana ha cobrado especial protagonismo por ser biodegradable, natural, reciclable y renovable. Esto abrió una oportunidad única para Uruguay, que cuenta con más de 120 años de experiencia en producción de lana de calidad y vasto conocimiento y tecnología científica en el tema generado por entidades como el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), entre otros.

Ocupando el 1% del mercado mundial de fibras, la lana ha resurgido en los últimos años de la mano de grandes marcas que buscan cubrir las exigencias de consumidores premium de alto poder adquisitivo, que valoran la calidad y el origen del producto. Sus principales competidores son el algodón y las fibras sintéticas, que ocupan cerca del 26% y 67% del mercado, respectivamente, y cuyo crecimiento ha sido impulsado por la alta demanda en los países en desarrollo.

“La lana está resurgiendo y eso se debe, en parte, a que es biodegradable, 100% natural, reciclable y renovable, que son ventajas cada vez más valoradas por los consumidores y que la fibra sintética no necesariamente tiene. Los que están cambiando la manera de ver la lana son las firmas globales de venta final de productos como Zara, H&M, GAP, Walmart o Mango, que se están inclinando por prendas sustentables y buscando un nicho de mercado premium”, analiza el ingeniero agrónomo Fabio Montossi, investigador principal del Programa de Investigación en Carne y Lana de INIA.
Además de sus cualidades intrínsecas, la lana uruguaya también ha logrado ser competitiva debido a múltiples diferenciales asociados a su proceso de producción. Se desarrolla a cielo abierto, la dieta fundamental de las ovejas es el pasto, se han extendido las buenas prácticas vinculadas al bienestar animal, se utilizan energías renovables en las plantas industriales textiles y se manejan los efluentes de manera eficiente, entre otros métodos.

“Uruguay está muy bien parado en el contexto mundial: tiene más de cien años de historia en producción de lana, productores especializados, mano de obra calificada, una industria eficiente y competitiva, una institucionalidad fuerte, cada vez menos limitantes y un mercado internacional que, más allá de los vaivenes, se está recuperando”, valora el ingeniero agrónomo Ignacio de Barbieri, investigador principal del Programa de Carne y Lana de INIA.

Actualmente, en Uruguay hay un poco más de seis millones de ovejas y se producen entre 25 y 27 millones de kilos de lana por año, siendo el sexto productor mundial de lana para vestimenta tras Australia, China, Nueva Zelanda, Argentina y Sudáfrica. Es una actividad que emplea a 45.000 personas, de las cuales 25.000 son trabajadores familiares, y se ha adaptado en el tiempo para seguir las tendencias y demandas del mercado.
“El cambio en el tipo de lana que se empezó a producir en Uruguay muestra cómo hemos acompañado las tendencias mundiales y por qué somos más competitivos. En los 90’ se producían 80 millones de kilos de lana sucia y hoy se producen entre 25 y 27. En esa caída se perdieron lanas de todos los rangos de finura, excepto las más apetecidas por el mercado de alto valor, que son las que están por debajo de 22.5 micras. De estas últimas pasamos a producir de 3.2 a 7.5 millones de kilos”, resalta Montossi.

Antes de la pandemia, entre el 2016 y el 2019, las exportaciones uruguayas de lana natural, lavada y peinada y otros productos derivados totalizaron los 202 a 256 millones de dólares, sobre un total del rubro de 276 a 372 millones de dólares, ubicándose siempre entre los 10 primeros rubros agroexportadores.

La mejora sustancial de la calidad del producto y de las distintas fases del proceso de producción tienen como base la información, tecnología y apoyo de instituciones como el INIA que, junto a otras entidades, han liderado la renovación del sector lanero nacional con aportes vinculados a las lanas finas, súper finas y ultrafinas, y propuestas para valorizar las lanas medias, especialmente a través del cruzamiento con otras razas de lanas finas.

Las contribuciones de las investigaciones de INIA en mejoramiento genético, tecnología para la salud, bienestar y nutrición animal, han incidido directamente en la mejora de la calidad del producto y del proceso. A pesar de ello, desde el instituto entienden que las bondades de la lana necesitan ser “envasadas en un 100% en un concepto atractivo que genere confianza en el consumidor final”, dice Montossi, quien valora como una “buena primera intención” la creación de la marca país Uruguay Wools que, sugiere, “debe ir acompañada con estrategia y contenido”.

En este marco, los investigadores de INIA ven con buenos ojos que en Uruguay se realicen certificaciones que garanticen la calidad intrínseca de la lana en etapas primarias y que controlen las prácticas de bienestar animal y el impacto ambiental y social en las distintas fases del proceso de producción.

“Actualmente en INIA estamos trabajando en las emisiones de gases de efecto invernadero y la resiliencia de los animales, junto con la sustentabilidad ambiental, aunque todos estos aspectos aún no son necesariamente considerados en procesos de certificación. Pero el aporte de la investigación está y en algunos años esperamos que los productos tengan valor agregado por este conocimiento adicional que tendrán detrás”, dice De Barbieri.

Por su parte Montossi avizora que el mercado de la lana va a solicitar más certificaciones para dar garantías al cliente final y eso implicará un mayor trabajo por parte de la ciencia agropecuaria. “Creo que a futuro se van a pedir más certificados de calidad para que el consumidor se crea de verdad lo que hay detrás del producto y para generarlos se van a precisar datos científicos y tecnológicos objetivos de institutos como el INIA”, concluye.