Necedad ideológica, libertad responsable y propuestas desde el trabajo asegurado

Las alternativas del combate a la pandemia han arrojado desde respuestas positivas a cuestionamientos, negacionismo y hasta indiferencia en la población, tanto a nivel personal como corporativo y sectorial, con base en una diversidad de visiones y convicciones, incluyendo la mirada ideológico-partidaria en determinados grupos que cultivan el “cuanto peor mejor”, si entienden que este escenario arrima agua para su molino y cálculos electorales, en el plazo que sea.
Por cierto, también se recomiendan “medidas” sobre la base de cada situación personal, aunque se argumente lo contrario, porque por ejemplo una cosa es pedir el “black out” o cierre total cuando se recibe cómodamente el salario en la casa, sin trabajar, en el Estado, o haciéndolo con teletrabajo, con pocas exigencias, y otra cosa es la suerte del empresario, del trabajador que debe estar en la calle buscando el sustento diario, y que requiere por lo menos un mínimo de actividad para que se cree riqueza y haya dinero para reciclar.

No es tan difícil asumirlo, por supuesto, y de ahí la inviabilidad de “propuestas” delirantes como la renta básica universal para distribuir al por mayor recursos que no se generan, y por otro lado la contundente demostración de que en mayor o menor grado han resultado fallidas las “cuarentenas” que se han ensayado, creando solo más pobreza y desocupación, aún en países ricos, que han debido reabrir más temprano que tarde para no sepultar sus economías, por más fuertes que sean.
En este ir y venir de medidas, de abrir y cerrar “perillas” como en nuestro país, procurando que pese al aumento de los casos de COVID-19 no se siga hundiendo la ya maltrecha economía, se ha promovido la denominada “libertad responsable” llamando a la propia población a cuidarse, a evitar reuniones, hacer uso de los protocolos y reducir al máximo la movilidad y los encuentros familiares, que son un disparador harto comprobado de la mayoría de los casos.
Pero naturalmente, hay de todo en la viña del Señor, incluso por encima de las franjas etarias, con grupos que han abrazado cuestionar todo lo que se haga, sin una mínimo de visión objetiva, para ponerse en la vereda de enfrente y lanzar piedras contra todo lo que se intente.

Cierran así los ojos a la realidad que da cuenta un día sí y otro también de los serios problemas que acucian a los países afectados por la pandemia, tengan gobiernos de derecha, de izquierda o de centro, porque hay muy poco margen de maniobra, salvo lo que se ha ensayado, y que la única medida contundente y efectiva sería contar con una montaña de dinero para repartir entre la población y así posibilitar que todos puedan quedarse en casa a esperar que la pandemia se vaya sola por agotamiento de la reproducción del virus. Aun asi, esta visión no es realista, porque la renta básica no soluciona la crisis de las empresas –desde las PYME hasta las más grandes—que colapsarían en una cuarentena dura como la que proponen, y por lo tanto, sería condenar al país entero al hambre y la miseria en el corto plazo. Algo que bien saben los que piden esta medida extrema, pero que de eso se trata: jugar con el miedo de la gente para arrinconar contra las cuerdas al Gobierno en algo que no puede hacer, y que si lo hace, en poco tiempo el descontento será tal que terminará prácticamente en el caos en las calles.

Por otra parte, la única posibilidad legal de restringir las libertades individuales consagradas en la Constitución de la República es instaurando las Medidas Prontas de Seguridad, que por supuesto ponen los pelos de punta a la sociedad porque recuerdan al doloroso pasado militarista de la última dictadura. Y aún si se llegase a ese extremo, por ejemplo con un acuerdo amplio entre todos los partidos, vale imaginar lo difícil que sería hacer valer el toque de queda, con miles de arrestos y sanciones a quienes no lo respeten, cuando ni siquiera ha sido imposible lograr que buena parte de la población se ajuste a las medidas sanitarias exhortadas en un momento en que los números de víctimas del COVID-19 se disparan, a la vista de todos. Entonces es fácil imaginar el caldo de cultivo del descontento social que se generaría de aplicarse la receta de la oposición, que se relame azuzando la grieta que ellos mismos se han encargado de generar.
Por eso la receta es vacunar masivamente y al mismo tiempo cumplir los protocolos para limitar todo lo posible la transmisión, porque no existen “jugadas geniales”, y de lo que se trata es de que cada uno asuma sus responsabilidades, por encima de cada situación particular, para cuidarnos entre todos y cortar con la circulación viral.
Ello se ha logrado solo parcialmente, porque el factor humano es decisivo cuando se otorga “libertad responsable”, y en los hechos, de acuerdo a la experiencia, muchos de los que piden medidas restrictivas obligatorias son los mismos que son los primeros en cuestionar la represión y la supuesta conculcación de libertades, aunque ello sea por el bien común.
Y también tenemos los que están en la cómoda y solo piensan en preservar sus beneficios e intereses, como ha sido el reciente caso de los integrantes del gremio del Sodre, organismo supuestamente nacional que sin embargo tiene el cien por ciento de sus funcionarios e infraestructura en Montevideo.

Es así que recientemente se realizó una experiencia enmarcada en el “plan responsable” para poder desarrollar actividades culturales en pandemia, como piden desde hace tiempo los afectados en este sector, con un espectáculo de ballet en el auditorio Adela Reta, a través de invitaciones especiales para concurrir al evento, con la contrapartida de la toma de temperatura, hisopados y otras medidas de control para asegurar que no ingresaran personas que pudieran transmitir el COVID-19, en un ensayo de lo que podría entenderse como un posible carné sanitario para poder abrir otras actividades con cierto margen de seguridad.
Sin embargo, el gremio del Sodre decidió no participar e incluso sus funcionarios se negaron a tomar la temperatura a la entrada, por lo que este requisito que se cumple en gran parte de la actividad privada, con personal de seguridad y funcionarios de las propias empresas no pudo ser aplicado por decisión del sindicato, argumentando que sus funcionarios no quieren exponerse a supuestos contagios de quienes ingresaran al cumplir este sencillo control.

Ante esta medida el control de temperatura estuvo a cargo del ministro de Cultura, Pablo Da Silveira, junto al presidente del Sodre, Martín Inthamoussu. El jerarca destacó la ayuda de “mucha gente del Sodre” para que el plan piloto funcionara.
Además de la falta de solidaridad con otras personas del mundo de la cultura para que por lo menos vuelvan los espectáculos cuando se abra la transición hacia la normalidad, que vienen reclamando desde hace mucho tiempo, la medida sindical pone de relieve una vez más, que desde la comodidad del trabajo seguro y bien remunerado, se pone el palo en la rueda para que no se avance en medidas de ensayo-error, para buscar alternativas en medio de la crisis sanitaria.