El trabajo no crece en los árboles

Todos los días los sanduceros escuchamos comentarios diversos sobre la cantidad y calidad del empleo que se demanda en el departamento. Un estudio elaborado y publicado reciente por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) bajo el título “Principales indicadores del mercado laboral”, cuyo último período relevado es del año 2015, arroja cifras importantes que permiten ilustrar con certeza una temática de honda importancia social, económica y humana, en la cual muchos “tocan de oído” sin poder fundamentar sus afirmaciones.
De acuerdo con el MTSS, en el 2015 el 41% de la población total de Paysandú se encuentra ocupada, lo que se traduce en aproximadamente 49.157 personas de los cuales 58,7% son hombres y 41,3% son mujeres. Esto de por sí muestra una diferencia importante entre la participación de hombres y mujeres en el mercado de trabajo departamental. En lo referente a ocupación por áreas de actividad, los primeros cuatro sectores en cuanto a números de trabajadores ocupados son el comercio (18,3%), la producción agropecuaria, forestación y pesca (17,9%), la industria manufacturera (11,1%) y la construcción (7,9%).
Durante el período 2008-2015 la industria manufacturera fue el sector de actividad que más se contrajo en el departamento (4,3%) con una “disminución significativa” según el propio MTSS. Otro dato interesante es que el 90% de las personas ocupadas en el departamento mantienen un solo trabajo y el 7,3% trabaja en dos empleos. Del total de personas ocupadas, el 12% busca otro empleo, motivadas en un 57% por la búsqueda de un mayor ingreso. En materia de desempleo, el mismo ha descendido a 6,1%, lo que sitúa a Paysandú debajo incluso de la media nacional (7,1%). En cuanto a altas de los seguros por desempleo abonados por el Banco de Previsión Social, entre los años 2014 y 2015 se produjo un “incremento importante” que –según el informe del MTSS– fue del 31,3%. Una lectura desagregada de la causal de esas altas en BPS arroja datos que muestran una tendencia retracción de la generación de empleo, ya que en el año 2015 el 68% era por causal despido, el 29% por suspensión de actividad y sólo un 2% por reducción de la misma.

Queda claro que, si bien el informe del MTSS hace referencia al año 2015, deja planteadas importantes interrogantes tras su lectura. Una de ellas es cómo pueden generarse oportunidades laborales significativas y duraderas a nivel departamental mediante inversiones del sector público, cuando el gobierno nacional trata de reducir el déficit fiscal que tanto ocupa y preocupa –con fundadas razones– al ministro Danilo Astori. La respuesta es la misma para Nueva Zelanda, España o Paysandú: deben crearse las condiciones necesarias para impulsar la creación de puestos de trabajo en el sector privado, no solo para grandes emprendimientos (como sucede con la nueva planta de celulosa de UPM) sino también para los pequeños empresarios que un día sí y otro también hacen grandes sacrificios para poder pagar los salarios de sus empleados y estar al día con la pesada carga tributaria que deben soportar.

Ese contraste entre el tratamiento dado a los inversores foráneos frente a los empresarios uruguayos –y en este caso a los sanduceros– lleva a preguntarse si tal vez el gobierno nacional no ha sido presa de la llamada “Maldición de Malinche”, inmortalizada en una canción homónima compuesta en el año 1975 por el cantautor mexicano Gabino Palomares.
El propio informe al que nos referimos deja en claro la composición del sector empresarial departamental y cómo deben orientarse los esfuerzos de las autoridades públicas competentes en la materia. En efecto, según el MTSS, aproximadamente el 42,2% de las empresas del departamento son unipersonales y el 40,1% son empresas de tamaño micro. De acuerdo con esto, el 82,3% de las empresas sanduceras tienen entre 1 y 4 ocupados. El resto de las empresas se distribuye entre empresas pequeñas (14,89%), medianas (2,43%) y grandes (0,32%). Estos números dejan en claro que el empresariado sanducero no está compuesto principalmente por grandes emprendimientos –que los hay, y afortunadamente aún permanecen instalados en el departamento– sino por el trabajo “de hormiga” en el medio de un entramado tributario y burocrático que castiga a quien se propone iniciar un emprendimiento económico.
Asimismo, resulta claro que el sector privado del departamento con capacidad para crear puestos de trabajo ha cambiado sustancialmente en las últimas décadas. Un ejemplo de ello fue la instancia de intercambio denominada “El Paysandú que queremos”, cumplida en diciembre del año pasado a instancias de la Intendencia Departamental de Paysandú, durante la cual quedó claro que la industria ya no es percibida por los sanduceros como un motor predominante del desarrollo local, lo que sin dudas abre las puertas a la discusión de nuevos paradigmas sobre la economía y hasta la idiosincrasia sanduceras.
Aún cuando todos los países y regímenes del mundo valoran la importancia del sector privado en la generación de empleo, en Paysandú muchos siguen viendo al empresario como el enemigo al cual hay que derrotar a toda costa, al comerciante local –que es el que más trabajo brinda– como un adversario que se merece desaparecer, sin tener en cuenta que más allá del tamaño del emprendimiento que lleva adelante, no importa si se trata de una empresa familiar, pequeña, mediana o grande; todas ellas tienen capacidad para generar trabajo, el cual –como lo anticipamos desde el título– no crece en los árboles.

Esa agresividad se ha podido apreciar en más de una oportunidad, por ejemplo cuando en las redes sociales se ataca al comerciante por haber promovido el “cero kilo” en el puente o ahora, cuando se ve castigado por los efectos de la Zona Azul. Parece que muchos no entienden que si le va mal al comercio, peor le irá a ese 18,3% de los trabajadores que viven de él y sus familias, y que cuando no hay trabajo tampoco hay dinero para comprar del otro lado del río, por más barato que salga el surtido allá.
El empresario es acusado de ser, como se dice habitualmente, “el malo de la película”, tal vez porque a ninguno de sus detractores les convenga recordar que ese “enemigo” –a quien tanto se le insulta y acusa– en realidad genera puestos de trabajo, contribuye al crecimiento y la prosperidad de la comunidad y paga tributos que financian nada menos que áreas públicas tan vitales y necesarias para el desarrollo como la educación, la salud, la vivienda, la infraestructura, la seguridad, planes sociales, entre otras.
En el año 1947 un músico argentino llamado Alberto Martino grabó una canción titulada “Oda a Perón”, en la cual atacaba sin piedad la figura del empleador, a quien describía como “Oligarca caballero, prototipo de negrero, que explotaste al obrero sin tenerle compasión”. Seguramente Martino nunca imaginó que setenta años más tarde, de este lado del río Uruguay muchos siguieran compartiendo el contenido de sus estrofas, destinadas a atacar a los empresarios que, a pesar de todos los inconvenientes que enfrentan, intentan seguir adelante, generando en Paysandú las oportunidades de trabajo de calidad a las cuales se refiere el informe del MTSS.