La farsa de Maduro

Este domingo, el presidente venezolano Nicolás Maduro dará un paso más para asentar la farsa de su gobierno. Lo del delfín de Hugo Chávez es la del pato. Por fuera de la realidad, Maduro sigue pretendiendo paliar la grave crisis económica, política y social que vive su país con pasos en dirección al abismo. Nunca apuesta por el verdadero diálogo y la apertura a caminos verdaderamente democráticos. Su dictadura –que el tibio gobierno uruguayo no quiere ver (¿por qué será?)– pretende mañana votar una Asamblea Constituyente para “reformar el Estado y redactar una nueva Constitución”. Maduro no encuentra mejor solución que seguir echando nafta al fuego, al tiempo que continúa la represión, aumentan los muertos y el país se desgarra en una espiral de violencia que parece no tener fin en el futuro cercano.
La idea de este domingo es elegir los 545 miembros de la Asamblea Nacional Constituyente. El jueves, el presidente convocó a la oposición a integrarse a una mesa de diálogo, como forma de poner fin a la polarización de la nación, a la que los opositores rechazaron porque, para ellos, no hay otra que un llamado a elecciones presidenciales para comenzar a salir del atolladero. Pero Maduro volvió a dejar en claro que no cederá en su intención de instalar la Constituyente, y desafió no solo a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) sino también al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y sus colegas de México, Enrique Peña Nieto, y Colombia, Juan Manuel Santos, en el cierre de campaña del oficialismo.
Maduro apuesta a la Asamblea Constituyente, determinante para continuar en el poder, pese a las sanciones que Estados Unidos aplicó a 13 altos funcionarios de su gobierno y a que la huelga convocada por la oposición sumó el jueves su quinto muerto en dos días, lo que elevó a 108 el total de víctimas desde abril. Las presiones internacionales fueron en aumento en las últimas semanas para persuadir a Maduro de que deje sin efecto la iniciativa, con la cual apuesta a reformar la Constitución vigente, lo que a su vez acrecentaría sus poderes.
La MUD consideró desde un principio esta convocatoria como un intento del gobierno para “consolidar la dictadura” del chavismo en Venezuela, y llamó a una abstención y no ir a votar mañana. Cerca de 19,5 millones de ciudadanos están llamados a participar en la elección, que tendrá como principal reto para el gobierno vencer la abstención para legitimar su poder. De ese modo, se modificaría la Constitución desde que Chávez la reformó en 1999, la que contó con el respaldo de una consulta previa, con el 80% de los votos. Ahora, Maduro, que buscar “mejorar” el legado de su mentor, ni siquiera convocará una consulta popular de ese tipo porque considera que ya cuenta con el respaldo suficiente del pueblo como para seguir de largo y elegir directamente a los integrantes de la Constituyente. La Constitución vigente establece que el pueblo de Venezuela es el “depositario del poder constituyente originario”.
La nueva Asamblea Nacional Constituyente estará conformada por 545 miembros que serán elegidos por voto popular. Pero serán elegidos de acuerdo con los criterios que el Ejecutivo plantea. De esas 545 personas habrá ocho representantes indígenas. A su vez, de los 537 restantes, 364 serán elegidos por representación territorial. Los otros 173 pertenecerán a siete sectores gremiales o sociales determinados por el gobierno venezolano. Habrá cinco empresarios, ocho campesinos y pescadores, cinco personas con discapacidad, 24 estudiantes, 79 trabajadores, 24 representantes de las comunas y consejos comunales, 28 pensionados, de acuerdo a lo que publicó el propio Consejo Nacional Electoral (CNE). Para aspirar a estos 545 escaños hay 6.120 candidatos.
Toda esta farsa se redondea con el voto doble, un mecanismo sin parangón en Venezuela y en ninguna Constitución del mundo: aquellos ciudadanos que pertenecen a alguno de los siete sectores habilitados por Maduro podrán votar dos veces. Una en su estado y otra en su gremio o sector social. Pero, casi la mitad de los ciudadanos registrados dentro del registro electoral no está en ninguno de esos sectores. A pesar de este tipo de contradicciones, Maduro aseguró que la Constituyente se elegirá por voto universal, directo y secreto.
Como nada está claro en el mundo de Maduro, hasta ahora la actual administración no anunció por cuánto tiempo se mantendrá funcionando la Asamblea Constituyente ni qué sucederá con la antigua constitución chavista en ese lapso. “Vemos la fecha del 30 de julio como una línea roja que, si se cruza, podría suponer el fin de la democracia en Venezuela”, alertó un alto funcionario del la administración de Donald Trump. Sin embargo, es mayor la incertidumbre tanto de los propios venezolanos como a nivel internacional: el conocimiento real que se tiene sobre el contenido de la nueva Constitución que surgirá tras el sufragio y lo que sucederá en Venezuela después de mañana.
Mientras tanto, Uruguay inentendiblemente –o no– se abstiene de condenar a Maduro y su dictadura, que ya va cobrando en un año tanto como una tercera parte de los desaparecidos en la última dictadura de nuestro país. La tibieza del gobierno uruguayo es ya legendaria. “No será el gobierno uruguayo el que promueva esa posibilidad, pero tampoco se opondrá”, dijo por estos días un informante respecto a la postura del Mercosur de aplicar la cláusula democrática con Venezuela. En estos casos, cualquiera se pone a pensar en los negocios que ha tenido Uruguay con el chavismo. Y desde ahí trata de comprender que no se condene la farsa de Maduro.