Llegaron los “Guns…” y nos taparon la boca

Los que entramos al estadio Centenario el domingo fuimos entregados a la eterna espera, como ocurriera aquel tedioso 18 de marzo de 2010 con un retraso de varias horas y un Axl despreocupado y un vozarrón ausente. Sin embargo, cuando la banda telonera apareció antes de la hora prevista –20 horas— las esperanzas renacieron.
Hubo más de un sorprendido cuando el conocido hombre de televisión y radio, Kairo Herrera, resultó ser el líder de la banda 4 Cuervos e hizo alarde de una muy buena voz, energía de sobra y la alegría que supo expresar de maravillas por la posibilidad de haber subido por primera vez al imponente escenario del estadio.

Rozaban las 21 horas cuando la ansiedad comenzó a salir por los poros de las 30.000 personas que esperaban a Guns N´Roses, la banda de hard rock más famosa de los `90.
Eran las 21.30 exactamente y el escenario subió sus luces. Una multitud levantó sus pantallas para captar la entrada del viejo querido y odiado Axl Rose (William Bailey), acompañado de integrantes del grupo original, Duff McKagan y Slash (Saul Hudson). Enardeció el arranque con “It’s so easy” de su disco Appetite For Destruction y la figura del inigualable Slash que haría desfilar casi una decena de guitarras en el correr de las más de tres horas de recital y quien –para variar– fuera la figura del show.

Un notorio cambio de actitud de un líder que siempre dio que hablar pero que el domingo él y su banda, nos taparon la boca y se mandaron un espectáculo que erizó hasta el césped tapado del Centenario.
“You could be mine” del Use your illussion II, uno de los temas que en 1991 fue elegido por James Cameron para la película Terminator II, hizo saltar el estadio que ya venía calentando motores con “Mr. Brownstone”.
Del G N’R Lies de 1988, sonaron “Reckless life” y la balada eterna de “Patience” con su dulce intro de silbidos que hicieron suspirar a más de uno.
Desde la entrada al estadio se robaron la atención las banderas de Ucrania a cada lado del escenario, cuyo sentido tomaría más forma cuando empezó a sonar “Civil war” y las imágenes de fondo mostraran la tristeza de las guerras de todos los tiempos “The way they’ve always done before”.

Del Appetite… tocaron varios temas, entre ellos los esperadísimos “Welcome to the jungle”, “Paradise city” y “Sweet child o’mine”, el que no cansará jamás y es el punto de partida para nuevas generaciones que quedan “flechadas” al escucharlo.
Llamativas imágenes de fondo, dos pantallas gigantes, algo de interacción en inglés; un “Hola Uruguay” de Rose y algún “Gracias” de McKagan que se complementaron con toda la fuerza que le pusieron y con las que lograron una más que satisfecha e inolvidable noche de rock.

De la voz de Rose no hubieron quejas sino todo lo contrario, para un roquero de 60 años con una vida que empezó con demasiados golpes y que asimismo logró sacar su mejor talento como compositor, cantante y pianista. Y hablando de pianos… se cayó y calló el estadio cuando el rubio vocalista se sentó al piano para emocionar a la multitud con su “November rain”.
Un espectáculo con un despliegue tremendo que se ve poco por estos lares, con precios de entradas caras para estar parados, pero que sin dudas para sus fanáticos valió cada peso. Para quienes los vimos como hormigas y apreciamos el recital enfocándonos en las pantallas, también valió cada minuto. Cuando una banda logra captar durante tres horas la atención de 30.000 personas de varias generaciones, cantar las letras desde la primera hasta la última canción en un perfecto inglés o en un simple tarareo, se puede decir que cumplió con su cometido.

El bajo de Duff McKagan y su impecable estado físico, la melena y la galera de Slash, y la remera de los “Misfits”, hicieron que por un minuto el tiempo se detuviera en los ´90, con aquellos controversiales músicos que jamás debieron separarse.  Marilina Odella