
Hoy se me ha dado por pensar y rememorar versos de poemas y canciones que oía en mi infancia y adolescencia, y que quedaron grabados en mi mente. Y en algunos textos literarios que fui encontrando a lo largo de mi vida, que me siguen conmoviendo. Entré a mi textoteca y afloran algunos de los textos internos de mi vida. Se me ocurre pensar ahora, ¡qué impresionante es la capacidad del cerebro para guardar los recuerdos y para acumularlos! Mi textoteca es terriblemente voluminosa, y me pregunto en qué lugar del cerebro están los conocimientos, los pensamientos, las palabras dichas y oídas; cómo es posible comprimir tanta memoria en tan poco espacio. ¿Quién hace ese trabajo? Sólo un Ser Supremo puede hacerlo, y me pregunto, ¿dónde se guardan los sentimientos? Es algo que está más allá de nuestra comprensión, un misterio.
Siempre preferí la prosa a la poesía, debieron pasar muchos años para que empezara a disfrutarla, será porque a mi madre tampoco le gustaba. Mi mente demasiado racional no sentía nada. Creo que fue la inolvidable profesora Lérida Bochard quien me hizo sentir el gusto por ese arte poético.
Comprendí que la poesía expresa libremente los sentimientos, los sueños, las ilusiones, que es pura filosofía, no busca dar certezas, produce la emoción estética y la reflexión, todo junto. Ahora diría que provoca un placer estético e intelectual, al mismo tiempo.
Estoy rememorando algunos tangoscanción, y las letras de tango y otras, que cantaban mis padres, en aquel tiempo en que no teníamos radio alguna, pero ellos las habían aprendido no sé cómo. En la casa de mi abuelo Giordano, había una victrola, y escuchaban discos de 33 revoluciones y supongo que tenían radio, porque el bisabuelo Langone escuchaba las noticias de la guerra. Me contaba mi madre que él hablaba de la “democracia del embudo”, ignoro qué quería decir. Este bisabuelo también había conocido a Garibaldi, siempre usaba las palabras ¡Salute Garibaldi!, y un pañuelo rojo.
Mi padre solía cantar, golpeando con los nudillos de los dedos en el espaldar de la cama, algunas canciones de Gardel, me enteré algunos años después. Versos que me gustaron y se grabaron en mi mente: Tuve tropilla de un pelo/, un pelo como el mejor/ tropilla de pelo oscuro/ mesmito como el dolo’./
Otros versos: Cuesta abajo en mi rodada/ las ilusiones pasadas ya no las puedo arrancar./ Cuántas veces embozada una lágrima asomada / ya no pude contener./ Sabía que en el mundo no cabía/ toda la humilde alegría de mi pobre corazón./
Por su parte, mi madre cantaba: El pañuelito blanco, que te ofrecí/ bordado con mi pelo/ fue para ti/ Lo has despreciado/y en llanto empapado/ lo tengo ante mí./ Y Caminito que el tiempo ha borrado/ bordeado de trébol y juncos en flor/No le digas si vuelve a pasar/que mi llanto tu suelo regó/… He venido por última vez/ he venido a contarte mi mal./
No hay ninguna duda que Gardel fue un genio del canto. Letras también de Gardel, me acabo de enterar. Letras hermosísimas, pero muy tristes. Es por eso que no me gusta el tango, porque la mayoría de las veces su letra es pura tristeza y desgracias, aunque la música es muy buena y también el baile.
Nunca olvido que le profe de Ritmo usaba el tango El choclo para los ejercicios, teníamos que inventar los movimientos, algo que para mí fue terrorífico. Pero me quedó el gusto por esa música, que siempre escucho tocada en un bandoneón. Quedé muy sorprendida cuando me enteré que la letra es de Enrique Santos Discépolo, el autor de “Cambalache”. Un autor famoso, que describía la cruel realidad de su tiempo y que aún tiene vigencia. Es un tango del ‘900, de la época de la Mireya, no tan desesperanzado, con un ritmo muy marcado y algo de comicidad, hablando en lunfardo, de conventillo, arrabales, cuchillos, mujeres de vida fácil, bailongo y mishiadura (pobreza). (Recuerdo que muchos inmigrantes vivieron en conventillos). Triste compadre del gavión y de la mina/ y hasta comadre del bacán y la pebeta./ Por vos susheta, cana, reo y mishiadura/ se hicieron voces al nacer con tu destino./ Misa de faldas, querosén, tajo y cuchillo/ que ardió en los conventillos/ y ardió en mi corazón./
En el tango Yira, yira –en base al cual se proyectó una hermosa película– volvió a expresar toda su desesperanza: Aunque te quiebre la vida/ aunque te muerda un dolor/ no esperes nunca una ayuda/ ni una mano, ni un favor./
La definición de tango que dio Discépolo: “Pensamiento triste que se baila”. Recuerdo que mi madre cantaba “La pulpera de Santa Lucía”, un vals, cuya letra estaba inspirada en hechos reales: Era rubia y sus ojos celestes/ reflejaban la gloria del día/ y cantaba como una calandria/ la pulpera de Santa Lucía./
Y la ranchera “Las margaritas”: En las lomas de mi pago yo corté,/ las más lindas margaritas con primor / y a la Virgen del pueblito las llevé /para que ella me curara de su amor./ Porque sabe que ando triste y ha de ser /por la moza del puestero Nicanor./
No me olvido de las milongas de ritmo ágil que cantaba también mi madre, como “Silueta porteña”: Tardecita criolla/ de límpido cielo/ bordado de nubes/ llevas en tu pelo/ vinchita argentina/ que es todo tu orgullo/ y cuánto sol tienen/ esos ojos tuyos./
Continúo divagando, ahora con la poesía. Versos que me “marcaron”, como se dice ahora, poesía y prosa poética: Juana de Ibarbourou, en los años cincuenta, leíamos “El cántaro fresco”. En un trozo en que habla del agua: “Hay días así, en que todo le sale mal a uno, en que parece que una mano oculta se ocupara de arrojarnos guijarros de pena al alma. Y como me arden las sienes de fiebre, me voy al huerto, saco del pozo un balde de agua helada, y allí mismo, con las manos, me empapo la cabeza, la cara, el cuello. Enseguida me siento aliviada. Es que el agua tiene para mí el privilegio de la más completa caridad”.
Kalhil Gibran, este poeta y filósofo dice “Tus hijos no vienen de ti, y aunque estén contigo, no te pertenecen. Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos”.
Antonio Machado, mi poeta preferido, filosófico y melancólico, cuya expresión “Se hace camino al andar”, es mi lema de vida. Me gustó siempre el poema “A un olmo seco”: Al olmo seco,/ hendido por el rayo y en su mitad podrido,/ con las lluvias de abril y el sol de mayo,/algunas hojas verdes le han salido. Termina el poema diciendo: Mi corazón espera también,/ hacia la luz y hacia la vida,/ otro milagro de primavera./
Elías Regules: me encanta “Mi tapera”: Allí en ese suelo fue/ donde mi rancho se alzaba/ donde contento jugaba/ donde a vivir empecé/donde cantando ensillé/ mil veces el pingo mío/ en esas horas de frío/ en que la mañana llora/ cuando se moja la aurora/ con el vapor del rocío. Y rememora su vida en aquel lugar.
Calderón de la Barca, en su obra “La vida es sueño”, dice: ¿Qué es la vida? Un frenesí./ ¿Qué es la vida ¿Una ilusión, una sombra, una ficción,/ y el mayor bien es pequeño:/ que toda la vida es sueño,/ y los sueños, sueños son./
Mario Benedetti nos dice: No te rindas, por favor no cedas /aunque el frío queme/ aunque el miedo muerda/ aunque el sol se ponga y se calle el viento/ aún hay fuego en tu alma/ aún hay vida en tus sueños/ porque cada día es un comienzo nuevo/ porque esta es la hora y el mejor momento./
Tía Nilda