Fiesta cultural

Aproximadamente 400 instituciones de todo el país pondrán en marcha más de 1.500 ofertas culturales el próximo fin de semana en el marco del Día del Patrimonio, nombre que aún conserva esta celebración que en realidad ha pasado a ocupar todo un fin de semana.
Se trata de una de las fiestas populares de mayor convocatoria, dado que concita cada año la participación de al menos el 10% de la población del país, algo así como 340.000 personas, según los datos oficiales.
La celebración se originó en 1995, promovida inicialmente por el arquitecto Luis Livni (quien presidía la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación en los años 1995-1996) con el objetivo de concientizar a los uruguayos respecto de los valores patrimoniales que necesitaban protección.
Si bien en sus inicios el festejo centraba su énfasis en lo arquitectónico, se fue ampliando hasta abarcar todo aquello que tenga connotaciones materiales e inmateriales, dignas de ser valoradas por el imaginario colectivo. De esta manera, el Día del Patrimonio se ha alineado a la concepción más actual de patrimonio, la cual involucra tanto los bienes materiales como los inmateriales o intangibles que un grupo o comunidad elige como representativos de sí mismo y transmite a través de las generaciones. De esta manera, el concepto de patrimonio incluye en forma central a las pautas y valores transmitidos de generación en generación, que definen una identidad y afirman un sentido de pertenencia.
Así, en todos los tiempos y en todas las culturas, la construcción de un “nosotros” diferente a pos y en todas las culturas, la construcción de un “los otros”, se afirma en la preservación de elementos inmateriales que dan cohesión al grupo y aseguran la continuidad de un orden protector (la lengua, los mitos fundacionales, la memoria de acontecimientos compartidos, el sentido del lugar como un microcosmos y a su vez escenario que se asume como propio; todo ello perpetuado en rituales, tradiciones y costumbres).
En definitiva, el patrimonio cultural no existe por sí mismo sino cuando un grupo de personas le otorga significado y se apropia de él, dándole valor cultural y social a elementos materiales y simbólicos, lo cual no deja de ser importante puesto que las representaciones que se hacen del pasado también forman parte de nuestro presente.
Este año, el festejo se realiza bajo el lema “100 años de La Cumparsita, patrimonio vivo y universal”, una composición emblemática para Uruguay. Por esta razón, muchas de las actividades que se realizarán el próximo fin de semana incluyen la música y la danza, en particular el tango. No obstante, habrá muchas más y de diferente tipo, relacionadas con lugares y temas tan variados que van desde los monumentos históricos hasta espectáculos callejeros, circuitos guiados, exhibiciones, conferencias y museos, entre otros, conformando una propuesta heterogénea y plural que ofrece estímulos para que los ciudadanos puedan conocer y tener acceso a asuntos que antes –y en algunos casos también ahora- no formaban parte de las agendas públicas o, a pesar de su valor material o simbólico, carecían de la suficiente difusión al punto tal que buena parte de la ciudadanía desconocía no solo su existencia sino también los derechos que como ciudadanos tienen al uso y disfrute de los mismos.
“Se trata de una fiesta en la que el elemento fundamental es el pueblo uruguayo, y no hay decreto ni ley que diga que hay que salir a la calle, sino que es visceral y forma parte de nuestra cultura”, dijo el presidente de la Comisión Nacional de Patrimonio Cultural, Nelson Inda. Y tiene razón, la fiesta ha calado hondo y sus últimas ediciones han demostrado el gran interés existente por parte de la población.
En este sentido, cabe preguntarse si este interés por lo propio en los aspectos materiales e intangibles del patrimonio cultural, podría responder a una necesidad social y afectiva de salvaguardar la identidad local, esa construcción del “nosotros” que en la actualidad puede verse avasallada por la sobreabundancia de información y entretenimientos foráneos que entran directamente en la intimidad de nuestros hogares a través de medios como la televisión o Internet.
De ahí entonces, la importancia y necesidad del “aterrizaje” en el espacio de lo local de propuestas culturales propias, de asignación de recursos para la protección del patrimonio local y de la necesidad de acciones y esfuerzo por darle no solo visibilidad sino un uso con sentido al servicio de la ciudadanía.
En este aspecto, podemos citar con beneplácito a modo de ejemplo la reciente creación de un Sistema de Circulación Cultural en nuestra región, que pretende “garantizar el acceso a los bienes culturales como un derecho”, el cual abre expectativas en cuanto a la posibilidad de avanzar en la promoción de eventos culturales y la complementación de circuitos turístico-culturales.
También se incluyen en esta línea las acciones promovidas desde las comisiones departamentales de Patrimonio que con integración honoraria y sin presupuestos propios lideran acciones que dan visibilidad al patrimonio local tanto de la ciudad como el interior departamental. Por ejemplo, el año pasado se declaró bien de interés patrimonial a la capilla San José de Pueblo Esperanza y este año, esa distinción se entregará al Postre Chajá y la comparsa La Covacha, en tanto también será reinaugurado un mural realizado por el profesor Guillermo Fernández, alumno del taller Torres García, con motivo de la Exposición Internacional de la Industria del Río Uruguay, en 1964.
En la misma línea se inscriben otros trabajos que no siempre tienen la difusión necesaria, como los aportes realizados en museos y bibliotecas por estudiantes avanzados de carreras con competencia directas en temas como la preservación documental, el patrimonio bibliográfico, la museología o la memoria oral, los cuales forman parte de una agenda de charlas que brindarán las licenciaturas de Bibliotecología y Archivología en el Museo Histórico Departamental mañana viernes. A esto se suma el trabajo desinteresado y sostenido de aficionados a temas patrimoniales que restauran y digitalizan documentos o gestionan comunidades virtuales para que los particulares puedan aportar documentos y fotografías relativos a la historia local. Buen ejemplo de ello son y han sido en Paysandú en los últimos años la Red de Patrimonio de Paysandú y el grupo de Fotografías Antiguas de Paysandú que utiliza la red social Facebook.
Este tipo de iniciativas son útiles y bienvenidas, ya que en un mundo globalizado como el que vivimos, las nuevas tecnologías pueden ser utilizadas con signo positivo y desempeñar un papel preponderante en la difusión y preservación patrimonial, convirtiéndose en una herramienta fundamental para la conservación y transmisión de la memoria colectiva.
Sin lugar a dudas, la gestión del patrimonio cultural local es algo que debe planificarse y ejecutarse con un criterio de sustentabilidad, con una continuidad en el tiempo y no exclusivamente limitado a los festejos de un fin de semana.
La tarea implica un gran desafío y requiere del compromiso económico de los gobiernos departamentales involucrados dado que se suelen necesitar inversiones para cuestiones edilicias y de resguardo, conservación y seguridad de materiales con valor patrimonial, así como para la contratación de profesionales de distintas disciplinas para tareas especializadas, además de la capacitación permanente de los funcionarios que gestionan esos espacios, colecciones y actividades culturales porque son necesarias dos cosas: dinero para invertir en infraestructura y seguridad y conocimientos para la gestión del día a día y suficiente creatividad para ofrecer propuestas atractivas y la formación del público.