
Uno de los déficits estructurales más persistentes de Paysandú –y, en general, de todo el Interior profundo, especialmente al norte del río Negro– es la notoria brecha en la disponibilidad de médicos y servicios de salud respecto a Montevideo y su área metropolitana. La asimetría territorial en la atención sanitaria no solo se mantiene, sino que se agrava cuando se observa el acceso a tecnologías de última generación y a especialidades médicas clave. Este fenómeno, que hemos señalado reiteradamente en esta página editorial, es el reflejo de un centralismo profundamente arraigado que condiciona el desarrollo humano y social fuera de la capital.
Pese a los distintos esfuerzos realizados por sucesivos gobiernos, el impacto de las políticas públicas ha sido limitado. Si bien se ha avanzado algo en la descentralización de servicios de alta tecnología –con unos pocos centros que pueden contarse con los dedos de una mano–, no se ha logrado aún una transformación sustancial ni sostenida. El desequilibrio sigue siendo profundo y multifactorial; no basta con instalar equipos médicos de última generación si no se acompaña con formación, recursos humanos y condiciones que estimulen la permanencia de los profesionales en el territorio. Uno de los caminos más prometedores para revertir esta lógica ha sido la descentralización universitaria. Permitir que los estudiantes cursen sus carreras en ciudades del Interior, como Paysandú, tiene un impacto directo en la construcción de arraigo. Cuanto menos desarraigo implique la formación, más posibilidades hay de que el profesional decida ejercer en su comunidad, aportando no solo desde el saber médico, sino también desde el conocimiento de la realidad local. La experiencia ha demostrado que la cercanía con el lugar de origen es un factor clave para que los médicos permanezcan en el Interior, contrarrestando la inercia de migrar a Montevideo en busca de oportunidades de formación y desarrollo profesional. En ese marco, adquiere una relevancia especial el planteo presentado por el equipo de gestión del Hospital Escuela del Litoral, que aspira a convertir a Paysandú en una referencia nacional para la formación médica de grado y posgrado. Como informó EL TELEGRAFO en su edición del viernes, la iniciativa va más allá del fortalecimiento del hospital como prestador de salud: busca consolidarlo como centro académico de referencia, con impacto directo en la calidad de la atención y en la retención de profesionales en la región.
El director del hospital, doctor Sergio Venturino, explicó que el equipo de gestión trabaja en dos ejes complementarios: por un lado, la mejora continua de los procesos de atención; por otro, el fortalecimiento del perfil académico del centro. Es decir, mejorar la calidad del servicio que reciben los usuarios, al mismo tiempo que se consolida la función formadora del hospital. Uno de los focos está en la agilización de la entrega de medicamentos, un aspecto históricamente deficitario que impacta en la experiencia de los pacientes. Pero el salto cualitativo reside en el desarrollo como centro de enseñanza médica, articulado con la Universidad de la República y el Cenur Litoral Norte.
Venturino fue claro: “Nuestro hospital también es un formador de recursos humanos, y cada vez es más notorio. Lo asistencial se va a fortalecer si nosotros potenciamos y fortalecemos nuestros lazos con la Universidad de la República y con el Cenur”. No le falta razón. La relación entre formación médica y calidad asistencial es directa: profesionales formados en territorio, con prácticas supervisadas en entornos reales, generan no solo conocimiento, sino también compromiso con la comunidad. La formación médica de calidad no se limita al aula ni al hospital central: se construye en el contacto cotidiano con los desafíos de la atención descentralizada.
Por eso, esta propuesta debería convocar el respaldo unánime de la comunidad sanducera y de todos los actores del sistema político y académico. Porque aquí no se trata únicamente de mejorar la salud en el departamento, sino de fortalecer el proceso, ya en marcha, de convertir a Paysandú en un verdadero polo universitario regional. La futura concreción del Campus Universitario es parte de esta estrategia de largo aliento, y el hospital puede ser una de sus piedras angulares.
En función de esta meta, se realizó recientemente una reunión de gran relevancia institucional con el senador Nicolás Olivera, los diputados Juan Gorosterrazú, Walter Verri y Fermín Farinha, el director del Cenur Litoral Norte sede Paysandú, Líber Acosta, y la coordinadora del CIO Salud, Georgina Thevenet. El objetivo fue construir un respaldo político transversal y abrir espacios para alianzas con la academia y los prestadores públicos de salud. Para avanzar se necesita romper inercias burocráticas y también resistencias de ciertos círculos centralistas que históricamente han impedido que el Interior desarrolle plenamente sus capacidades.
Los datos son contundentes. Actualmente, más de 120 estudiantes de medicina cursan distintas etapas de su carrera en el Hospital Escuela del Litoral. Hace apenas una década, eran seis por año. Este crecimiento es reflejo de una política universitaria que comienza a dar frutos. El paso siguiente es ampliar la oferta a especialidades médicas, para que los estudiantes no deban irse a Montevideo a continuar su formación. Porque cuando se van, muchas veces no vuelven.
El déficit de especialistas en el norte del país es tan profundo que, en algunas disciplinas, la cobertura no alcanza al 10%. Apostar a la formación local de posgrado es, en este sentido, tanto una estrategia sanitaria como una forma concreta de justicia territorial. No es razonable que un paciente del Interior deba viajar cientos de kilómetros –o incluso esperar semanas– para una consulta de especialidad. Pero eso no cambiará si no formamos profesionales en su propio entorno, con incentivos para quedarse. Ya existe experiencia local en la formación de posgrados desde los años ‘80, en áreas como cirugía, ginecología, pediatría y medicina interna. Esa base puede y debe ser ampliada. Paysandú, además, concentra el 66% de la matrícula universitaria de la región, lo que lo posiciona naturalmente como nodo central del desarrollo educativo regional.
En palabras del propio Venturino: “Formar médicos que puedan especializarse en Paysandú, que se queden acá. El problema que vemos venir es que se reciban y tengan que irse a Montevideo. Ahí los perdemos”. Ese diagnóstico no puede ser más claro. Se trata de un círculo vicioso que arrastramos desde hace décadas y del que solo podremos salir si apostamos fuerte por la descentralización académica y asistencial.
Paysandú tiene la experiencia, la vocación y la masa crítica para liderar esta cruzada. Y lo que está en juego no es menor: romper con un modelo centralista que históricamente ha dejado al Interior como la cenicienta del sistema de salud. Si no se actúa con decisión, los ciudadanos al norte del río Negro seguirán siendo tratados como ciudadanos de segunda. Pero si se consolidan proyectos como este, podemos empezar a escribir otra historia. Una historia de equidad, arraigo y desarrollo con rostro humano.