Medidas para sostener la economía, que no son de izquierda ni de derecha

Sobre todo en países como Uruguay, sujeto a avatares y altamente dependiente de los vaivenes internacionales, el seguir una línea económica debe responder a una realidad cambiante, ante el escenario externo, para no pegarnos un tiro en el pie en cuanto a margen de maniobra posible para hacer frente a períodos de incertidumbre como el que nos afecta, a partir de impactos tan adversos y consecutivos como la pandemia de la COVID-19 y la invasión rusa a Ucrania, por citar ejemplos recientes y concretos.
Recientemente dábamos cuenta en EL TELEGRAFO de conceptos vertidos a nuestro diario por el economista Ignacio Munyo, director ejecutivo del Centro de Estudios para la Realidad Económica y Social (Ceres), quien al abordar el escenario actual de la economía señalaba asimismo las consecuencias de esta incertidumbre a través de impactos generados por el atraso cambiario y lo que puede esperarse como efecto derrame.

Explicaba el economista que “el del dólar es un tema muy complejo. Se dan dos condiciones: primero es un año de mucho ingreso de dólares al país, en el marco del tipo de cambio flexible que tenemos, es decir que el valor lo pone el mercado. El gobierno interviene solo ocasionalmente y tiene capacidad muy limitada de afectar la cotización, porque cuando el Banco Central puede, es emitiendo moneda, que incide en el crecimiento inflacionario”.
Pero a su vez el instrumento de una tasa en moneda nacional atractiva hace que los tenedores de dinero, “como los bancos y las AFAP, van al peso y para eso venden dólares. Entonces, lo que inicialmente el gobierno hace con un objetivo, el sector privado se lo deshace”.

Por lo tanto, considera que “eso pasa porque Uruguay tiene dos monedas. No hay magia. Uruguay está condicionado por dos factores. Están ingresando muchos dólares y la inflación es alta. Si se decide una intervención más alta en el mercado para elevar el valor del dólar, la inflación se iría por encima del 10 por ciento. Uruguay está atado al famoso atraso cambiario, de alrededor de un 20 por ciento”, en tanto recuerda que “ya hemos tenido atraso cambiario sostenido, como en 2016”.
Para Munyo, no se puede hacer subir el dólar sin generar otros efectos, y “en el fondo, hay que apretar el acelerador en algunas reformas que permitan al Uruguay –que no es barato ni lo será en el corto plazo– ser más competitivo”.

A su vez sobre el efecto derrame, dijo que una mejora de los sectores que son motores de la economía, se traduce en reciclar recursos en el tramado socioeconómico y por efecto mejorar en general la calidad de vida, salarios y pasividades, así como ingresos del empresariado en general, pero el economista formula algunos reparos y dice que no se trata de un impacto lineal ni fácilmente medible.

Pero es impensable que haya redistribución de riqueza sin crearla primero, y no hay trabajadores ni pasivos con ingresos decorosos si a la vez no hay creación y derrame de riqueza desde los sectores reales de la economía, el empresariado y la inversión privada, porque el Estado no crea riqueza y simplemente administra, generalmente mal, los recursos que genera el país real. Precisamente hacerlo de esta forma desalienta la actividad privada y a la vez provoca un déficit fiscal que es solventado desde el bolsillo de todos los uruguayos.
El derrame por lo tanto existe, no es una invención de la derecha neoliberal ni nada que se parezca, sino que es simplemente una parte esencial de las leyes de la economía, que no son de derecha ni de izquierda, sino un hecho real que no se puede soslayar cayendo en la tentación de voluntarismos como fijar aumento indiscriminados de salarios y pasividades, una nube de humo que sin embargo es característica de regímenes voluntaristas de todo signo.

Munyo aclara al respecto que “si bien hay sectores que provocan derrame a través de un crecimiento económico, que viene de la mano de la sustitución de puestos de trabajo desde la pandemia, hay que aclarar que cuando se habla de un derrame no quiere decir bonanza eterna”.
“Cuando a una empresa le va bien derrama, pero eso no implica que no se puede fundir, una vez que una empresa está funcionando tracciona a los proveedores y distintos sectores de la economía, que están muy encadenados. Si le va bien, es un impulso económico, pero por los costos de producción en Uruguay, por la rigidez del sistema de contratación laboral, es al revés”.
Varios conceptos interrelacionados, pero de absoluta pertinencia: no es posible imaginar redistribución de riqueza y tramado socioeconómico sano con empresas fundidas o haciendo malabares para sostenerse, porque se da un marco de sálvese quien pueda que retrae la inversión, socava expectativas y a la vez retrae la contratación de empleo a la espera de mejores tiempos. Ergo, de lo que se trata es de generar condiciones para captar la inversión y el reciclaje virtuoso en la economía, haciendo que vengan y se reciclen capitales para reactivar el proceso, como intentó hacerlo el propio exministro de Economía y Finanzas del Frente Amplio, Ec. Danilo Astori, en 2019, cuando la situación económica ya estaba bastante deteriorada.

Al respecto La Izquierda Diario en setiembre 2019 señalaba que “el ministro de Economía, Danilo Astori, presentó una serie de medidas para fomentar la inversión, con promesas de generación de empleos en varios sectores de la economía”, a la vez que “pretende generar las mejores condiciones para que los capitalistas locales y extranjeros puedan invertir, prometiéndoles una ganancia mayor a la que ya vienen obteniendo”.

“El anuncio constituye una señal clara de la preocupación que tiene el gobierno en lo económico, siendo que en 2020 el Estado uruguayo deberá afrontar grandes desembolsos de dinero producto del pago de los intereses de la deuda externa y deberá sostener el alicaído crecimiento económico (con síntomas claros de retracción económica) y reducir el déficit fiscal. Mientras que el desempleo aumenta, el consumo interno se estanca, y no hay perspectivas de estar mejor”, evaluó, en una percepción inequívoca de la marcha de la economía pocos meses antes del cambio de gobierno.

“Estas medidas fueron previamente negociadas con los representantes del sector privado”, señaló, y “en su búsqueda por aplicar algún tipo de medida que cubra económicamente un eventual cuarto mandato frenteamplista, y que lo dote de un equilibrio financiero que minimice la caída del déficit fiscal, Astori ha encontrado la teoría noventista del derrame”.
Consigna el vocero izquierdista que “si estas medidas eran planteadas por la derecha, seguramente los economistas frenteamplistas hubieran salido a denunciarlas por neoliberales, pero como las anuncia el ministro ‘progresista’, son medidas lógicas y necesarias, y por supuesto justificadas por todos los sectores que integran la coalición, inclusive los más izquierdistas como el Partido Comunista, Casa Grande, el MPP y el PVP”.

Pero de lo que se trata, y queda expuesto, es que en este sentido no hay medidas de izquierda ni de derecha, sino de sentido común para cualquier economía que pretenda ser sostenible, y asumir que en Uruguay, sobre todo, el escaso margen de maniobra no permite hacer mucho más en el corto plazo.