Inestabilidad del Mercosur toca también a los lácteos

De vez en cuando la región nos pega un sacudón que nos recuerda la realidad de que estamos en un escenario inestable, pese a que durante una década los elevados precios de las materias primas y el viento de cola en la economía mundial se tradujeron en ingresos excepcionales. Los recursos que se generaron entonces no fueron debidamente aprovechados y en varios países –entre ellos Uruguay– se vivió solo el momento, con fuertes incrementos del gasto público en una apuesta irresponsable a que las condiciones favorables se extendería indefenidamente, contra la histórica tendencia de que la economía es cíclica.
El Mercosur es precisamente una clara muestra de este equilibrio “precario”, por llamarlo de alguna forma, en los países de la región. Y pese a que sus socios fundadores son cuatro, el desencadenante hace veinte años fue que Argentina y Brasil se lanzaron al acuerdo de todas maneras, y para Uruguay y Paraguay fue un “tómelo o déjelo”, ateniéndose a las consecuencias.
El bloque regional ha sido una constante de bilateralidad de nuestros dos grandes vecinos, derramando de vez en cuando alguna migaja hacia este lado en base al tamaño de las dos grandes economías cercanas, pero sin que en ningún momento se haya llegado a un funcionamiento más o menos aceitado, por falta de organicidad y decisiones en las que lo político ha primado sobre lo jurídico, como bien lo confesara el expresidente José Mujica en ocasión de la suspensión de Paraguay del Mercosur.
Pero además Brasil siempre ha utilizado el bloque como una barrera proteccionista para vender sus productos industriales dentro de fronteras, protegido por el mayor arancel externo común posible. Eso ha derivado en que el bloque se ha encerrado y que no ha logrado concretar todavía siquiera un acuerdo comercial con la Unión Europea, pese a veinte años de negociaciones.
Con estos antecedentes ya deberíamos estar curados de espanto sobre lo que cabe esperar del marco regional y la estabilidad en su funcionamiento. Sin embargo, en los últimos días ha surgido otro trascendido poco auspicioso, en el sentido de que el país norteño podría cuotificar la importación de lácteos desde nuestro país, los que representan menos del uno por ciento del consumo de los vecinos.
Brasil está apuntando a excluir a la leche de la lista de productos del Mercosur beneficiados con el comercio libre –como ya ocurre con el azúcar o el segmento automotor– como forma de “terminar con las distorsiones en el mercado brasileño provocadas por las importaciones desde Uruguay”, y para ello realizará un estudio.
En 2016 Uruguay exportó U$S 346 millones a ese mercado (60% del total) en productos lácteos, y fue un paliativo para la crisis de la lechería uruguaya, tras el problema con Venezuela que hizo que ese país desapareciera de la lista de compradores. Brasil paga precios superiores al resto de los mercados internacionales, donde Uruguay, además, paga el costo de no contar con tratados de libre comercio como en China, donde ingresan competidores directos como Nueva Zelandia o Australia.
Esta posibilidad ha dado lugar a las primeras alertas en las gremiales y el gobierno de nuestro país, y estaba en proceso una reunión entre los ministros de Agricultura de Brasil, Blairo Maggi, y su par de Uruguay, Tabaré Aguerre, en San Pablo.
“Vamos a realizar estudios para avalar esa posibilidad (de excluir la leche del Mercosur)”, anunció el ministro de Agricultura, Pecuaria y Abastecimiento (MAPA) de Brasil el fin de semana pasado en la inauguración de la 40ª Expointer, Porto Alegre. Maggi dijo que ya comunicó su intención al presidente Michel Temer y al ministro de Relaciones Exteriores, Aloysio Nunes, según publicó el sitio web del MAPA.
El ministerio y varios medios brasileños habían manejado una posible reunión entre Maggi y Aguerre esta semana en San Pablo, donde sesiona el Consejo Agropecuario del Sur (CAS). Sin embargo, pese a estos contactos en ciernes, no existiría hasta ahora ningún planteo oficial de Brasil por el tema lácteos.
A través de su página web, el MAPA señaló que “representantes de entidades y cooperativas del sector lechero, como la Organización de las Cooperativas Brasileñas (OCB), se reunieron con Maggi para reclamar por la excesiva cantidad de leche importada de Uruguay y discutir medidas para reequilibrar el mercado nacional, evitando así una gran disminución del precio”. El sitio oficial del ministerio brasileño agregó que “según el ministro (Maggi), el problema afecta a toda la cadena láctea del país, especialmente los estados con gran producción, como Río Grande del Sur y Minas Gerais”.
Estas reflexiones contrastan con la evaluación del gobierno de nuestro país en el sentido de que Brasil es autosuficiente en leche en un 99%, por lo que la incidencia de los productos lácteos uruguayos es menor al 1% del consumo de los brasileños.
Como dice el refrán, “cuando el río suena, agua trae”; y los antecedentes de Brasil respecto a medidas que afecten a los países vecinos y socios del Mercosur no son positivos, porque además esta relación de fuerzas no es simétrica. Cuando nuestros vecinos apenas se mueven en una dirección, las repercusiones en nuestro medio son de gran impacto, en tanto cuando sucede a la inversa, el país norteño ni se entera, como en este caso de incidencia de nuestra producción láctea del uno por ciento en el total del gigante norteño.
Como se recordará, desde el otro lado de la frontera, la maxidevaluación brasileña de 1999 devastó la economía uruguaya, con el cierre o la crisis de gran cantidad de industrias que se habían jugado al mercado brasileño, lo que fue el prolegómeno de la gran crisis de 2001-2002. Incluso el planteo de Brasil respecto a cuotificar el ingreso de lácteos uruguayos no es nuevo y data de siete u ocho años atrás, en tanto la postura de Uruguay ha sido siempre de rechazo.
La incidencia univalente es notoria si tenemos en cuenta que aún con su uno por ciento, según datos de la OCB, Brasil compró a Uruguay 86% de las exportaciones de leche en polvo descremada y 72% de leche en polvo entera a julio de 2017. Según la gremial brasileña, en los primeros seis meses del año la adquisición de ambos productos sumó 41.811 toneladas. Uruguay exportó 102 mil toneladas de leche en polvo a Brasil en 2016 y fue el principal destino.
Esta medida igualmente, por lo menos hasta ahora, implica solo una amenaza y todo indica que el gobierno apunta a curarse en salud –es un decir– aunque con el antecedente en contra de haber dispuesto la suba de la tasa consular, es decir la que se aplica a las importaciones que ingresan a nuestro país, medidas a contramano del espíritu del Mercosur.
Por supuesto, si Brasil está decidido a aplicar las restricciones, difícilmente se pueda hacer cambiar de opinión a Itamaraty a través de la diplomacia uruguaya, y más allá del desenlace al que se llegue, corresponde seguir insistiendo en la necesaria diversificación en los destinos de nuestros productos. En lo posible celebrando acuerdos preferenciales con terceros en procura de alianzas estratégicas, que son las que valen a la hora de los negocios, en lugar de señalar afinidades ideológicas que solo valen para la retórica y las fotos internacionales.