Solicitada: Mi propio médico

Está bien: me entrego ante Comepa. Me obligó a ser mi propio médico. Esa corporación me podrá repetir esos 4 o 5 medicamentos por WhatsApp que desde hace años me recetaba mi médico internista, pero fue cuando tenía 70 años. Ahora tengo 80 y para ellos no debo haber acumulado más enfermedades desde entonces.

Me agotó llamar sin suceso. En consecuencia llamo a una farmacia, y yo, mi propio médico, le digo lo que siento y la farmacia, rubro que sigue en próspera economía, me envía lo acordado entre una funcionaria de farmacia que no conozco y yo, su paciente. Ni qué decir que el dinero vuela. Entonces y mientras tanto me imagino que todos los médicos de la corporación seguirán cobrando sus mismos haberes, mes a mes, y probablemente y a vuelo de pájaro opino, con menos trabajo. Quizás haga unos dos años que “mi” médico no me ve, ni siquiera conversamos. Me queda, entonces, llamar al médico a domicilio y que me tome la presión, me ausculte el pecho (nada de hablar de vacunas contra la peste), alguna “pildorita”, el resto del organismo “todo tranquilo” y de análisis no hablemos. Por cierto el galeno a domicilio no es internista, lo entiendo. Y así transcurre mi vejez con la esperanza de que mañana, bien tempranito, me pueda levantar una vez más para recoger el diario y ver, entre otras cosas, qué novedades trae (aquí, en Paysandú, la número 1 es cuántos contagios hubo ayer). Y de paso cañazo: yo deportista, triste con la Celeste que ahora me sube más aún la presión arterial. Y a propósito, ¿Tabárez no analiza renunciar? Palos para el que boga y para el que no, también.

P.D: Y la frutilla; paso casi a diario por la Emergencia y de corazón digo que me apena enormemente ver usuarios o familiares esperando a la intemperie para ser atendidos. No solo por el frío, sino también por la angustia y la incertidumbre en momentos tan cruciales. ¿Nada por hacer?

Pinocho