
Título en inglés que no se ha traducido por aquí y que quiere decir algo así como “La última pelea de Ellen Cole”, ya que siempre que se titula alguna película con la palabra “stand” (pararse), se refieren a una última oportunidad que, en una película de acción como esta, es, por supuesto, un enfrentamiento físico.
Y la historia de la película la hemos visto muchas veces: un personaje aparentemente pacífico y avejentado que no se mete con nadie es devuelto a la acción por circunstancias que ha tratado de evitar durante años, pero que, en determinado momento, tiene que aceptar que no puede seguir ignorando más.
Bien, y películas con ese tema las hemos visto protagonizadas por Clint Eastwood, Bruce Willis, Liam Neeson y prácticamente cualquier actor de Hollywood que se haya dedicado al género de la acción alguna vez en su vida. Pero como ya sabemos, con el advenimiento de lo políticamente correcto se comenzó a dar cabida no solo a otras razas, algo que en realidad viene ocurriendo en el cine estadounidense desde la década de los ‘60, sino también en estos últimos años, a otros géneros, o sea, a mujeres.
¿Llegará el día en que veamos a un héroe rudo pero gay? Bueno, ya veremos. Pero ahora la cuestión es que tenemos a muchas actrices encarnando a personajes más duros que el mismo Stallone o Schwarzenegger.
Y en The last stand of Ellen Cole ocurre eso mismo. Con una salvedad bastante grande; la edad. Porque la actriz protagonista tiene 81 añitos. Así como lo lee. Pero, como dice el viejo dicho, el zorro puede perder el pelo pero no las mañas y cuando un inescrupuloso agente inmobiliario, al ver que no puede comprar a la dulce ancianita para que le venda su propiedad –un rancho estratégicamente ubicado–, decide usar la fuerza bruta, bueno, no sabe a lo que se enfrenta.
A estas alturas quien lee esto puede llegar a pensar que estamos ante algo ya visto y revisto y no le faltará razón. Sin embargo, los directores Derek Lee y Cliff Prowse no tienen intención de hacernos pasar gato por liebre y filman su película muy conscientes de que no están descubriendo la pólvora, pero ojo, el objetivo del buen entretenimiento está asegurado.
Luego de una rápida introducción para presentar a los personajes se pasa rápidamente a los golpes y tiros sin que nada parezca forzado y todo fluye con naturalidad dentro de lo improbable de su argumento. Lin Shaye, actriz que se ha vuelto una estrella en sus años dorados, más que nada en el género del terror en sagas como La noche del demonio, no solo se siente muy cómoda en el papel de heroína, sino que también se da el lujo de ponerle mucho humor a su personaje, algo que la conecta hasta con el público más indiferente.
Los malos son, como corresponde, muy malos, pero incluso ahí hay algún humor del tipo de Mi pobre angelito que hace aún más disfrutable el filme. Entre lo secundarios que están del lado “bueno” puede haber algún sentimentalismo fuera de lugar, pero no obstruye el desarrollo dinámico de la trama que, puesta a andar es un mecanismo en perfecto funcionamiento digno del oficio del cine de Hollywood en estas lides.
Ahora bien, estamos hablando de acción y aquí hay para dar y repartir, pero también hay algo más. La vestimenta del personaje principal, las locaciones y sobre todo la música remiten directamente al género cinematográfico de Hollywood por antonomasia; el western.
Es decir, quienes hicieron la película saben a qué se refieren con eso de “last stand”, héroes solitarios, en este caso heroína y ambientes naturales con paisajes que se pierden en el horizonte. Nada nuevo, hay que decirlo otra vez, pero muy bien hecho e irresistiblemente entretenido.
Fabio Penas Díaz