No es solo Sendic

En Uruguay, nunca renunció un vice. Por el contrario, las responsabilidades políticas –al menos desde el resurgimiento democrático– han recaído en ministros, directores de entes o de organismos públicos que se han ido por la puerta chica cuando una política aplicada desde el Poder Ejecutivo no dio resultados o se vieron envueltos en asuntos judiciales. Pero la figura del vice, que en Uruguay cumple la función de presidir la Asamblea General y ocupar la titularidad del cargo ante la ausencia del mandatario, no parecía tocada por mayores cuestionamientos, con la excepción de Raúl Sendic.
Es que el expresidente del directorio de Ancap fue blanco de duras críticas y señalamientos a raíz de una investigación parlamentaria que surgió –como ocurre en los últimos años– por una investigación periodística basada en la gestión del ente, que luego dio lugar a otra referida específicamente a los gastos efectuados por el jerarca de turno.
El acceso a la información pública y una prensa sin ataduras permitió conocer algunos datos que se mantenían en silencio y comportamientos que pasaban desapercibidos bajo la piel de un protagonista de pocas palabras, tono bajo de voz y escasas apariciones públicas. Sin embargo, todo se destapó una vez que ganó la fórmula presidencial que encabezó junto a Tabaré Vázquez, porque los hechos judicializados se planteaban con retroactividad.
El desempeño parlamentario, el seguimiento de los medios de comunicación, las declaraciones efectuadas por los referentes de sectores mayoritarios –léase José Mujica– y la minimización continua y reiterada de los “embates de la derecha” solo sirvieron para enardecer el clima. Y las deslealtades, claro que sí, también fogonearon un caldero que hervía, pero sostenían pocas manos con argumentos creíbles porque ya ni desde dentro se miraban con confianza.
Entonces, ¿qué mantiene unida a una fuerza política que tiene a un Tribunal de Conducta Ética, cuyo fallo lapidario, asegura que “no deja dudas” el “modo de proceder inaceptable” de Sendic, junto a sectores que se cortan las venas por defenderlo?
¿Es el poder por el poder mismo? ¿O Sendic sabe mucho más de lo que muestra con su cara inexpresiva? Cualquiera sea la razón, el fallo del tribunal es mucho más duro de lo que se esperaba y está firmado por unanimidad, en tanto el órgano se conforma por veteranos dirigentes que responden a diversos grupos. Ahora solo queda sentarse a esperar y observar los férreos cuestionamientos que la Lista 711 hará al Tribunal, los paños fríos que intentarán colocar aquellos referentes que reconocen el doloroso costo político que tendrá este asunto a partir del sábado y otros, tal vez pocos, que reclamarán su “paso al costado”.
Lo cierto es que marca un antes y un después al acostumbrado argumento de bajar línea hacia la derecha conservadora como la culpable de todos los males que acechan a la democracia y los procesos progresistas de la región, porque los datos contenidos en el informe surgieron desde dentro y si esto no se reconoce como tal, entonces la fuerza política se encuentra con serios problemas de identidad y reiterará el manejo infantil que hace del mismo argumento cada vez que puede.
Y los medios hegemónicos: ese sacrosanto lugar que tanto buscan para hacer las declaraciones que quieren y cuando quieren para después ponerse a la defensiva y atacarlos si no les gustó algo que leyeron o escucharon. Es que, de una vez por todas, deberán entender que una prensa libre no es hegemónica ni nada, es simplemente el amplificador de lo que ocurre y, justo es reconocerlo, nunca antes como en las últimas administraciones, los medios de comunicación se han visto cuestionados y adjetivados de una forma tan básica que asusta. Alcanza con escuchar a referentes locales y nacionales cuando posicionan sus temas y si la pregunta resulta incómoda o se direcciona a otro lugar inesperado para el entrevistado, es muy común que nos encontremos con la falta de rigor o, incluso, reacciones impropias.
Pero ¿y el fallo? ¿También corresponde a una conspiración de las fuerzas de derecha que se reunieron en Atlanta para torcerle el brazo al Tribunal y hacer que caiga el vicepresidente? ¿Es un dictamen del Imperio? El Frente Amplio es gobierno desde 2005, pero mucho antes –y en vida de Seregni– los asuntos de la ética y el buen comportamiento en la función pública eran compromisos consensuados en documentos firmados dentro de su orgánica. ¿Ahora nos vienen a decir que es “desproporcionado” e incluso “disparatado”? Aquellos que asumen sus cargos desde la izquierda –que siempre ha sido tan cuestionadora del comportamiento de los partidos tradicionales– no tienen desconocimiento sobre las formas de hacer política porque son militantes desde siempre –y fundamentalmente “los hijos de…”, como en este caso–.
Por más que el vicepresidente diga que ocupa el cargo por decisión democrática del “pueblo que lo votó”, existe un alto porcentaje (62%) de ese mismo pueblo que lo quiere afuera y deberá reconocer el Frente Amplio que no solo Sendic perdió credibilidad, sino una fuerza política que se ha manejado con discrecionalidad, incoherencia en la toma de decisiones y, en ocasiones, con torpeza. Porque la falta de seguimiento a gestiones de organismos monopólicos, resultados de administraciones que usaban fondos para proyectos que fracasaban una y otra vez e inmadurez en los gastos no denota desconocimiento, sino ineptitud.
Y lo que ocurre en esta región que protagoniza transformaciones políticas conservadoras requiere de un análisis con mayor profundidad, pero alcanzará con explicar que no se basa en triunfos propios, sino en equivocaciones ajenas porque resulta simplón creer en la existencia de un clima de sospecha sobre todo lo que es político. Por el contrario, el partido en el gobierno deberá comenzar a convencerse de que hay dirigentes que directamente no deben estar en la política y mucho menos ser candidatos a algo. Solo por eso, el problema no es solo de Sendic.