Apuntalar las PYME de cara a la economía pos pandemia

La realidad ha puesto de manifiesto, que economía y pandemia no se llevan bien, sino que son radicalmente excluyentes entre sí, a menos que se pueda conciliar en forma criteriosa el ejercicio de la libertad responsable para controlar la transmisión con toma de conciencia y solidaridad, cosa que en América Latina, por ejemplo, solo se ha logrado a medias, por ser benignos con el término.
Cuesta hacer una enumeración más o menos completa en un escenario tan complejo y heterogéneo como es América Latina e incluso dentro de cada región o país, pero sin dudas el común denominador que quienes sufren la peor parte son los sectores que tienen que salir a buscar “la diaria”, contrariamente a lo que se da en el sector estatal, donde el funcionario público no enfrenta la disyuntiva de tener que pasar al Seguro por Desempleo, ser despedido o perder parcialmente su salario, en tanto la “empresa” para la cual trabaja jamás se va a fundir. Es más, en buena parte de las actividades el empleado del Estado solo se queda en su casa y va cobrar el salario al cajero a fin de mes, lo que dista un abismo de cómo debe manejarse el trabajador privado y los empresarios, los que dependen precisamente de la actividad que desarrollan para sostenerse y a la vez crear la riqueza que también sostiene a los asalariados estatales. ¡Casi nada la diferencia!
Y dentro del sector privado, los que por regla general llevan la peor parte son las micro y pequeñas empresas, por tener menos espalda para afrontar esta situación, pero a la vez también la problemática de las empresas de mayor tamaño refleja las consecuencias de esta realidad, y deben pelearla en el día a día para tratar de sobrevivir, a la espera de que se vayan disipando los nubarrones que trajo aparejados la pandemia.
Acerca de este escenario, un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) reafirma que las pequeñas y medianas empresas de la región han acusado el fuerte impacto de la pandemia, o mejor dicho de las medidas restrictivas y caída de la actividad económica inherente a la situación, lo que agrava el escenario crónico de fragilidad y vulnerabilidad de estos emprendimientos.

Da cuenta el organismo que “la presión experimentada por la institucionalidad pública para enfrentar la pandemia” de COVID-19 reveló con claridad “las fragilidades del sistema de fomento” de las pequeñas y medianas empresas (PYME) pero al mismo tiempo estimuló la activación de “respuestas que de ser capitalizadas pueden resultar útiles para resolver viejas deudas” y “dar vida a nuevos programas o modalidades de operación más eficientes”.
Refiere la Cepal que hasta fines del año pasado se habían adoptado medidas de apoyo de diferente alcance, –orientadas principalmente al financiamiento– en países de la región, con resultados disímiles en un contexto erizado de dificultades, y en el caso de nuestro país se ha dado la participación en el tema de la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE), “que está jugando un rol fundamental como la agencia de las mipymes, con enfoque de articulación de programas concretos dirigidos a atender las debilidades empresariales en el país”.
De acuerdo a lo expresado por la presidente del ANDE, Carmen Sánchez, con relación a las acciones de aporte hacia la construcción de estrategias de reactivación económica, la financiación de esta institución presenta desafíos presupuestales notorios.
En este sentido explicó que la entidad logró cumplir con el decreto que ordenó disminuir el 15 por ciento del gasto dispuesto para toda la administración central y en ese marco destacó que “los programas se han mantenido pero se ha realizado una reasignación de fondos hacia los que se consideraron más relevantes”.
Con relación a los recursos disponibles en el sistema financiero, evaluó que si bien se han relajado los criterios de acceso al crédito, aún es importante aumentar el nivel de formalización de las empresas, en tanto los créditos fueron ajustados desde programas ya existentes y se ha ido evolucionando hasta la focalización de recursos en sectores que aún no han podido reactivar sus actividades, incluso en la gran empresa, pero a la vez se requiere fortalecer el trabajo en territorio para ampliar la implementación de estrategias locales.
En este contexto, en cuanto a los cambios recientes en torno a la institucionalidad vinculada con el apoyo a las empresas de menor porte, la Cepal considera que el Sistema Nacional de Transformación Productiva y Productividad Transforma Uruguay, creado en 2017, estableció un plan nacional para el período que finaliza este año como un marco de proyectos de carácter transversal, enfocado en áreas de interés para el desarrollo productivo.
Si bien la ANDE ha concretado aportes no reembolsables e incorporado asimismo aportes de contrapartes, desde su inicio en 2017 se considera que las medidas han resultado insuficientes para la dinámica que se procura generar en nuestro país en el ámbito de las PYME, y si ello ha sido insuficiente en épocas normales, mucho más lo es cuando la pandemia ha sido devastadora para la actividad en general de estos emprendimientos y las empresas en general, por encima de cual sea su envergadura.

En el caso de Uruguay, las PYME son las proveedoras de no menos del 80 por ciento de los empleos, y su precariedad acentuada en tiempos de pandemia son un factor clave para que se haya resentido la capacidad de captar y por lo menos mantener la fuerza laboral en el sector privado. Ya con serios problemas de formalidad para su desenvolvimiento, lo que repercute por lo tanto en la cobertura social y aportes a la seguridad social, como así también la inserción en el sistema, no es difícil inferir que las medidas restrictivas por la pandemia implican un impacto adicional en el sector y en la economía general, más allá de la sensible repercusión en el plano social.
Cada día que pasa, ante el número de contagios y muertes, se dice que “estamos en el peor momento” de la pandemia, pero los números van quedando atrasados día a día, lo que nos da la pauta de la gravedad del problema. Porque además no hay tema ni problemática que no esté contaminado por la pandemia, y la proyección en la economía, sobre todo de sectores más vulnerables, significa que se hace más difícil la recuperación, al mismo tiempo que va cayendo la calidad de vida de la población. Ello reafirma que es vital más que nunca el trabajar para que no siga cayendo el piso del que luego se va a partir para intentar volver a una normalidad que tampoco era el mejor de los mundos, pero que hoy se extraña, porque siempre se puede estar peor.
Pero no hay dudas, en este rompecabezas de afectaciones, que en el contexto general, el sector de la PYME deberá ser objeto de atención especial para atenuar la tendencia a una desaparición en cadena de empresas y de empleos, y contener la caída en la informalidad por imperio de las circunstancias, porque también está cercano el desafío de la pospandemia, y el punto de partida es clave, si tenemos en cuenta que no es lo mismo partir del fondo del pozo que alcanzar a tener la cabeza afuera para poder respirar.