¿Pagaremos los costos de las traiciones entre subversivos?

La semana anterior la Suprema Corte de Justicia (SCJ) desestimó el recurso presentado por la fiscal Stella Llorente contra la decisión de un Tribunal de Apelaciones que revocó el procesamiento del exdirigente tupamaro Héctor Amodio Pérez, quien había sido procesado en primera instancia por delitos de privación de libertad.
La fiscal mencionada había argumentado en el recurso presentado ante la Corte que Amodio no está amparado en la ley de amnistía, tal como señalaba el Tribunal de Apelaciones de 4º Turno que revocó su procesamiento, porque había cometido delitos de “lesa humanidad”, que quedan por fuera de esa normativa. En ese sentido, Llorente también indicó que el tribunal no había analizado si se trataban o no de delitos de “lesa humanidad”.
Para la Suprema Corte de Justicia, “ninguno de los motivos” presentados por Llorente “resultan susceptibles de provocar nulidad de la sentencia impugnada”. Los ministros Jorge Chediak, Eduardo Turell y Elena Martínez (redactora de la sentencia) consideraron que ese tribunal de apelaciones “efectivamente analizó los agravios articulados por la impugnante (Llorente)”, referentes a la calificación de “lesa humanidad”.
“Si el Tribunal consideró que las detenciones fueron legítimas, la conducta de Héctor Amodio Pérez no pudo tipificar el delito de privación de libertad concebido como de ‘lesa humanidad’”. Según el máximo órgano de la Justicia, eso “deja en evidencia la debilidad del planteo de la Fiscalía”.
Ya desde el fallo inicial, surgía nítidamente una forma de retorsión compartida por la fiscal y la jueza que determinó la “culpabilidad” de Amodio en hechos que acontecieron durante la denominada historia reciente, evaluados con un claro sesgo, teniendo en cuenta como se han pronunciado en determinados casos jueces que parecen confundir la administración de Justicia en base a la ley con convicciones propias afectadas por su ideología. Implica una “justicia” de castigo dirigida a quienes ellos entienden en su momento combatieron a los “buenos” que “luchaban por la justicia”, parodiando al Chapulín Colorado, dejando de lado, como si fuera una cosa menor, que los hechos juzgados tuvieron lugar cuando todavía había un régimen constitucional, antes del golpe de Estado, y que por lo tanto los grupos terroristas como el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro que asaltaban, robaban, secuestraban, asesinaban, sin luchar contra ninguna dictadura.
Esta visión, por si quedaba alguna duda, la reafirmó el expresidente José Mujica cuando comparó este jueves a Amodio Pérez con Lucifer y reafirmó su idea de que es un “traidor”. A la salida de un homenaje a Eleuterio Fernández Huidobro, a un año de su fallecimiento, el expresidente dijo en rueda de prensa que el fallo de la Suprema Corte de Justicia sobre Amodio “no es importante”.
“Ese tipo de cosas Dante las colocó en el noveno círculo (del infierno), que es algo más que el olvido. Allí Dante colocó a Lucifer, es el círculo de los seres humanos traidores. Y eso no tiene liberación por ninguna parte”, afirmó.
Claro, a lo que refiere Mujica es que Amodio Pérez “traicionó” a sus excompañeros, un grupo por aquel entonces terrorista que desde 1963 –cuando había un régimen republicano de gobierno en Uruguay– se alzó en armas intentando recrear la revolución cubana, y con ello fue promotor de un caos que fue en gran medida el caldo de cultivo para que en Uruguay se instalara una dictadura; una dictadura que al principio fue bien vista por buena parte de la izquierda uruguaya, porque la creían del mismo palo, de la misma forma que ahora apoyan la dictadura de Maduro en Cuba porque “es de izquierda”.
El problema en este caso es que como Amodio Pérez volvió para contar su historia –la que según él se ajusta a la verdad– muchos representantes del movimiento MLN que incluso ocupan altos cargos de gobierno, salen mal parados, en una trama de traiciones cruzadas dentro de la organización. Y pasados los años, hacen todo lo que pueden para no quedar expuestos ante la opinión pública cuando habían construido un cuento de hadas de puro idealismo y principios, muy lejos por supuesto de lo que realmente ocurrió en aquellos aciagos años.
El punto es que Amodio –que por supuesto no es ningún angelito–, por problemas personales y pase de facturas incomoda a muchos exsubversivos con su relato. Es así que fue objeto de un procesamiento y prisión domiciliaria durante un año, por un fallo absurdo y cargado de subjetividad y sesgo ideológico.
El énfasis en los detractores a ultranza de Amodio en la izquierda hace hincapié en que éste delató, sin haber sido torturado, a sus excompañeros y negoció por esta vía con los militares su exilio en España, pero en lo que al escenario macro refiere y visión retrospectiva, podemos evaluar claramente que sigue ausente en todo momento la autocrítica de los exguerrilleros, tanto de Amodio como de quienes han salido a terciar en su comparecencia ante la Justicia.
En otros lugares del mundo estos sucesos de hace casi medio siglo estarían ya del otro lado de la página, no para olvidarlos, pero sí para mirar hacia delante y dejar de dividirnos entre buenos y malos. Pero en Uruguay, por ejemplo, todavía no ha sido reconocido ni pedido perdón por los exguerrilleros que condujeron al país en la vía de la intolerancia, de la violencia y el caos, haciéndole el caldo gordo a los extremistas del otro signo, a los militares que instauraron la dictadura como “salvadores”, ante el terror desatado por la izquierda.
Las consecuencias las pagaremos los ciudadanos de a pie. Casi tragicómico. Recursos que se generan diariamente por el esfuerzo de los uruguayos en su trabajo, serán volcados a “compensar” a integrantes de grupos mesiánicos, que se dedicaron exclusivamente a maquinar revoluciones con paradigmas como la Cuba de los Castro.