El “destape” cannábico

Luego de las idas y venidas, marchas y contramarchas, propias de las iniciativas del gobierno de José Mujica (2010-2015), el miércoles 19 de julio comenzó la venta de marihuana recreativa legal. Casi cuatro años después de su regulación, el cannabis cultivado y procesado por el Estado se encuentra a disposición en 16 farmacias de 11 departamentos, dos de ellas en Paysandú: la Medicci, en avenida España y Dr. Felippone, y la ubicada en las Termas de Guaviyú.
La idea del gobierno uruguayo, tanto en el tiempo de Mujica como ahora con Tabaré Vázquez al frente, esta política de facilitar el consumo de marihuana entre la población, apunta a contrarrestar el avance del narcotráfico. Así lo manifestó el mandatario el jueves al arribar a Mendoza, donde tiene lugar la cumbre del Mercosur, al decir que la marihuana estatal es un “camino alternativo”, aunque se manifestó en contra del consumo de drogas.
“Seguir insistiendo en combatir una plaga, una patología de la sociedad, con las mismas herramientas que fracasaron es totalmente ilógico. Lo que estamos intentando en Uruguay es ver si existe un camino alternativo para combatir el narcotráfico”, subrayó Vázquez. “Es una realidad incontrastable que la confrontación con el narcotráfico ha ido al fracaso en todas partes del mundo, absolutamente en todas, también en nuestro país”, apuntó. Sin embargo, aclaró: “nos oponemos terminantemente al consumo de drogas, salvo las que indiquen los médicos, que son los que están facultados para prescribir droga y prescribir medicamentos”.
La venta en farmacias es el final de un largo proceso para implementar la ley de Regulación del Cannabis aprobada en 2013, que estuvo cargado de polémicas y retrasos. Para el control de esta política, se creó el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (Ircca).
La norma, que se puso en marcha en etapas, es presentada como una estrategia de lucha contra las drogas introducidas ilegalmente al país, y habilita tres mecanismos para acceder al cannabis de uso recreativo: el autocultivo en hogares, el cultivo cooperativo en clubes y la compra de marihuana estatal previo registro –en las oficinas de El Correo– del consumidor.
Solo ciudadanos uruguayos o residentes legales en el país pueden comprar la hierba en farmacias, lo que elimina la posibilidad de venta a turistas. Según cifras oficiales, hay 63 clubes de producción en funcionamiento, 6.948 autocultivadores y 5.526 consumidores en farmacias registrados oficialmente. De acuerdo con la ley, los compradores podrán hacerse de un máximo de 40 gramos mensuales de cannabis para uso recreativo, a razón de 10 gramos por semana. El precio de venta al público fijado por el gobierno es de unos 1,30 dólares el gramo. Según el Monitor Cannabis, un equipo multidisciplinario que investiga sobre la regulación en Uruguay, unas 160.000 personas consumen marihuana en el país, de las cuales 60.000 lo hacen de forma frecuente.
Según publicó ayer El Observador, con base en datos de la Junta Nacional de Drogas (JND), entre el 19 y el 20 de julio se comercializaron en las 16 farmacias habilitadas para vender marihuana unos 1.812 envases de esta droga (poco más de 9 kilos), de los cuales 1.550 (7,7 kilos) fueron dispensados en Montevideo. Durante el primer día de venta la alta concurrencia de público –que incluyó largas colas en algunos locales– llevó a que varias farmacias se quedaran sin stock en la capital, y continuaron así hasta el jueves debido a que la distribución se vio afectada por el paro del Pit Cnt.
Además, en la capital del país, donde se encuentra el 60% de los consumidores registrados al momento de la venta (cerca de 3.000 personas de las 4.959 registradas con fecha al 17 de julio) apenas hay cuatro farmacias registradas, mientras que el resto están dispersas en el Interior. La JND indicó que a partir de la puesta en marcha de la venta en farmacias creció el número de personas registradas como adquirentes y el jueves aumentó a 5.526 anotados. También hay más farmacias interesadas en distribuir cannabis, de acuerdo al Ircca.
Como se observa, la comercialización del cannabis recreativo arrancó con bríos, con una gran aceptación de los consumidores, en buena medida, seguramente, por la curiosidad de testear el producto estatal, verificar su “pegue”, compararla con la “paraguaya”, la que ingresa ilegalmente al país. Los que se encuentran a favor de esta política aducen que no se trata de alentar el consumo, sino que se propone canalizar de forma legal a los ya fumadores de marihuana a los que, además, se les ofrece un producto de calidad, avalado por las autoridades sanitarias.
Los consumidores, hasta el momento, han dado el visto bueno al cannabis del Estado. Lo encuentran agradable, de buen nivel, aunque el “pegue” no sea del todo fuerte –para algunos– como esperaban. Los opositores a la idea visualizan un incremento del consumo de drogas y rechazan la opción de que se vendan en las farmacias, justamente. No creen que pueda competir con la droga ilegal, que seguirá ingresando, que por precio no habrá chance de que el Estado logre seducir por mucho tiempo. En todo caso, existe un tercer aspecto que es poco tenido en cuenta –y que consideramos como algo positivo–, y es que se trata de un avance hacia las libertades del individuo. El consumo de marihuana existe en todos los estratos de la sociedad y sería de hipócritas ignorarlo. De la misma forma que existe el consumo de alcohol y es aceptado, aún en los adolescentes que “hacen la previa” antes de ir a un baile –en la mayoría de los casos con conocimiento de los padres–, y permanecerán hasta altas horas de la madrugada en un ambiente que tampoco es el más adecuado para la edad.
Dejando de lado la minoridad, el adulto debe ser responsable de sus actos así como de lo que consume, mientras no afecte a los demás integrantes de la sociedad. Por ejemplo, así como el gobierno frenteamplista puso tanto énfasis en cuidarnos del humo de tabaco, más aún debería evitarnos el de la marihuana, que es una droga, aún en espacios públicos, en especial donde concurren niños, por ejemplo. Los límites deben estar claramente establecidos, y los controles del Estado no pueden faltar.
Seguramente los adquirentes se irán sumando, a medida que el tabú le da espacio al acostumbramiento, y habremos de asistir a la alta exposición de consumidores felices, en una suerte de “destape” cannábico, ante la mirada atónita de quienes no comparten la adicción.
Son puntos para seguir de cerca, para analizar. Lo de combatir al narcotráfico nunca es mala idea. Es una alternativa, como dice Vázquez, que el tiempo dirá si ha sido acertada. Por supuesto, las dudas en torno a ella son justificadas. Veremos.