Solicitada: esos ángeles entre nosotros

A los doctores… esos ángeles encubiertos que cuidan nuestras espaldas cuando estamos entre los límites del la Tierra y el cielo.

En esta carta contaré específicamente un hecho personal vivido mientras mi esposo transitaba la enfermedad del virus COVID-19, en CTI de Comepa Paysandú.
Era un viernes como cualquier otro cuando entramos en cuarentena, mi esposo, mi hija y yo.

En el trabajo de mi esposo había un caso de COVID-19 positivo y hasta hacernos el hisopado y saber los resultados esperamos en casa. Todo se desarrolló muy rápido, mi hija y yo no teníamos ningún síntoma, pero mi esposo comenzó con fiebre y respiraba cada vez con mayor dificultad.

Una amiga médica muy querida me dijo que si él empeoraba, “no me durmiera esperando los resultados del hisopado”. Fue entonces que el domingo sin tener todavía el resultado, lo llevé y dejé en la puerta de sala COVID de Comepa.

Mi esposo pasó directamente a CTI, se le hicieron todos los estudios pertinentes y en dos días los médicos resolvieron que la única posibilidad de vida para él era un tratamiento donde se lo induciría a coma por 3 o 4 días para estabilizar el oxígeno en sangre y sanar los daños que el virus causa en los pulmones. Fue inducido al coma, los días pasaron y no fueron 3 ni 4… fueron 14 días totalmente paralizado, 26 días de internación hasta su alta de sala COVID-19.

Entiendo que son muchas las personas en el mundo que han transcurrido o están trascurriendo el virus, lamentablemente pagando con la vida de uno o más integrantes de sus familias. Fueron para mí días duros de resistir mental y físicamente, apoyando a mi esposo y a los que amo, teniendo mucha FE pero muy consciente del peligro de muerte al que nos enfrentábamos.

Esta carta es para contarles de ellos: “Los Doctores”.

Cuando yo nada podía hacer más que esperar, al otro lado del teléfono estaban ellos, guerreros incansables, luchando por la vida de personas que nunca vieron antes, sin discriminar raza, cultura o credo. Sus voces fueron reales, muchas veces realistas y duras, otras dulces y permisivas, pero siempre con la tenacidad de proteger la vida ante todo.

Fue así como ellos me decían “un poquito cada día”. Dos veces al día recibía los informes médicos y así sostenía la esperanza de vivir un día más.

Solo eso, un día más. Pasaron los días y la estabilidad de mi esposo se consolidaba lentamente, pero ellos nunca bajaron la guardia, “de a poquito” me decían. “No podemos arriesgarnos a retroceder” y seguían luchando. Día a día la mejoría se hacía frágilmente evidente, “está un poquito mejor que ayer” me decían y mi alma daba gritos de felicidad. Y así resistieron junto a mí, me acompañaron tenaces, humanos y fuertes. Uno de los últimos días cuando a mi esposo ya le habían sacado los tubos comenzaron a hablarme de otra manera, más tranquilos, ellos estaban felices y entonces comprendí que el peligro mayor ya había pasado.

Cuando me dieron los últimos partes médicos yo les decía: ¡Fuerza doctor! ¡Te quiero doctora! Porque entendí una pequeña parte del enorme esfuerzo que hacen esos seres humanos defendiendo la vida, retando al destino mismo y poniendo en peligro sus propias vidas.

Una de las doctoras me dijo: “Estamos contentos cuando uno se salva, hace que valga la pena”.

Qué amor por la vida, qué fortaleza que “muchosidad” diría el sombrerero de “Alicia en el país de las maravillas”, cómo describir con palabras la lucha y la garra que le ponen a la vida.

Estoy agradecida infinitamente y quería compartir nuestra vivencia, porque mientras dormimos tranquilos en nuestros hogares, ellos día y noche luchan tenaces entre los límites de la vida y la muerte.

Me encantaría que nuestros doctores se sientan apoyados. Nunca nos van a decir que están tristes, doloridos, frustrados por la situación que están viviendo, los escucharemos y veremos firmes, positivos y luchando, pero recordemos que ellos son humanos y sufren cuando una vida se les escapa después de luchar por ella hasta el último aliento o como en este caso, están felices cuando pueden salvar una vida más. Salvaron la vida de mi esposo, tal vez suene insignificante porque lamentablemente hay tanta gente que no logra sobrevivir. Pero detrás de una vida hay más vidas en juego, como la vida de mi hija, la de los padres, hermanos, primos, amigos, vecinos, conocidos.

Sé que no solo están los doctores y que hay mucha gente trabajando allí y que suman sus esfuerzos, nurse, fisioterapeutas, enfermeras, enfermeros, ayudantes, gente de la limpieza, cocina, seguridad y perdón si me olvido de algunos.

Solo puedo agradecer y entender que el ser humano va más allá de los límites del amor donde se encuentran el peligro, el miedo y el dolor, pero lo hace por la simple razón de proteger la vida.

¡Caminamos por la vida ignorando muchas cosas y solo nos hacemos consientes de ellas cuando la vida nos pone a prueba! Queridos Doctores estamos infinitamente agradecidos. Gracias, gracias.

* Esta carta está basada y fundamentada específicamente en los hechos ocurridos en CTI Comepa Paysandú entre la fecha del 18/04/2021 y el 13/05/2021.

María Mercedes Fernández Gómez