Solicitada

EL RESPETO POR LAS INSTITUCIONES
Decía Aparicio Saravia que “la Patria es el poder que se hace respetar por el prestigio de sus honradeces y por la religión de las instituciones no mancilladas”. Cuán lejos estamos hoy de eso. Durante la sesión del último plenario de la Cámara de Representantes, el miércoles 4 de octubre, nos vimos ante el bochorno de escuchar a la diputada del MPP Manuela Mutti tentarse de la risa mientras leía un homenaje a Pedro Solari. El video que circula es triste, patético y lamentable. Da vergüenza ajena que una representante nacional, que mal que nos pese lo es, no pueda ni siquiera leer en voz alta un texto. Si esta diputada ha presentado algún proyecto de ley y está redactado como leyó, esperemos, por el bien de todos, que nunca salga del cajón.
Como si fuese peor, antes de pedir disculpas, prefirió descargarse vía Twitter diciendo que “la risa libera estrés, dicen”. Pero realmente no me sorprende. Si hay algo que ha caracterizado al gobierno del Frente Amplio es la más completa y total falta de autocrítica. Ellos son infalibles y perfectos, y el resto, unos ciegos que no los sabemos apreciar.
Por supuesto no faltaron los miembros de la guardia pretoriana que salieran a defenderla. ¿Es que acaso no se dan cuenta de que hay cosas que están más allá de lo defendible? Errores podemos cometer todos, pero uno debe ubicarse en el lugar y tiempo en el que hace uso de la palabra y ante todo tener el decoro de respetar la soberana y solemne dignidad que nuestro Parlamento merece. No nos olvidemos lo que nos costó como uruguayos que ese parlamento volviese a sesionar. Y no es ser hipócrita reclamar que –al menos por respeto a la memoria de aquellos– lo veneremos como el pilar republicano fundamental que es. Si la diputada no lo sabe, no lo quiere o no comprende cómo manejarlo, a lo mejor sería conveniente que deje la banca a alguien un poco más, al menos, respetuoso con el sitial que la ciudadanía le otorgó.
Y para completar el bochorno que el partido de gobierno hace de nuestras instituciones, la flamante vicepresidente –volviendo a violar la Constitución como supo hacerlo durante la mayor parte de su vida– y a pesar y en contra del consejo bien formado de los juristas que la asesoran, ha decidido de forma unilateral otorgar el subsidio por cese de actividad al ahora exvicepresidente. ¿Algún día entenderá la señora que su voluntad no está por encima de los preceptos constitucionales? ¿Cuánto tiempo más va a necesitar para entender que, en un Estado de derecho, lo jurídico necesariamente debe primar sobre lo político?
Evidentemente, tanto ella como su marido pertenecen a esa escuela que pregona que el Estado de derecho solo funciona cuando ampara mis intereses, pero cuando se opone a lo que necesito, es un estorbo que puedo suprimir a voluntad. Lamentablemente para ellos, y por suerte para todos los que aún creemos firmemente en la República y la separación de poderes, esto no es así. Las normas jurídicas están ahí para ser cumplidas, independientemente de que yo crea que sean justas o no; esto no es un tema de gustos o intereses, sino una necesidad para ordenarnos como sociedad. Es realmente una tontería tener que explicar algo tan obvio, que está en la tapa de cualquier manual básico de derecho, pero es evidente que ninguno de ellos se tomó la molestia de ni siquiera abrirlo.
Sin embargo, nuestras instituciones son más fuertes. Han soportado tormentas peores y sin duda se repondrán de esta vergüenza. Solo esperemos que nuestro cuerpo electoral, cuando vuelva a las urnas a cumplir con su sagrado deber, considere al menos por un instante a quiénes les otorga su confianza.
Agustín Silva Caccia