Con la reapertura, técnicos notan que adultos mayores confinados se deterioran a menor edad

Atención de Alzheimer Paysandú (ADAP) cerró las actividades del año, con la disertación a cargo del equipo técnico de la institución basado en “Elementos biológicos, psicológicos y sociales que estructuran a la enfermedad de Alzheimer y otras demencias”.
Enmarcado en un año interrumpido por la pandemia, los talleres comenzaron a mediados de octubre y cerraron con una invitación a usuarios, familiares y cuidadores en su nuevo salón multiuso. El doctor Marcelo Luaces señaló a Pasividades que los talleres y las actividades “se reiniciaron bajo estrictas líneas de bioseguridad, a cargo de nuestro director técnico, el doctor Gustavo Curbelo. Justamente, pudimos ver que la población adulta mayor y la población con demencia se vio muy afectada por el COVID-19”.
Recordó que “llevamos a cabo una gran meta que fue la realización de la Milla Dorada, en setiembre, durante el mes del Alzheimer enmarcado en su día internacional, que es el 21. Esa milla con centenares de personas en la playa fue un gran logro y muestra la sensibilidad del colectivo sanducero. Más hoy, con el cierre de la agenda con un nuevo taller para sensibilizar a la población y siempre recalcar que las personas mayores son sujeto de derecho. Por lo tanto, hay que continuar abogando para derribar estigmas arraigados en lo profundo de la sociedad”.

Familia y cuidadores

La sicóloga Karen González lleva adelante los talleres con familiares y cuidadores de personas con Alzheimer. Reconoció que “cualquier familiar o persona que padece esta enfermedad, recibe el diagnóstico como un balde de agua fría. Hacer el acompañamiento desde la institución nos acerca a la familia para contenerlos durante el proceso de inicio de la enfermedad, que cuenta con tres etapas”.
Los encuentros permiten que “las personas se sientan más acompañadas, sepan cómo manejar la enfermedad y reconocerla. Es importante que el familiar se acerque al centro y mantenga contactos con el trabajo de ADAP”.
Los talleres apuntan al cuidado del familiar de la persona con demencia, “porque tiene un desgate, presentan una sobrecarga y la descarga se manifiesta de diferentes maneras. Es importante que se haga un tiempo y asista a este espacio para aprender cómo cuidarse de estas situaciones”.

Después de la pandemia

El sicólogo Diego Velázquez resaltó que “con la reapertura de las actividades, nos reencontramos con adultos que se deterioran, incluso con menos años de lo que se visualizaba antes. El deterioro llega a una edad más temprana desde una perspectiva clínica. Se observa el deterioro cognitivo leve, que es el diagnóstico que solemos utilizar”.
El experto destacó la importancia de comenzar a trabajar con las personas que no llegaron a esa primera etapa. “Acá nos abocamos a los diagnósticos demenciales, pero es necesario comenzar a trabajar con quienes no se encuentran en una demencia, sino en una incipiente demencia. Es un camino irreversible y van derecho a una encefalopatía degenerativa”.
Adelantó que “el comienzo de ese trabajo será uno de los cambios que comenzará a implementarse en ADAP” y “al poder valorar los ingresos, se tomará a las personas que se encuentran en deterioro cognitivo leve. Ese es el diagnóstico que predomina en la población adulta mayor de 60 años”.
Luego de la pandemia, “encontramos una cantidad de situaciones donde los adultos abandonaron todas sus actividades por el cierre y el miedo. Les cuesta mucho salir. De hecho, en lo personal intentamos poder transmitir el hecho de que a veces la prevención es peor que la propia enfermedad”.
Explicó que “en este caso el cuidado resulta peor que la propia patología. Mucho encierro tampoco es bueno porque nos cuidamos de la COVID y los contagios, pero dejamos de lado otros procesos que también deben ser atendidos y no son abordados de la manera debida, con actividades, sociabilidad, proyecciones a futuro, entre otras relaciones sociales”.

Falta reconocimiento

Velázquez puntualizó que existen dificultades en el reconocimiento positivo de la discapacidad. “Las definiciones de discapacidad que tenemos no terminan siendo inclusivas, ni tiene buenos significados que redunden en las prácticas positivas ante una persona con discapacidad”.
Esa falta implica un obstáculo para el mejor funcionamiento de la persona con discapacidad. “Solemos entender que la discapacidad está puesta en el cuerpo del otro y en realidad es un error. La discapacidad se da en la interrelación que tenemos de unos con otros. Pensar la discapacidad desde un enfoque social es quitar el foco de atención del cuerpo de la persona, para poder descentrarse de ahí y pensar la discapacidad a nivel intersubjetivo”.
De acuerdo al técnico, la discapacidad debe ser entendida “como la relación que tiene el sujeto con el contexto que lo rodea. Allí está más presente la discapacidad. A veces se facilita pensarlo con un ciego. Una persona puede creer que es un discapacitado cuando, en realidad, puede realizar sus funciones cotidianas de manera muy normalizada. Sin embargo, otra persona que no es ciega puede tener distintas dificultades”.
El sicólogo reafirmó que “la discapacidad no debería estar en el cuerpo de la persona, porque el otro puede desarrollar un montón de funciones que incluso nosotros no podríamos. Hay que ponerla en medio de mi ‘yo’ y el otro ‘yo’. El reconocimiento positivo implica poder descentrar el foco del cuerpo del otro y ponerlo en la experiencia intersubjetiva que, en definitiva, es lo que termina por constituir al sujeto. La mirada del otro condiciona como se desempeñará”.
En el caso de las demencias, “decimos que la patología no afecta a una sola persona, sino a un grupo. La afectación está en esa relación entre el sujeto y quienes lo rodean. También es importante cuidar el contexto, a partir de la información que las personas puedan introducir. Con estas instancias hacemos una democratización del conocimiento, pero también es importante el contexto en términos físicos, como los objetos de la casa. Una alfombra o agarraderas en los baños”.

Minimizar y postergar

Rafael Pereira, fisioterapeuta de la institución, informó que esta enfermedad no tiene relación directa con lo sicomotriz. Sin embargo, “el deterioro neurocognitivo lleva directamente a problemas sicomotrices por la falta de interés para hacer cosas. Eso lo lleva a no moverse. Además, cuando aumenta de una fase leve a una moderada o severa aparecen rigideces, como alteraciones en el tono. Eso lleva a que la persona tenga menos capacidad de movimiento y limita sus funciones en la vida diaria, porque ya no tiene funciones laborales”.
A medida del aumento progresivo y ante la imposibilidad de evitar el deterioro, la labor del fisioterapeuta resultará indispensable. “Por nuestra parte, con el estímulo del ejercicio, tratamos de minimizar y postergar en el tiempo. Por otro lado, cuando aparecen esas alteraciones funcionales, tratamos de acomodar la situación y su entorno para que tanto la persona que padece la enfermedad como el familiar se vean favorecidos”.