A la carga otra vez

Cada año, las enfermedades trasmitidas por mosquitos matan a más de un millón de personas en el mundo e infectan a otros 700 millones. Además de las pérdidas de vidas y el terrible impacto en la salud, el costo económico que ocasionan es enorme. Según información del Banco Interamericano de Desarrollo, se estima que en nuestro continente solo el virus del zika representa un gasto de U$S 18.000 millones desde su aparición hasta el momento.
Además, los esfuerzos globales para erradicar el dengue frenando la población de mosquitos están dando muy pocos resultados. De acuerdo con el BID, la incidencia mundial del dengue se ha triplicado con respecto a 50 años atrás por causas como la ausencia de programas de control sostenibles, resistencia a los insecticidas y su uso limitado debido a su impacto ambiental.
Mientras algunos países apuestan al control biológico, otros crean nuevas especies de mosquitos a través de la manipulación genética. Por ejemplo, un proyecto del Banco Interamericano de Desarrollo junto con el GovLab está apostando a la innovación en la batalla contra el zika y otras enfermedades trasmitidas por mosquitos. Para ello, utiliza mosquitos modificados genéticamente.
“Aunque hay varias técnicas como la esterilización genética y el gene-drive, la más extendida actualmente consiste en insertar un gen en los mosquitos macho que impide que las larvas lleguen a la adultez. Para mantener vivos a los mosquitos en cautiverio, se les administra una sustancia química que inhibe el crecimiento de este gen. Al liberarlos para que se reproduzcan con hembras silvestres, las larvas resultantes heredan la mutación y mueren, ya que la sustancia que inhibe al gen no existe en el medioambiente. Este proceso debe repetirse hasta que la población local de mosquitos se reduzca, evitando así el contagio de enfermedades trasmitidas por mosquitos”, explica un reciente artículo publicado por el BID.
Las pruebas piloto de este proyecto se están realizando en las Islas Caimán, Panamá y, bastante más cerca, en Brasil. Han reportado una reducción de más del 90% en la población de mosquitos, aunque la reducción de las poblaciones del aedes aegypti mediante modificación genética podría ser un arma de doble filo, porque es desconocido el impacto que esto podría provocar sobre los ecosistemas, dado su rol de polinizadores.
Otra alternativa que cuenta con resultados de laboratorio y pruebas iniciales en Australia, Indonesia, Vietnam, Colombia y también Brasil es el control biológico con microorganismos como la bacteria Wolbachia que, al inocularse en mosquitos, impide el crecimiento de virus y parásitos que generan dengue y malaria. A su vez, los mosquitos infectados trasmiten la bacteria a su descendencia. La bacteria se considera segura en términos ecológicos, pues no infecta a los humanos u otros vertebrados y no extermina a los mosquitos.
En el Mercosur, la situación de las enfermedades trasmitidas por mosquitos sigue siendo preocupante, aunque parecen avizorase algunos logros. Brasil contabilizó este año, hasta el 11 de noviembre, un total de 239.076 casos probables de dengue, aunque se trata de un número en un 83,7% inferior al del mismo período de 2016 (1.463.007). También disminuyeron los números del zika y de la chikunguya.
Aun así, el Ministerio de Salud de dicho país dio a conocer el Levantamiento Rápido de Índices de Infestación por Aedes aegypti (LIRA), que evalúa el riesgo de brote de dengue, zika y chikungunya en las ciudades del país. Se encontraron más de 65.000 focos del mosquito aedes aegypti. Hay 357 municipios que están en riesgo (infestación en el 4% o más de los hogares), 1.139 ciudades están en situación de alerta (entre el 1% y 3,9%). En tanto, en Argentina, a principios de este mes, las autoridades de salud confirmaron dos nuevos casos de microcefalia en la provincia de Salta.
Se trata de es un trastorno neurológico que provoca que la cabeza de bebés sea más pequeña de lo esperado debido a un desarrollo anormal del cerebro. Aunque puede tratarse, actualmente no tiene cura y sus consecuencias varían de acuerdo con la zona del cerebro que resulte más afectada.
Mucho más cerca, el dengue golpea la puerta en nuestro país. Luego de la noticia de la aparición de un caso de dengue autóctono en un recluso con salida transitoria albergado en un establecimiento carcelario en la ciudad de Santana do Livramento, Brasil, ubicado a tan solo dos kilómetros de la frontera con Uruguay, las autoridades uruguayas y brasileñas han comenzado a coordinar acciones para monitorear la situación en la frontera.
“Uruguay no es un caso aislado de lo que es la compleja situación regional, sobre todo la región en la triple frontera, ya que en Brasil, Argentina y Paraguay ocurren brotes de dengue, zika y chikungunya. De todas formas, creo que en la medida que pasamos lo que fue el brote de 2016, podemos estar mucho más preparados para lo que pueda llegar a ser una emergencia de cualquiera de estos arbovirus. Uruguay está mucho más preparado”, dijo Álvaro Fajardo, integrante del Laboratorio de Virología Molecular de Facultad de Ciencias al ser consultado por medios capitalinos.
En resumen, mientras algunos países apuestan al control biológico o crean nuevas especies de mosquitos mediante la manipulación genética, todo indica que para los uruguayos, una vez más, la estrategia más económica y la única viable es la prevención.
La receta es sencilla y la tenemos bien aprendida desde los escolares hasta los más ancianos de cada casa: erradicar de nuestros patios e interior de las viviendas todo objeto que pueda acumular agua. Una fórmula que, en el día a día, no siempre se lleva a cabo.
Por eso, volver a la carga contra el aedes aegypti seguramente sea lo único realmente efectivo que los uruguayos podremos hacer contra las enfermedades que trasmite. La clave está en cortar el ciclo reproductivo del mosquito para bajar la densidad de su población de forma que, aunque aparezcan casos de dengue importado, no se registren casos autóctonos. El desafío de cada verano ya está aquí.