El petróleo sanducero y los peligros del “síndrome holandés”

El 20 de octubre, la página web de la Presidencia de la República anunció que en nuestro departamento se descubrió la presencia de hidrocarburos, de acuerdo con la información oficial comunicada por los técnicos. Según el comunicado, “este es el primer pozo exploratorio onshore (en tierra) en 30 años en Uruguay y el primero en el que se ha descubierto presencia de hidrocarburos. A pesar de eso, aún falta determinar si el descubrimiento es comercializable”.
En pocas horas, la noticia fue difundida a través de los medios de todo el país y se transformó en un tema de conversación casi obligada en todas las redes sociales. Ese fenómeno comunicacional fue especialmente intenso entre los sanduceros. Muchos comenzaron “a vender la piel del oso antes de cazarla”, mientras planificaban cómo impactaría en nuestra alicaída economía departamental el hecho de transformarnos en un departamento petrolero.
Si finalmente se confirma que los hidrocarburos presentes en Paysandú pueden ser comercializados, comenzará a escribirse una nueva página del desarrollo departamental y nacional, que si bien aumentará en forma significativa nuestras exportaciones, no estará exenta de algunos problemas que ya afectaron a otros países en condiciones similares.
Un de los casos más citados por los economistas es el caso de Holanda y del llamado “síndrome holandés”, fenómeno que puede ser definido como el conjunto de consecuencias que afectan a una economía debido al crecimiento de las exportaciones de un sector determinado (en este caso, el petróleo), lo que produce una valoración de la moneda nacional. Como consecuencia de ello, a los sectores no petroleros de la economía les resulta imposible producir a precios competitivos en el mercado internacional, lo que se traduce en cierre de empresas y pérdidas de puestos de trabajo. Eso fue exactamente lo que sucedió en ese país europeo en los sesenta como consecuencia del descubrimiento de grandes yacimientos de hidrocarburos en el Mar del Norte. Lo que en el principio parecía una bendición de la naturaleza terminó por transformarse en una maldición para miles de trabajadores holandeses que perdieron su trabajo.
La especialista Christine Ebrahimzade ha planteado claramente los efectos de la aparición de ese nuevo sector exportador (aquí, el petrolero) frente a otros sectores productivos: “¿Por qué un aumento espectacular de la riqueza tiene estas consecuencias paradójicamente adversas? La respuesta está en un estudio clásico de 1982 realizado por W. M. Corden y J. Peter Neary. Estos autores dividen una economía que experimenta una época de crecimiento de las exportaciones en tres sectores: dos exportadores —uno en auge y otro no— que conforman los dos sectores de bienes comerciados; y un tercer sector de bienes no comerciados orientado básicamente al suministro a residentes nacionales que puede abarcar el comercio minorista, los servicios y la construcción. Según el estudio de Corden y Neary, cuando un país se contagia del síndrome holandés, el sector exportador tradicional se ve desplazado por los otros dos”.
Los problemas que genera el hallazgo de un recurso natural que posee una demanda importante y por el que se pagan precios elevados en el mercado internacional no son nuevos y fueron sufridos por la entrada de los tesoros provenientes de las colonias a la España del siglo XVI. Uno de los más prestigiosos exponentes de la literatura universal, Francisco de Quevedo (1580-1645), describió de manera insuperable los avatares del oro extraído de los territorios americanos, cuyo destino final no eran las arcas de la monarquía española, sino las de los prestamistas que habían financiado los costosos y erráticos emprendimientos reales en esas lejanas tierras: “Nace en las Indias honrado, donde el mundo le acompaña; viene a morir en España, y es en Génova enterrado”. Casi 400 años después de haber sido escrito, este poema se mantiene inalterable como un llamado de atención al manejo de los dineros públicos, de los recursos naturales y a los peligros del dinero ganado sin esfuerzo. Así como cualquier persona debe pensar cuidadosamente qué destino darle a una gran suma de dinero ganada en un juego de azar, de la misma forma Uruguay –y Paysandú en particular– deben pensar como emplear esos recursos en proyectos sostenibles y políticas de largo plazo que generen crecimiento genuino, igualitario y sostenible.
Adicionalmente, la concentración de las exportaciones en un solo producto (cuyo precio internacional puede sufrir, además, importantes oscilaciones) es otro de los riesgos que deberá enfrentar si Uruguay se transforma en un país petrolero. También en esta materia sobran los ejemplos, pero bastaría con mencionar el caso de Venezuela, Chile o Cuba en relación con el petróleo, el cobre o la caña de azúcar, respectivamente. En el caso específico del petróleo, su explotación tampoco asegura la existencia de una sociedad igualitaria y con oportunidades para todos, como puede apreciarse en muchos de los países del Medio y Lejano Oriente cuyas multimillonarias exportaciones están concentradas casi exclusivamente en ese producto, sin que ello asegure mayores niveles de bienestar social a su población.
Aunque sería prematuro afirmar que Paysandú se ha transformado en un departamento petrolero, es importante tomar conciencia de los desafíos que ello representaría para nuestro departamento y para el país todo. Como ha señalado la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) con referencia a esta problemática, “el modo de evitar la maldición de los recursos y los efectos de síndrome holandés en los países en desarrollo y con abundantes recursos se centra en la buena gestión de los asuntos públicos. En el caso de las industrias extractivas, el buen gobierno abarca distintas esferas, como la buena gestión financiera pública, la calidad del marco reglamentario y las instituciones que aplican los reglamentos, la lucha contra la corrupción y la capacidad de los gobiernos para resolver problemas mediante reformas institucionales oficiales. El buen gobierno es fundamental para garantizar que los ingresos se utilicen para obtener beneficios generales en materia de desarrollo”.
Resulta claro que debemos estar alerta ante los desafíos que los hidrocarburos podrían representar para Paysandú.
No podemos dejar que las pocas industrias que a duras penas sobreviven en nuestro departamento se ahoguen en el “bendito” petróleo, cuyas posibilidades de ser comercializado son festejadas sin pensar demasiado en las medidas que deben tomarse para prevenir los daños que traería aparejados.